Por Hernán Andrés Kruse.-

DISCURSO PRONUNICADO EN LA MANIFESTACIÓN REALIZADA EN SU HONOR, EL 12 DE AGOSTO DE 1890

“Conciudadanos: Me creo relevado de analizar la justicia y la legitimidad de la revolución como recurso superior de las sociedades, cuando atraviesan por la situación a que habían llevado a la nuestra sus malos mandatarios. Al ser colocado al frente de este movimiento de reacción, con la visión clara de mi responsabilidad y mi deber, comprendí que la hora de realizar ese recurso supremo había llegado, para despejar las sombras, que de día en día y en acción vertiginosa se extendían sobre el horizonte límpido y hermoso de la patria. La revolución, señores, era inevitable desde que todos los resortes constitucionales, todos los medios de reparación, que constituyen los derechos y las libertades del pueblo, habían sido aniquilados y desconocidos por sus gobernantes. Habiendo consultado a toda la república en sus hombres más puros y pensadores, al mismo tiempo que al ejército y a la armada en sus miembros más distinguidos y caracterizados, adquirí el convencimiento de que la convicción serena de su frente era la expresión, la reclamación del sentimiento argentino cuya sanción y confirmación es notoria en todas sus manifestaciones.

Desde entonces, señores, me consagré por completo a la realización de este mandato, que en eco vibrante ha llegado de momento en momento de todos los ámbitos de la república. Y con toda modestia, pero en cumplimiento de mi deber, presento a la consideración pública-para que forme juicio sobre si he sabido interpretar o estar a la altura de tan importante misión-los amplios y honorables elementos que organicé en prosecución de esta reclamación de la patria, con todo el tino y prudencia que la situación requería en medio del más vivo espionaje y seguido en todos los momentos. Y si la revolución, señores, no tuvo éxito en el combate, por circunstancias complejas, debo también confesar ingenuamente, que mucho influyó su propia exagerada gentileza, y me es simpático confundirme en esa responsabilidad. La revolución debió estallar en casi la totalidad de la república; pero halagado por la idea de que triunfara sin la más mínima efusión de sangre, si fuera posible, habíamos preferido que solo aquí tuviera lugar, creyendo que la situación que alcanzara determinaría la suerte de toda la república.

Yo, señores, me congratulo íntimamente de haber contribuido a que el pueblo argentino se halla levantado unísono con la energía y virilidad de su carácter a protestar, como corresponde, de sus oprobiosos mandatarios, quedando de hoy en más de pie, firme y sereno con la conciencia de su deber, porque a mi juicio, es este el verdadero y fundamental triunfo de la revolución. Sí, señores; lo único que nubla mi espíritu es el recuerdo de los que han caído víctimas de tan sagrado deber y para los que pido la gratitud argentina, aunque comprendiendo que algún sacrificio era indispensable para reparar tan deplorable situación. La revolución iba a estallar otra vez, iniciándose enseguida, mucho más grandiosa que lo que acababa de ser; pero la resolución del Presidente la ha desarmado legítimamente, desde que ella no tenía otro objeto que apartar las obstrucciones que se le hacían al pueblo en el ejercicio de todos sus derechos.

Y es necesario no olvidar que la parte principal de la acción le corresponde al pueblo; como es necesario no olvidar tampoco, que los hombres de bien deben unirse; que la opinión pública debe vigorizarse por la cohesión para hacer prevalecer la voluntad nacional en las emergencias futuras de la vida política, ya que la obra emprendida por la Unión Cívica debe ser continuada con la misma actividad y energía del presente, porque el rayo de luz espiritual que el Creador ha impreso sobre nuestra frente como Nación, nos impone sagrados y altos deberes en el concierto humano, siendo ésta nuestra tradición gloriosa; y si nuestros padres han concurrido con sus esfuerzos a la conquista del derecho y de la libertad en una gran parte del continente sudamericano nosotros tenemos el deber de enseñar y difundir ese derecho, conservando siempre celosos el sentimiento de esa libertad en todas sus manifestaciones, perfeccionándonos de día en día, constituyendo una moral propia en todas las esferas de la vida, que sirva de enseñanza y de fuente inspiradora para todos los pueblos, porque nuestra vida política debe ser un certamen de honor y de competencia, y cuando nos hayamos organizado bajo estos severos preceptos morales, y hayamos tomado el puesto que nos está señalado en la marcha del mundo, recién entonces podremos experimentar la dulce y retempladora melancolía que produce la conciencia del deber cumplido en su más alto concepto. He dicho”.

