Por José M. García Rozado.-

El autogolpe de estado producido en Turquía hace apenas unos días atrás, muestra aquella posibilidad que pretendió imponer el régimen cristinista y que “no pudo ser” por la derrota electoral de 2013 en la provincia de Buenos Aires. El Erdogán argentino tras la figura de CFK era el ex Teniente General Cesar del Corazón de Jesús Milani, y su plana mayor de “generales de inteligencia”, por él encumbrados en la estructura de mando del EMC y el EMGEA. “El régimen es cada vez más autoritario” reaccionan recién hoy y tardíamente en el mundo y en la Argentina tanto los medios periodísticos como las dirigencias políticas. Durante al menos 45 días, Erdogan (la CFK/Milani de Turquía) contará con mayores poderes y podrá adoptar decretos con «fuerza de ley», mientras sigue llevando adelante «purgas» en todo el país.

Hay miles de detenidos y listas de sospechosos. Esta noche (20/7) hubo marchas a favor del gobierno. Pedían castigo “a los traidores”. La plaza Taksim, en el centro del Estambul europeo, vivía esta noche otra celebración del “fracaso del golpe perpetrado por una fracción de las FF.AA. turcas” contra el presidente Recep Tayyip Erdogan la madrugada del viernes al sábado. Miles de ciudadanos se concentraron en el paseo, decorado con enormes banderas turcas y retratos de Erdogan. Niños refugiados sirios -viven aquí casi un millón- vendían banderas y botellas de agua. Los operarios levantaron por la tarde un escenario para animar la noche con música y discursos. Un mar de banderas, puestos de comida y algún grito de “¡Alá es grande!” Los reunidos eran simpatizantes y miembros del partido AKP de Erdogan, de tendencia islamista en una República cuya Constitución defiende un Estado laico, desde que las FF AA derrocaron al Sultán a principios del siglo XX para instaurar un régimen democrático y laico. ¡Erdogan atizó ese islamismo como forma de polarizar la sociedad! Acaparar ese voto le aseguró durante años casi el 50% del electorado.

Burak esperaba sentado en un escalón de la plaza con su mujer y su bebé de pocos meses. Es empleado del Ayuntamiento pero asegura que no tiene carnet del AKP. Dice que ayer estaba en Taksim “para apoyar a Erdogan contra los militares fascistas” -¿a qué nos hace recordar? No es similar al relato camporista del “vamos por todo”, y al espionaje llevado a cabo en forma paralela por Cesar Milani y sus agentes del Ejército-. Estambul estos días es Taksim y el apoyo a Erdogan pero mucho más. ¡En muchas casas hay miedo! Los cabecillas del ¿golpe? están detenidos o muertos, pero miles de turcos temen que en la madrugada aparezca un auto a llevárselos, casi como una extraña recordación de épocas pasadas en nuestro país. Mientras en Taksim se celebra el fracaso del golpe y se pide el “castigo a los traidores”, policías y servicios trabajan a destajo “en medio de una purga que parece querer acabar con toda contestación.” Unos 3.700 jueces y fiscales y 7.899 policías fueron suspendidos, según la CNN turca. Hay más de 7.500 detenidos; más de 6.000 son militares y 650, civiles. Entre los militares arrestados hay 103 generales y almirantes, un tercio del alto mando de las FF.AA. turcas. También están “suspendidos” -intervenidos para nosotros- 30 de los 81 gobernadores y detenidos 60 empresarios. El gobierno prohibió ayer que millones de empleados públicos abandonen el país y suspendió sus vacaciones. En los aeropuertos con conexiones internacionales se cotejan los nombres de todos los turcos que vuelan al extranjero con una base de datos. Todos esos detenidos son acusados por los medios oficialistas de ser parte del “Estado paralelo”, una supuesta estructura que actuaría en la sombra y a las órdenes del clérigo musulmán exiliado en EE.UU., Fetullah Gülen quien por años fue mentor político de Erdogan.

