Por Hernán Andrés Kruse.-

La Cámara de Diputados le acaba de asestar un duro golpe a uno de los principios liminares del liberalismo jurídico: la igualdad ante la ley. En efecto, gracias al voto opositor los jueces siguen conservando el privilegio de no pagar ganancias, tal como sucede con el común de los mortales. Como bien expresa Aleardo Laría Rajneri en un artículo publicado el domingo pasado en El Cohete a la Luna, los jueces son más iguales que la gente.

Escribió el autor:

“Los jueces deben pagar el impuesto a las Ganancias por una razón muy simple: la plena vigencia del principio de igualdad ante la ley, base fundamental del Estado de derecho (…) Los argumentos a través de los cuales los jueces pretenden conservar su inusual privilegio son insostenibles, indignos de ser esgrimidos por personas que invierten varias horas del día en argumentar a favor o en contra de determinada interpretación legal. Según el primero de ellos, el salario no es ganancia y, por lo tanto, no debería tributar. Es una tesis pueril, dado que pone el acento en la denominación del impuesto (…) Por otra parte, si los jueces actuaran de modo coherente con tal argumento, deberían extender el privilegio al resto de los trabajadores, que tampoco perciben ganancias, sino salarios (…)”.

“Un argumento que utilizan los jueces se apoya en una discutida y discutible interpretación del artículo 110 de la Constitución Nacional, que señala que los jueces conservarán el empleo mientras dure su buena conducta y que recibirán una compensación que “no podrá ser disminuida en manera alguna” mientras cumplan sus funciones. Como es evidente, la Constitución prohíbe toda medida gubernamental arbitraria, dirigida a alterar la remuneración de un juez, pero de allí a interpretar que sus remuneraciones no deben sufrir deducciones impositivas de carácter general que afectan a todos los ciudadanos, media una enorme distancia (…)”.

Como señala Hugh Heclo en “Pensar institucionalmente”, las instituciones son algo más que simples procedimientos formales. Para elevarlas, es necesario adoptar un punto de vista interno en el que pensar institucionalmente sea un medio para fortalecer y legitimar a las instituciones entre los ciudadanos. Y hay dos instituciones de especial relieve en las democracias avanzadas: la Justicia y el gobierno. Toda invocación al valor intrínseco de una institución queda devaluada si los integrantes de esa institución no reconocen y promueven la primacía moral de los principios que dicen defender. En palabras de Heclo, “una cosa es que un jugador haga trampas y otra muy distinta es descubrir que los propios árbitros han sido los tramposos. Lo primero empaña la reputación de un deporte; lo segundo le asesta un golpe letal”.

Los jueces conforman una casta que se cree superior al resto de la ciudadanía. Es probable que crean que por tener la última palabra respecto a la libertad de una persona, no tienen por qué pagar el impuesto a las Ganancias. Ahora bien, lo mismo podría argumentar, por ejemplo, el cirujano que, en el quirófano, decide sobre la vida de un paciente. Sin embargo, el cirujano está obligado a pagar el impuesto a las Ganancias. Para los jueces su labor es más relevante que la de los cirujanos; en consecuencia, no están obligados a pagar dicho impuesto y los galenos sí lo están. Semejante privilegio es impropio de una genuina democracia republicana y liberal.

Macri y el lanzamiento de su nuevo libro

El ex presidente de la nación, Mauricio Macri, utilizó el predio de La Rural para presentar su nuevo libro “Para qué”, acompañado por Pablo Avelluto, su ex ministro de Cultura. Estuvo presente la plana mayor del macrismo y un numeroso público escuchó con atención sus palabras. Ya no hay duda alguna: Mauricio Macri se lanzó de lleno a la campaña por la presidencia el año que viene. Muchos pusieron en duda la voluntad del ex presidente para competir nuevamente por la presidencia. Quienes así lo hicieron evidentemente no tuvieron en cuenta lo que Macri es en verdad: un verdadero animal político, poseedor de una ambición de poder ilimitada. En este aspecto, Macri es igual a sus antecesores Cristina y Néstor Kirchner.

