Por Hernán Andrés Kruse.-

En noviembre de 2005, el 27 de enero fue oficialmente proclamada por la Asamblea General de la ONU “Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto”. ¿Por qué el 27? Porque ese día, pero de 1945, las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkneau. Hablar, por ende, de las víctimas del Holocausto es hablar del nazismo. Mucho se ha escrito sobre este tema. El 30 de enero de 1933 Von Hindenburg dimitió y nombró a Adolph Hitler como Canciller. La llegada de Hitler al poder en Alemania fue, pues, legítima. A partir de ese fatídico día impuso un régimen totalitario con ansias de dominación mundial. La Segunda Guerra Mundial fue la consecuencia lógica.

Hitler y su anhelo sádico del poder

Uno de los pensadores que mejor analizó al nazismo como filosofía totalitaria y a Hitler como enfermo de poder fue Erich Fromm. El notable filósofo y psicoanalista dedica parte de un capítulo para analizar el anhelo sádico del poder de Hitler. Escribió el autor:

“Es característico de la relación de Hitler con las masas alemanas, a quienes desprecia y “ama” según la manera típicamente sádica, así como con respecto a sus enemigos políticos, hacia los cuales evidencia aquellos aspectos destructivos que constituyen un componente importante del sadismo. Habla de la satisfacción que sienten las masas en ser dominadas. “Lo que ellas quieren es la victoria del más fuerte y el aniquilamiento o al rendición incondicional del más débil. Como una mujer que prefiere someterse al hombre fuerte antes que dominar al débil, así las masas aman más al que manda que al que ruega, y en su fuero íntimo se sienten mucho más satisfechas por una doctrina que no tolera rivales que por la concesión de la libertad propia del régimen liberal; con frecuencia se sienten perdidas al no saber qué hacer con ella y aun se consideran fácilmente abandonadas. Ni llegan a darse cuenta de la imprudencia con la que se las aterroriza espiritualmente, ni se percatan de la injuriosa restricción de sus libertades humanas, puesto que de ninguna manera caen en la cuenta del engaño de esta doctrina” (Mi lucha) (…)”.

“El mismo Hitler se da cuenta de las condiciones que dan origen al anhelo de sumisión, proporcionándonos una excelente descripción del estado de ánimo de un individuo que concurre a un mitin de masas. “El mitin de masas es necesario, al menos para que el individuo, que al adherir a un nuevo movimiento se siente solo y puede ser fácil presa del miedo de sentirse aislado, adquiera por vez primera la visión de una comunidad más grande, es decir, de algo que en muchos produce un efecto fortificante y alentador…Si sale por primera ves de su pequeño taller o de la gran empresa, en la que se siente tan pequeño, para ir al mitin de masas y allí sentirse circundado por miles y miles de personas que poseen las mismas convicciones…él mismo deberá sucumbir a la influencia mágica de lo que llamamos sugestión de masas” (Mi lucha) (…)”.

“Generalmente Hitler trata de racionalizar y justificar su apetito de poder. Las principales justificaciones son las siguientes; su dominación de los otros pueblos se dirige a su mismo bien y se realiza a favor de la cultura mundial; la voluntad de poder se halla arraigada en las leyes eternas de la naturaleza y él (Hitler) no hace más que reconocer y seguir tales leyes: él mismo obra bajo el mando de un poder superior-Dios, el Destino, la Historia, la naturaleza-; sus intentos de dominación constituyen tan sólo actos de defensa contra los intentos ajenos de dominarlo a él y al pueblo alemán. El desea únicamente paz y libertad”.

La última racionalización de su sadismo es harto conocida: la culpa siempre la tienen los otros. Escribe Fromm:

“Él y el pueblo alemán son siempre los inocentes; en cambio, los enemigos son los brutos sádicos. Gran parte de su propaganda consiste en mentiras deliberadas y conscientes. En cierto grado, sin embargo, posee la misma “sinceridad” emocional de las acusaciones paranoicas. Estas ejercen la función de impedir que se descubra su sadismo o destructividad. Se producen de acuerdo con la fórmula: Tú eres el que tiene intenciones sádicas; por lo tanto yo soy inocente. En Hitler, este mecanismo defensivo es irracional en grado extremo, pues acusa a sus enemigos de tener aquellos mismos propósitos que él admite como suyos con toda franqueza. De este modo acusa a los judíos, comunistas y franceses de esas mismas cosas que afirman constituyen los objetos más legítimos de sus acciones. Y casi no se preocupa de ocultar estas contradicciones mediante alguna racionalización (…)”.

“El amor al poderoso y el odio al débil, tan típicos del carácter sado-masoquista, explican gran parte de la acción política de Hitler y sus adeptos. Mientras el gobierno republicano pensaba que podría “apaciguar” a los nazis tratándolos benignamente, no solamente no logró ese propósito, sino que originó en ellos sentimientos de odio que se debían justamente a esa falta de firmeza y poderío que mostraba. Hitler odiaba a la república de Weimar porque era débil y admiraba, en cambio, a los dirigentes industriales y militares porque disponían de poder. Nunca combatió contra algún poder fuerte y firmemente establecido, sino que lo hizo siempre contra grupos que consideraba esencialmente impotentes (…)”.