Gülen controla una cofradía con intereses en sectores educativos y empresariales que se habría ido infiltrando durante años, según el relato del gobierno, en las estructuras policiales, administrativas y militares del Estado. Como si el control absoluto de los servicios secretos, las fuerzas policiales y, visto el fracaso del golpe, la mayor parte de las FF.AA., no fuera suficiente para dominar el Estado, Erdogan necesita un enemigo interno. La purga va también contra los medios, aun los que tuvieron el coraje en la noche del golpe de defender las instituciones democráticas. Veinte diarios online fueron cerrados. El año pasado el gobierno intervino el principal diario opositor, Zaman, que desveló casos de corrupción que afectan a miembros del gobierno y sobre todo, el trasiego de armas turcas en camiones del Ejército para los grupos yihadistas en Siria. La prensa oficialista pide venganza. El titular más repetido ayer era “La gran limpieza”. En los kioscos, se leen frases como “todos los que mostraron simpatía por el golpe, quienes no lo condenaron, son terroristas y pagarán por ello”.

Las FF.AA. turcas, tradicionalmente “garantes de la laicidad del Estado” y golpistas como pocas en el mundo – seis en 60 años, no muchas menos que las de argentina entre 1928 y 1976-, ven desde hace tiempo como su poder se reduce por la islamización que Erdogan impone en Turquía. La purga va claramente más allá de los golpistas. Cuesta creer que más de 20.000 personas supieran de la preparación del golpe y que menos de 24 horas después de la asonada hubieran sido suspendidos miles de jueces y fiscales sin que sus nombres estuvieran en alguna lista en algún armario del poder. Ayer desde Bruselas se le hizo saber a Erdogan esa sospecha. El comisario europeo -Turquía sigue siendo candidata- Johannes Hahn, dijo que la lista de jueces castigados “ya estaba preparada” (?) antes del golpe. El canciller turco Mevlut Cavusoglu, alzándose de hombros ante los periodistas, respondió que en Bruselas no “entienden lo que está pasando en Turquía”. Cengiz Aktar es politólogo, periodista y escritor turco, profesor en la Universidad Bahcesehir de Estambul y en la Sorbona de París. Nacido en Estambul en 1955, es autor de varios libros sobre las relaciones de Turquía con Europa, colaboró durante más de 20 años con Naciones Unidas. Aktar habló desde Grecia, donde pasa el verano.

“El fallido golpe, (o autogolpe realizado), de Estado va a reforzar al presidente Erdogan y esto es así porque Erdogan intentará ahora conseguir lo que se le negaba. Su victoria electoral de noviembre -la segunda elección en cinco meses, pues no se había logrado consenso para un gobierno de coalición- no fue suficiente para dar estabilidad al país, envuelto en su guerra con los kurdos, la guerra civil siria, su ambigua relación con el islam radical incluyendo al grupo ISIS y un aislamiento cada vez mayor en el mundo y en la región, así como relaciones cada vez más tensas con sus aliados occidentales. La economía no está bien y el régimen es cada vez más autoritario. Turquía ya no será democrática. La balanza política turca no se mueve desde hace tiempo entre democracia y dictadura, sino entre dos formas dictatoriales. El régimen se siente ahora reforzado para imponer un sistema presidencialista fuerte a la rusa, sin frenos ni contrapoderes. Y eso se lo ofrecieron los militares golpistas, fueran cuales fueran sus motivaciones iniciales y sus intenciones finales, a Erdogan, el régimen presidencial con el que sueña desde 2010. Si las Fuerzas Armadas turcas actuaron como un sólo hombre en los golpes de Estado precedentes. ¿Por qué no esta vez?”, explica.

