Por Hernán Andrés Kruse.-

Mauricio Macri ya tiene a su coequiper. Para sorpresa de muchos, el elegido fue el experimentado jefe del bloque de senadores nacionales del PJ, Miguel Ángel Pichetto. El momento elegido para dar a conocer la noticia lejos estuvo de ser casual: el Presidente la anunció pocos minutos antes de la trascendente reunión que iba a mantener Sergio Massa con José Luis Gioja, titular del PJ, para ultimar los últimos detalles del trabajoso acuerdo. Lanzada la bomba política el protagonismo de Massa quedó reducido a la mínima expresión.

La designación de Pichetto significa el descarte del pensamiento enarbolado desde siempre por Marcos Peña sobre la importancia de sostener a capa y espada la pureza de la fórmula PRO. El Jefe de Gabinete siempre consideró fundamental garantizar la pureza de origen de Cambiemos, es decir, evitar mezclas indeseadas con dirigentes de otras fuerzas políticas que nada tienen que ver con Cambiemos, como es el caso del peronismo. Pero en esta oportunidad debió ceder. La situación es apremiante y el oficialismo no pude darse el lujo de mantener incólumes posturas electorales que en el presente pueden resultar fatales.

¿Por qué el Presidente eligió a Pichetto? Desde hace tiempo que en la intimidad del oficialismo se venía discutiendo quién debía ocupar un lugar de semejante envergadura. Se habló de cederle ese lugar a una mujer e inmediatamente tomaron estado público los nombres de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social, y fundamentalmente de Patricia Bullrich, ministra de Seguridad. También se habló de nombrar a un dirigente del radicalismo, el principal socio político de Macri. El nombre más rutilante fue el de Martín Lousteau. Sin embargo, en las últimas horas habían surgido los nombres de Mario Negri y Ernesto Sanz. Macri también sondeó a los dirigentes del peronismo alternativo. El nombre del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey comenzó a sonar muy fuerte, especialmente luego de que saliera en televisión junto al Presidente en la intimidad de su hogar.

Las chances de los recién nombrados languidecieron. Entonces Macri le ofreció el cargo a Pichetto, quien desde hacía un tiempo venía hablando maravillas del propio Presidente y de su gobierno. Éste, ni lerdo ni perezoso, dio el sí. La reacción de los mercados, apenas Macri dio a conocer la noticia, fue instantánea. El riesgo país bajó abruptamente y la Bolsa explotó. El establishment, qué duda cabe, ya tiene su fórmula presidencial. Con Pichetto en la competencia por la vicepresidencia Macri le dio un golpe muy fuerte a Cambiemos tal como se conoció hasta ahora. A partir de ayer la coalición de gobierno incorporó la denominada “pata peronista” con el evidente propósito de contrarrestar los efectos políticos del aterrizaje de Sergio Massa en el aeropuerto de UC-PJ. Y, de paso, intentar “convencer” a la mayor cantidad de gobernadores del PJ para que abandonen a AF-CFK.

La fórmula del oficialismo está conformada, entonces, por un conservador no peronista y por un peronista ortodoxo. Imposible imaginar una fórmula más de derecha. Sus coincidencias son mucho más importantes y profundas que sus discrepancias. Ambos coinciden en la necesidad de alinearse a nivel internacional con Estados Unidos y Europa, de conservar el vínculo con el FMI, de despotricar contra Nicolás Maduro y de rendirle pleitesía a los mercados. Con Pichetto secundándolo, Macri no ha hecho más que profundizar la grieta, apostar a la polarización más extrema, hacer de la elección presidencial que se avecina un asunto de vida o muerte.

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