DISCURSO PRONUNICADO EN EL GRAN MITIN DEL ROSARIO, EL 24 DE AGOSTO DE 1890

“Conciudadanos: Bienvenidos seáis a ocupar el puesto que vuestro deber os señala; bienvenidos seáis a tomar participación en esta verdadera revolución política y social. Este país había llegado al extremo de ver comprometido el honor nacional. No existía más que la dignidad ultrajada, la libertad perdida, la dilapidación entronizada, la esclavitud constituida, y las voces de ultratumba de nuestros mayores nos pedían estrecha cuenta de nuestro silencio, de nuestra conducta, de nuestra debilidad, de sus sufrimientos ante el escarnio y la befa y el absolutismo de los poderes públicos. Hubo un sacudimiento general; despertó la opinión, y el pueblo se ha dispuesto a romper las cadenas que le oprimían: por eso vemos ese estallido de entusiasmo, esa explosión de sentimientos que a todos nos unen en la llama vivificadora del patriotismo. ¡Desgraciados los pueblols que se hallan animados por el sensualismo! ¡Desgraciados los pueblos que no tienen ideales! Por no tener ideales cayó la antigua Roma con toda su corte de bajezas y de inmoralidades; por no tener ideales cayó el Perú en la postración más abyecta; por no tener ideales Francia fué esclava de los reyes y pasto de los palaciegos; por no tener ideales la República Argentina ha sufrido la ignominiosa presidencia de Juárez.

Porque en momentos de angustia olvidamos estos sagrados ideales, porque hicimos de nuestras comodidades materiales, concentración de nuestros sentidos y aspiración única de nuestros espíritus, nos hemos visto vejados, ultrajados y deshonrados en nuestras afecciones más caras, sin que a duras penas asomase el sonrojo en nuestras mejillas y palpitaran de vergüenza nuestros corazones. Al fin miramos a nuestro alrededor, consultamos nuestras conciencias, levantamos nuestras frentes, sacudimos nuestro letargo, nos inspiramos en nuestras convicciones, dirigimos los ojos hacia la bandera de la patria, y el pueblo ha recuperado su dignidad y se halla dispuesto a sostenerla, aleccionado por el pasado.

En esta regeneración política y social, el ejército ha hecho causa común con el pueblo. El ejército está constituido para defender las leyes y las instituciones, no para servir de pedestal a las tiranías; y por eso el ejército, que es argentino, y por lo tanto patriota, al ser hollados los fundamentos de la nacionalidad, al contemplar menospreciadas las libertades y suspendidas todas las garantías, al ver mansillado cuanto más noble y más digno y más santo conservan los códigos del país, al vislumbrar la ruina moral y económica de la República, precipitada por un hombre y una camarilla dueña y señora de vidas y haciendas, se levantó en cumplimiento de su deber y fue a la lucha a pelear y a morir por la causa del pueblo, que era su causa: por la ley y por la libertad.

Nos hallamos en los principios de la senda colocada frente a nuestros ojos, y es necesario recorrerla hasta el fin, en todas sus escabrosidades, a costa de todos los sacrificios, como corresponde a nuestra historia y a nuestros antecedentes nunca desmentidos ni manchados. Dejad esa tendencia de esperarlo todo de los gobernantes y grabad en vuestra conciencia la convicción de que este proceder rebaja el nivel moral de los pueblos. Cuando un hombre esté en el poder, necesita el consejo, el apoyo, el cariño y el aliento de sus gobernados, que han de ser sus amigos, no sus vasallos; pero si ese hombre se olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, si no por la razón, por la fuerza”.

TESTAMENTO POLITICO

“He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir: ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble! He luchado de una manera indecible en estos últimos tiempos, pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han sido incapaces para detener la montaña… ¡y la montaña me aplastó! He dado todo lo que podía dar; todo lo que humanamente se puede exigir a un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado… y para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. Entrego decorosa y dignamente todo lo que me queda: mi última sangre, el resto de mi vida. Los sentimientos que me han impulsado, las ideas que han alumbrado mi alma, los móviles, las causas y los propósitos de mi acción y de mi lucha, en general en mi vida, son, creo, perfectamente conocidos. Si me engaño a este respecto, será una desgracia que yo ya no podré ni sentir ni remediar. Ahí está mi labor y mi acción desde largos años, desde muy joven, desde muy niño, luchando siempre de abajo. No es el orgullo que me dicta estas palabras, ni es debilidad en estos momentos lo que me hace tomar esta resolución. Es un convencimiento profundo que se ha apoderado de mi alma en el sentido que lo enuncio en los primeros párrafos, después de haberlo pensado, meditado y reflexionado, en un solemne recogimiento.

Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo, por cuya noble causa he luchado constantemente. En estos momentos el partido popular se prepara para entrar nuevamente en acción en bien de la patria. Esta es mi idea, este es mi sentimiento, esta es mi convicción arraigada, sin ofender a nadie. Yo mismo he dado el primer impulso, y sin embargo, no puedo continuar. Mis dolencias son gravísimas, necesariamente mortales: ¡Adelante los que quedan! ¡Ah, cuánto bien pudo hacer este partido, si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores! ¡No importa! todavía puede hacer mucho. Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellos le dieron origen y ellos sabrán consumar la obra: ¡deben consumarla!

1 de Julio de 1896”.

(*) “Discursos y escritos” (Editores-Ferrari Hermanos-Buenos Aires-1914).

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