“Turquía no ha “desmilitarizado” su sistema político para poner a la institución militar al servicio del Estado. Cuando llegó al poder, el AKP -el partido del presidente Erdogan- utilizó hábilmente las precondiciones de la Unión Europea para limitar sustancialmente el peso político de los militares, “civilizar” las instancias militares, pero nunca se atacó a su autonomía jurídica y financiera. Los militares no dan explicaciones de sus gastos, pero el régimen les permitió sus privilegios a cambio de su lealtad. Además, el AKP pudo poner en marcha un complejo militar-industrial en el que empresarios afines y militares trabajan juntos. Y el poder consiguió “islamizar” a una gran parte de la escala de suboficiales. Quedan como oposición en las Fuerzas Armadas los gülenistas y los kemalistas, que ahora son el objetivo.” Explica con claridad Cengiz Aktar; y puedo corroborarlo personalmente porque cuando en Mayo de 2015 visité Estambul me encontré con un país y un Gobierno muy similar al que existía en Argentina (con la diferencia metodológica entre secularismo y personalismo), con un Presidente que pretendía imponer su voluntad a cualquier costo, incluso islamizando una nación absolutamente laicista en sus clases medias y medias altas -la gran mayoría del pueblo turco, que detenta un muy buen pasar económico- y que resistían “temerosos” el hablar u opinar contra el régimen de Erdogán cada vez más totalitario y radicalizado en posturas ajenas a su propia historia pero que le eran favorables entre las clases bajas para perpetuarse en el poder.

Turquía entró ayer en estado de emergencia anunciado el miércoles por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, durante el cual suspenderá la Convención Europea de Derechos «para no entrar en conflicto con sus obligaciones internacionales», explicaron desde el gobierno. Durante unos tres meses, Erdogan contará con mayores poderes y podrá adoptar decretos con «fuerza de ley», según la Constitución. «Seguiremos siendo un sistema democrático parlamentario, nunca daremos marcha atrás en ello», aseguró Erdogan el miércoles de noche en una entrevista a la cadena Al Jazeera. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) advirtió que este «estado de emergencia no podía legitimar medidas desproporcionadas como, entre otras, la reciente prohibición de viajar al extranjero por motivos de trabajo para los profesores universitarios». A su vez, el viceprimer ministro turco Numan Kurtulmus anunció que el país «suspenderá la Convención Europea de Derechos Humanos (CEDH) para no entrar en conflicto con sus obligaciones internacionales, al igual que lo hizo Francia». El artículo 15 de la CEDH reconoce a los gobiernos, «en circunstancias excepcionales», la facultad de derogar «de manera temporal, limitada y controlada» algunos derechos y libertades garantizados por la Convención.

Esta derogación protege a Turquía contra eventuales condenas por parte de la CEDH, máxime cuando están en marcha importantes purgas en el ejército, en la justicia, la magistratura, los medios de comunicación y la enseñanza tras el golpe de Estado frustrado del 15 de julio contra el régimen de Erdogan. Francia anunció que derogaría esta convención al declarar el estado de emergencia tras los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. Esta derogación no dispensa, sin embargo, a un país de respetar algunos derechos considerados inalienables. Los medios de comunicación turcos reaccionaron con ¿valentía? (podría dudarse con mucha claridad hoy al exteriorizarse la implicancia del casi seguro autogolpe presidencial) la noche del golpe de Estado. Mientras los tanques salían a la calle, las versiones online de los diarios, las emisoras de radio y las televisoras, leales u opositores al régimen del presidente Recep Tayyip Erdogan, defendieron desde sus tribunas las instituciones democráticas y condenaron a los militares que se levantaron contra el gobierno elegido democráticamente. “Era casi elegir entre la peste y el cólera”, contaba la tarde del martes un joven periodista de la versión turca de la cadena televisiva CNN, “pero no tuvimos ninguna duda. Somos muy críticos con este gobierno pero lo eligió el pueblo y teníamos que condenar el golpe”.

El papel esencial de la prensa forma parte del debate diario entre los turcos hoy, a cuatro días de la asonada militar. En Estambul, se percibe la queja de muchos habitantes por falta de información o por “reportes sesgados”, siempre a favor del gobierno, algo muy parecido a la Argentina de CFK y más luego del triunfo de octubre de 2011. Un fenómeno que amenaza con agudizarse. El día del alzamiento militar, los golpistas entraron en las instalaciones de la CNN turca, que no paró de emitir. Y a la vez difundió imágenes de sus propios periodistas, ayudados por personal de seguridad privada, desarmando y deteniendo a soldados. ¿Y cómo ves la reacción de estos días?, pregunta este enviado. “El gobierno va a ir a por cualquier voz disidente, pero no me arrepiento de haberle defendido el viernes”, dice el colega de la emisora, aunque es difícil ahora creerle… Este periodista sólo acepta hablar con la condición de mantener su anonimato porque lleva días recibiendo amenazas de muerte a través de sus perfiles en las redes sociales y en su celular. “Si alguien nos quiere hacer daño nos va a encontrar y ya no podemos confiar tampoco en el gobierno para nuestra seguridad. Pero esto tiene que parar un poco, es imposible que sigan despidiendo y deteniendo gente a esta velocidad”.