He aquí algunas de sus frases más picantes: “Somos el cambio o no somos nada”. “Necesitamos estar todos compactos, muy juntos, amuchados”. “Cuando uno está en el poder tiene que tener mucho cuidado, porque la raya entre manipular y mentir es muy finita. El que lidera está solo, tiene que tener resiliencia y se la tiene que bancar”. “Lo que te transforma en un buen o mal líder es si sos justo, eso se ve en cómo administrás los premios y los castigos”. “Si sos un mal líder cedes a la presión, a la extorsión, pero la buena gente no extorsiona”. “Esta gente (el gobierno) está dejando una bomba peor que la de 2015, nos van a dejar en el séptimo subsuelo” (fuente: Perfil, 24/10/022).

Tiene razón Macri al afirmar que quien manda debe bancársela, debe tener anchas espaldas para soportar todas las presiones, todas las extorsiones, todos los ataques. Quien se la bancó fue Cristina Kirchner durante sus dos períodos a cargo del Poder Ejecutivo. Durante sus ocho años de gestión fue permanentemente hostigada, agraviada, insultada. No tuvo un solo día de paz. En este sentido, si bien lejos estuvo de ser un lecho de rosas, la presidencia de Macri fue más “calma”. Su luna de miel duró dos años. Desde que sumió hasta la histórica pedrada contra el congreso en diciembre de 2017, Macri gozó de las mieles del poder. Al despuntar 2018 Wall Street le bajó el pulgar y todo comenzó a ser cuesta arriba para el presidente. Sus dos últimos años fueron una pesadilla. Tal fue así que el 10 de diciembre de 2019 no tuvo más remedio que entregarle el poder a su sucesor, Alberto Fernández.

Macri, quien está muy confiado en retornar a la Casa Rosada, afirmó que la herencia que dejará el FdT es de terror. Está en lo cierto. Pero olvidó decir que en buena medida semejante herencia está íntimamente ligada a su decisión de contraer con el FMI una deuda impagable. En efecto, la razón de ser de la designación de Guzmán en la cartera económica fue contar con un funcionario experto en la renegociación de la deuda externa. Lamentablemente, su accionar al frente del ministerio fue muy malo. Pero ello no invalida lo expresado más arriba: Macri es un gran responsable de la debacle actual de la Argentina.

En su edición del 24/10 Perfil publicó un fragmento del libro del ex presidente. Escribió el autor:

“El mundo no confía en la Argentina (…) El kirchnerismo convirtió a nuestro país en un estafador serial ante todos los que confiaron su dinero e invirtieron. Aun dando un giro de 180 grados en materia de política económica, el mundo querrá, con toda lógica, ver primero con sus propios ojos la sustentabilidad y el compromiso genuino del nuevo gobierno. No habrá nuevas inversiones en nuestro país hasta tanto no hayamos sido capaces de mostrar que el cambio es definitivo y no tiene marcha atrás (…) He escrito ya que el gradualismo fue producto de nuestra debilidad y no de nuestra vocación. El próximo gobierno será más fuerte y su fortaleza requerirá que las reformas estructurales se sancionen en las primeras horas (…) Debemos tener la valentía de terminar de inmediato con legislaciones obsoletas en materia laboral, sindical, previsional y fiscal. Es otro de mis aprendizajes en la presidencia. Lo que no se hace de entrada es muy probable que no se pueda hacer nunca (…)”.

“Quiero plantearlo con todas las letras; el estado argentino, tal como lo conocimos, ha colapsado (…) Existe una larga lista de empresas públicas que deberán pasar a ser gestionadas por el sector privado sin excepciones o que deberán ser eliminadas (…) A diferencia de lo ocurrido en otros períodos de nuestra historia, estamos en condiciones de emprender estas transformaciones de cara a la sociedad sin permitir la corrupción (…) Juntos por el Cambio debe volver al poder con el objetivo de construir un capitalismo verdadero en la Argentina (…)

El mensaje es claro y contundente. De obtener el triunfo el año que viene Mauricio Macri no dudará en aplicar el bisturí a fondo. Ello significa que aplicará un ajuste muy fuerte, quizá impiadoso. Este fragmento del libro de Macri me hizo acordar, por su dureza, al mensaje de asunción de Carlos Menem en julio de 1989 cuando anunció lo que se venía en materia económica. Los resultados de la política económica implementada en aquel entonces fueron desastrosos. ¿Por qué ahora sería diferente? Sin embargo, para Macri el problema no es la naturaleza de la política económica que piensa imponer, igual a la de su primer mandato, sino que en aquella oportunidad actuó como una paloma, es decir, fue demasiado gradualista. Se trató de un error que ahora no cometerá. En consecuencia, aplicará una política de shock cuyas consecuencias sociales y económicas pueden ser devastadoras. Actuará como un halcón.

