Por Hernán Andrés Kruse.-

Apenas recuperado del problema de salud que lo obligó a estar dos días internado en el Sanatorio Otamendi, el precandidato presidencial por UC.PJ, Alberto Fernández, fue consultado sobre un eventual debate con su principal oponente, el Presidente de la Nación. Su respuesta fue contundente: “no tiene sentido debatir con quien miente todo el tiempo”.

El ex jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner dio en la tecla. Mauricio Macri ha demostrado a lo largo de estos insoportables tres años y medio de gobierno ser un mentiroso compulsivo. Su primera gran demostración de simulación tuvo lugar en el debate con Daniel Scioli en noviembre de 2015, previo al ballotage. Aseguró que con él en la presidencia no habría devaluación de la moneda ni tarifazos. El vocablo “ajuste”, prometió, no formaría parte de su diccionario político-económico y la protección del trabajo de cada argentino sería prioritaria. Que haya inflación, sentenció, es la más cabal demostración de la incapacidad de un gobernante en materia económica y dijo que la mejor evaluación que se le podría hacer al expirar su presidencia sería comparando nivel de pobreza de 2019 con el de 2015. Si durante su mandato no fue capaz de reducirla drásticamente, ello aseguraría su fracaso como presidente.

Como dijo el brillante Serrat no es que la verdad sea triste sino que no tiene remedio. El plan económico de Macri fracasó estruendosamente. El ajuste no ha parado de martirizar a los sufridos contribuyentes. A partir del 10 de diciembre de 2015 no han parado de subir el gas, la luz, el agua, el transporte, la prepaga, etc. Lo único que no subieron fueron los salarios y las jubilaciones. La pérdida del poder adquisitivo de la moneda fue una constante a lo largo de estos tres insufribles años y medio de gobierno macrista. Compare el lector lo que podía comprar con 100$ hace dos años y lo que puede comprar ahora con el mismo billete y tendrá una cabal noción de lo que se ha empobrecido.

Macri ha demostrado su incapacidad para solucionar el flagelo de la inflación. En 2016 rozó el 40%, en 2017 fue bastante menor y en 2018 casi llega al 50%. Todo indica que para este año la inflación será no menor al 40%. Pero el aspecto más grave de la política económica de Cambiemos ha sido su alocado endeudamiento. En estos tres años y medio la deuda externa se ha incrementado geométricamente, a tal punto que a comienzos de 2018 los lobos de Wall Street le bajaron el pulgar a Macri y al mejor equipo de los últimos 50 años. Sin financiamiento externo el gobierno se vio obligado a recurrir al prestamista internacional de última instancia, el FMI. En ningún momento Macri prometió someterse al FMI durante las campañas electorales de 2015 y 2017. Otra mentira más.

A partir de mayo de 2018 el manejo de la economía argentina quedó en manos de la mandamás del FMI, Christine Lagarde. Un año después todos los indicadores económicos son coincidentes: la situación económica de los argentinos ha empeorado dramáticamente. Mientras tanto, Macri no se cansa de machacar con su idea fija: “estamos transitando por el camino correcto. Soy consciente de lo mal que la están pasando muchos argentinos, pero es el precio a pagar por abandonar para siempre el populismo demagógico”. El problema es que el precio de la crisis lo están pagando los trabajadores, no los megaempresarios.

No falta tanto para que los argentinos ingresemos al cuarto oscuro para decidir nuestro futuro inmediato y mediato. Quiera Dios que el padecimiento al que nos está sometiendo la economía macrista haya servido de duro aprendizaje. Porque si Macri resulta reelecto quedará demostrado que los argentinos somos proclives al suicidio colectivo.

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