Además de los casi 7.000 detenidos y los más de 50.000 ciudadanos que han perdido el empleo, el gobierno de Erdogan ataca desde el sábado a cualquier medio de comunicación mínimamente crítico. Unos veinte diarios online están cerrados desde el lunes y la agencia que regula las autorizaciones de emisión anunció que suspende las licencias para “cualquier radio o televisión conectados o que apoyaran al grupo detrás del golpe”, en alusión a la red de Fethullah Güllen, exiliado en EE.UU. y acusado como promotor del golpe. La directiva, cuenta la agencia de prensa oficial Anadolu, es tan vaga que no identifica qué medios deben ser cerrados, dejando así manos libres al gobierno. Pero el gubernamental Consejo Supremo de Radio y Televisión Turcas canceló las licencias de 24 canales de televisión y radio y anuló las credenciales a 34 periodistas. La Federación Europea de Periodistas pidió al Consejo de Europa -del que Turquía es miembro- que actúe ante lo que considera violaciones de la libertad de prensa. La EFJ recordó la muerte a tiros el viernes del fotógrafo Mustafa Cambaz, del diario Yeni Safak. También sufrió heridas Emi Samiloglu, fotógrafo del Hurriyet Selçuk. El presidente de la International Federation of Journalists, Philippe Leruth, dijo que “hay claras violaciones de la libertad de prensa y los derechos humanos en Turquía. La situación está degenerando hacia más detenciones y más censura. La comunidad internacional no puede mantenerse silenciosa y no tomar ninguna medida concreta mientras cualquier forma de crítica es aplastada, amenazando los valores democráticos en Turquía”.

No todos los periodistas viven de forma tan dramática el día a día desde el golpe. Emre Kizilkaya, del Hurriyet -un diario que fue crítico con Erdogan pero cada vez es más acomodaticio con el dirigente turco-, explicó a Clarín que “la represión y la censura habrían sido mucho peores si el golpe hubiera triunfado, así que estoy feliz porque se salvó la democracia”. Kizilkaya no espera que el gobierno cierre más medios. “Los medios gülenistas ya estaban neutralizados y los demás, incluso los más críticos con Erdogan, se opusieron claramente al golpe”. El discurso de este periodista es contrario al de la mayoría con los que hable yo aquellos días en Estambul. En marzo fue intervenido Zaman, el principal diario conservador e islámico del país pero opositor al régimen de Erdogan. La Justicia cambió a sus directivos. Y del diario que denunciaba las corruptelas del entorno de Erdogan -y el envío de armas a facciones islamistas en Siria- sólo queda el nombre. Sus páginas son ahora puro elogio al presidente. Zaman, líder de la prensa turca hasta marzo, vendía 650.000 ejemplares al día. Ahora apenas llega a 10.000 al día. El comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa Nils Muiznieks dijo entonces que esa intervención “refuerza la extremadamente preocupante tendencia al acoso judicial hacia los medios y periodistas disidentes”.

El autogolpe de estado producido en Turquía hace apenas unos días atrás, muestra aquella posibilidad que pretendió imponer el régimen cristinista y que “no pudo ser” por la derrota electoral de 2013 en la provincia de Buenos Aires. El Erdogán argentino tras la figura de CFK era el ex Teniente General Cesar del Corazón de Jesús Milani, y su plana mayor de “generales de inteligencia”, por él encumbrados en la estructura de mando del EMC y el EMGEA. ¡Qué cerca por lo que estamos viendo, estuvimos de ser gobernados autoritariamente por aquel régimen netamente estalinizante!

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