Qué duda cabe que el crecimiento electoral de Javier Milei mucho tiene que ver con esta radicalización del ex presidente. Macri es consciente de la derechización del electorado, influenciado por lo que sucede en varias partes del mundo, como en Italia, donde acaba de asumir como primera ministra una admiradora de Mussolini. La irrupción de Milei en el escenario electoral lo ha obligado a adoptar posturas duras que en otras circunstancias hubiera desechado. No le queda más remedio que mostrarse como un intransigente, un ortodoxo, aunque en el fondo de su alma prefiera el gradualismo.

Alberto ¿puede ser reelecto en 2023?

Pocas veces en la historia el Sillón de Rivadavia fue ocupado por un presidente tan débil y carente de autoridad como Alberto Fernández. Incapaz de retener a sus ministros, observa con estupor la dramática licuación de su gabinete. Las renuncias que se suceden sin solución de continuidad ponen en evidencia un escenario cercano al vacío de poder. Consciente de su precaria situación el presidente aparentemente ha decidido lanzar al ruedo la versión de su intención de ir por la reelección el año que viene. No fue casual que Aníbal Fernández haya expresado hace unos días la voluntad del presidente en ese sentido.

Ahora bien ¿por qué el ministro político con más experiencia del gabinete afirmó semejante cosa? Nadie duda que no lo hizo motu proprio sino por encargo del presidente. Vale entonces reformular la pregunta: ¿por qué Alberto blanqueó su decisión de ir por la reelección en 2023? La lógica política ha enseñado que todo presidente debe evitar ser visualizado como un pato rengo, como un dirigente que ya fue, para utilizar una expresión coloquial. Porque si ello sucede su autoridad desaparece por completo. Queda reducido a un mero presidente formal a quien nadie presta atención. El poder se le escurre de sus manos y pasa a ser propiedad de otro dirigente. Al ser un pato rengo sus decisiones valen muy poco, son ignoradas, caen en saco roto. Alberto es perfectamente consciente de que la reelección es inalcanzable, pero se muestra confiado en conseguirla para brindar la imagen de firmeza, para demostrar que sigue mandando.

Pero puede también suceder que Alberto realmente crea en sus chances de ser reelecto. Lejos de verse como un pato rengo, puede considerarse el único dirigente del FdT capaz de evitar la derrota en las presidenciales del año próximo. Veamos. ¿Quiénes, además de Alberto, están en condiciones de competir en 2023? La respuesta es obvia: Cristina y Massa. La pregunta que seguramente se estará formulando Alberto es la siguiente: ¿Tendrán intenciones de competir por la presidencia Cristina y Massa? Su razonamiento puede ser el siguiente: es probable que Cristina se refugie en la provincia de Buenos Aires, para lanzarse nuevamente al Senado. Además, no sería extraño que a fin de año la Justicia la condene (causa vialidad), lo que dañaría severamente sus chances de alcanzar la presidencia. Por su parte, Sergio Massa puede esperar. La biología juega en su favor. Si las condiciones no están dadas para el año próximo, lo mejor será para él esperar hasta 2027. En consecuencia, yo soy el único candidato del oficialismo para competir con la oposición. Si no están Cristina y Massa, ¿qué otro dirigente del FdT puede hacerme sombra?

No sería extraño que Alberto razone de esa manera. Pero hay, por el momento, un escollo insalvable: la inflación. Una inflación anual de tres dígitos destroza toda chance de victoria del oficialismo, aquí y en cualquier parte del mundo. Alberto necesita imperiosamente que la inflación descienda hasta límites que sean tolerables para la gente (3% o 4% mensual). En caso contrario, la suerte del FdT está echada. Da toda la sensación, por ende, que por el momento la intención de Alberto es hacer todo lo que esté a su alcance para no ser visualizado como un pato rengo.