El 27 de enero se rememora el día del Holocausto, el retorno a la libertad de los millones de hombre, mujeres, niños y ancianos que padecieron la psicopatía de Hitler. Se rememora un régimen de poder liderado por un megalómano, un sádico y un perverso que, sin embargo, fue apoyado por importantes sectores de la sociedad alemana. Para Hitler el ser humano no valía absolutamente nada, era tan sólo un número, un objeto absolutamente descartable. Despreciaba a las masas que le rendían pleitesía y sólo respetaba, al decir de Fromm, a los poderosos. Los campos de concentración fueron la expresión más dantesca del desprecio de Hitler por la vida. El nazismo fue, qué duda cabe, la antítesis de la democracia como filosofía de vida.

Anexo

Santa Fe en la vorágine

Desde que Página/12 informó acerca de las supuestas vinculaciones del ex jefe de la policía santafesina, Hugo Tognoli, con el narcotráfico, Santa Fe está en el centro de la atención política del país. A raíz de la noticia, Tognoli presentó su renuncia y durante dos días nadie supo de su paradero hasta que el domingo 21 decidió reaparecer paras quedar inmediatamente detenido. Luego de ser indagado por el juez que atiende en la causa, Carlos Vera Barro (quien, dicho sea de paso, no lo consideró prófugo), Tognoli fue conducido al aeropuerto de Fisherton donde permanecerá mientras dure su privación de la libertad. La prueba más contundente en su contra lo constituye un pasaje de texto donde un alto jefe policial le aconseja al dueño de un prostíbulo de la localidad de Villa Cañás entregarle a Tognoli treinta mil pesos y comprar al proveedor local Ascaini, si pretende tener éxito en la venta de cocaína en su local.

El abogado defensor de Tognoli, el tenebroso Eduardo Jauchen (defendió, entre otros “personajes”, al siniestro arzobispo Storni), manifestó que la imputación de su defendido era “bastante oscura”. Por su parte, el atribulado gobernador Bonfatti señaló lo siguiente en declaraciones periodísticas: “No negamos la realidad. Tanto en el país como en Santa Fe existe el narcotráfico. Y es una enorme preocupación que tenemos. Pero hemos dado muestra en estos tiempos de esta permanente lucha contra el narcotráfico, que es un delito federal en donde la policía de Santa Fe juega un rol de colaboración, pero no nos hacemos los distraídos”. Con estas afirmaciones el gobernador santafesino demostró cuál es la estrategia adoptada ante el escándalo; culpar de todo a Cristina. Y afirmó sin ruborizarse que no sabía que Tognoli era investigado: “No estábamos enterados de nada, nadie nos informó que es estaba investigando a Tognoli. No tenía antecedentes con el narcotráfico, de lo contrario no hubiese sido nombrado jefe”.

Si, como reconoce el gobernador, no sabía que Tognoli estaba siendo investigado por supuestas relaciones con el narcotráfico, la negligencia del gobierno socialista cubre el Aconcagua. Finalmente, hizo un llamado al gobierno nacional para trabajar juntos en la erradicación del flagelo de la droga: “A todos les consta que tuvimos dos reuniones con la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, y con el ministro de Justicia, Julio Alak, reclamando una mayor articulación y una mayor designación de jueces federales porque tenemos los mismos magistrados desde hace 30 o 40 años. El combate al narcotráfico significa articular desde todas las fuerzas, con provincia y nación trabajando juntos e intercambiando fundamentalmente información”.

Para demostrar rapidez de reflejos, el gobierno socialista desplazó a Marcos Escajadillo de la Secretaría de Seguridad Pública, quien fue reemplazado por el abogado Matías Drivet, hombre de extrema confianza del ministro de Seguridad, Raúl Lamberto. Pero Bonfatti no se limitó a esa decisión. En una operación relámpago, el gobierno creó la Secretaría de Delitos complejos cuya jefatura fue ocupada por la abogada y ex policía Ana Beatriz Viglione. De esa forma, la fuerza policial quedó sin el manejo del combate al narcotráfico, la trata de personas y el lavado de dinero. El ministerio de Seguridad quedó en manos de personas de la extrema confianza del gobernador, algo que resulta lógico a raíz de la gravedad del conflicto político que está sacudiendo al socialismo santafesino. En el acto de asunción de las nuevas autoridades, un preocupado Raúl Lamberto manifestó: “Quizá la tarea más difícil que tiene un funcionario político, y por supuesto los funcionarios policiales, es lograr tener una fuerza de seguridad formada, capacitada y al servicio de la sociedad. Este es el desafío y espero que los nuevos integrantes del gabinete trabajen para que esta transformación la podamos exhibir con resultados”.