Ahora bien, imaginemos que a partir de marzo próximo la inflación comienza a descender. En ese caso comenzarían a crecer las chances del FdT. En ese escenario Alberto no dudaría en confirmar su deseo de ser reelecto. Si finalmente Cristina y Massa deciden no competir, el presidente se convertiría automáticamente en el único candidato por el FdT. Con una inflación en baja ¿tendría chances realmente de ganar? Es imposible brindar una respuesta categórica en estos momentos. Lo más probable es que si la inflación cede aumenten las chances de que el peronismo se una en torno a su candidatura. Si ello llegara finalmente a suceder, la oposición cometería un grave error si lo subestima.

El diagnóstico de Roberto Cachanosky

En su edición del 25/10 Infobae publicó un artículo de Roberto Cachanosky titulado “Para salir de la decadencia se necesitará un liberalismo en serio”, en el que afirma que sólo aplicando un genuino programa económico liberal el país logrará emerger de la ciénaga en la que se encuentra desde hace mucho tiempo. Cree que la herencia económica del kirchnerismo será tan tremenda que le exigirá al nuevo gobierno, que descuenta será el de JxC, fortaleza y decisión para llevar a la práctica las bases del plan que propone. Son las siguientes:

“1) Una reforma monetaria, porque la Argentina no tiene moneda;

2) Una amplia desregulación de la economía para liberar la capacidad de innovación de la gente y, sobre todo, terminar con focos de corrupción de los “negocios” cautivos;

3) Actualización de la legislación laboral que termine con la industria del juicio;

4) Reforma del Estado para bajar el gasto y mejorar la calidad del mismo en las áreas en que el estado tiene que prestar servicios como, por ejemplo, seguridad, defensa, justicia, etc.;

5) Reforma impositiva que lleve a una baja de la carga tributaria y una simplificación del sistema. Además, para evitar que la AFIP sea usada como la KGB, sancionando una ley de defensa del contribuyente. La actual ley de procedimiento fiscal es arbitraria y permite fusilar al contribuyente, al amanecer, en la plaza mayor y sin juicio previo. Es un cúmulo de arbitrariedades al que se somete al contribuyente;

6) Integrar la economía al mundo, porque la única manera de atraer inversiones es para producir en volúmenes, y eso se logra con exportaciones. La economía argentina puede llegar a exportar por USD 700.000 millones al año, o más, si alcanza los porcentajes de participación en el comercio mundial que tuvo hasta mediados del siglo XX cuando estuvo integrada al mundo; y

7) Terminar con la maraña de planes sociales y dejar uno solo para los que están en edad de trabajar. Quién reciba un plan social tendrá que obligatoriamente anotarse en un curso de capacitación de oficios como puede ser electricista, plomero, carpintero y tantos oficios que hoy escasean en oferta”.

Se trata de un clásico programa liberal defendido desde siempre por Cachanosky. Pero el problema excede lo económico. Se trata de una cuestión eminentemente política. Porque lo que cabe preguntarse es si Macri gozará del necesario poder para implementar un programa de semejante índole. Imaginemos que el triunfo fue tan holgado que a partir del 10 de diciembre de 2023 el flamante presidente goza de mayoría en ambas cámaras. Un problema solucionado. Ahora bien ¿cómo hará para “convencer” al poder sindical de las bondades del plan? Si los caciques sindicales consideran que el plan de Macri es una declaración de guerra y deciden, en consecuencia, enfrentarlo, ¿podrá Macri garantizar la paz social? Porque si el flamante presidente decide aplicar un programa económico como el propuesto por Cachanosky-y todo parece indicar que está dispuesto a hacerlo-¿estará dispuesto a ejecutarlo hasta las últimas consecuencias? ¿Estará dispuesto, por ejemplo, a asumir los costos de eventuales hechos de violencia protagonizados por las fuerzas de seguridad al intentar mantener el orden público? ¿Podrá soportar, por ejemplo, un paro por tiempo indeterminado de la CGT al comienzo de su mandato? ¿Podrá soportar, por ejemplo, un acampe por tiempo indeterminado en el centro de CABA? Nadie duda de la racionalidad ni de la buena fe de la propuesta de Cachanosky. El problema es si se puede llevar a la práctica.

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