El jueves 25, el gobierno santafesino ordenó el desplazamiento del comisario Oscar Romero, jefe de la Brigada Rosario de la Dirección y Prevención de adicciones-la ex Drogas Peligrosas-por el faltante de una ametralladora destinada a esa repartición. El flamante Secretario de Seguridad Pública de la provincia, Matías Drivet, expresó que “la decisión política del desplazamiento del comisario Romero fue adoptada por el propio Ministro de Seguridad una vez informado del resultado de la investigación de Asuntos Internos”. Ese mismo día Lamberto admitió que en su cartera sabían que Tognoli era investigado en la justicia por su supuesta vinculación con el narcotráfico y que a comienzos de mes preguntaron en los tribunales Federales de Rosario cómo estaba la causa sin obtener datos concretos. Una de las cuestiones más graves del escándalo es el supuesto enriquecimiento ilícito de Tognoli. Al respecto, el diputado provincial kirchnerista Eduardo Toniolli manifestó: “Fue una imprudencia haber nombrado jefe de policía a un comisario que está siendo investigado para dilucidar si se enriqueció ilícitamente. Es verdad, como dijo el ministro, que esa investigación puede concluir en que su patrimonio no es objetable pero también en que sí lo es”. Luego de asistir a la legislatura provincial para explicar a los diputados y senadores la naturaleza del escándalo, el ministro Lamberto señaló: “Estamos en una situación en donde necesitamos retomar el mando, el control y la disciplina de las fuerzas. Sola es un comisario formado (el reemplazante de Tognoli), capacitado y que reúne las condiciones. Esto no significa que se den cheques en blanco, pero desde el punto de vista operacional es la persona que está en condiciones de poner disciplina en la fuerza”.

El viernes 26 tuvo lugar en el despacho del gobernador Bonfatti en Rosario una reunión con los 22 legisladores nacionales santafesinos. El cónclave fracasó por la decisión de los legisladores K, comandados por Agustín Rossi, de abandonar el encuentro ante la negativa del oficialismo de no permitir el ingreso de la prensa. La cita tenía como objetivo evaluar lo que estaba aconteciendo en la Bota desde que estalló el escándalo “Tognoli”. Para fundamentar la decisión del kirchnerismo de dejar solo a Bonfatti, Rossi expresó: “Pedimos que fuera una reunión abierta porque la situación es de altísima gravedad y todos los santafesinos tienen que saber qué es lo que está sucediendo. Por eso pedimos que estén presentes los medios de prensa. Nosotros no tenemos que esconder nada que los santafesinos no deban saber”. Y agregó con énfasis: “Ellos no le tienen que tener miedo a la operación de prensa. A lo que tienen que tenerle miedo es a que durante cuatro años tuvimos al zorro cuidando el gallinero. Durante cuatro años fue jefe de Drogas Peligrosas y un año jefe de policía de la provincia un hombre (Tognoli) que está involucrado en el delito que tenía que evitar que sucediera. A eso tenemos que tenerle miedo”. El diputado socialista Zabalza, de extrema confianza de Bonfatti, Binner y Lamberto, criticó con dureza al kirchnerismo: “Lamentablemente la reunión no se hizo. Nosotros estimamos que esto es una excusa sin fundamento. Evidentemente el kirchnerismo, como metodología, no asume nunca un debate colectivo con responsabilidad. Hay una tendencia a negar todo diálogo. Hoy tomaron una actitud profundamente equivocada”.

En su edición del domingo 28, La Capital publicó una extensa entrevista a Lamberto, quien defendió lo actuado por el gobierno provincial a raíz del escándalo “Tognoli”. El párrafo más saliente de sus dichos es, me parece, el siguiente: “Vamos hacia una reforma policial profunda que necesita de una mesa de discusión y consensos. No podemos seguir sosteniendo una estructura única y piramidal de 18 mil personas. O vamos a estructuras descentralizadas más pequeñas, con bases de investigación más fuertes o esta policía fracasa. Eso es lo primero que tenemos que debatir, pero tiene que ser con un gran acuerdo político en el cual participe también la policía, que debe saberse protegida, con derechos pero con muchas obligaciones”.

El escándalo “Tognoli” lejos está de haberse resuelto. Por el contrario, cada día parece enredarse un poco más. El gobierno socialista está desorientado, perplejo, aturdido. Pareciera como si nunca se hubiese esperado un golpe de semejante magnitud. Los cambios efectuados en el área de Seguridad obedecen más a la desesperación que al fruto de un análisis frío de la situación. El socialismo corre detrás del carro, lo que significa que por primera vez desde que se adueñó de la Bota en 2007 ha perdido la iniciativa política. De ahí su nerviosismo y la imperiosa necesidad de contar con protección mediática. Días pasados, el periodista de canal 5 Ariel Bulsico denunció vía Facebook la presión a la que fue sometido para que no hablara del escándalo. Síntoma elocuente de debilidad y miedo de parte de un gobierno que prometió el cambio en la campaña electoral de 2007. Mientras tanto, el narcotráfico se mueve en la Bota como si fuera de su propiedad.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 31/10/012.

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