Por Hernán Andrés Kruse.-

De manera sorpresiva el expresidente Mauricio Macri acaba de anunciar su decisión de no competir por la presidencia. Confieso que al enterarme de la noticia quedé sorprendido porque estaba convencido de que Macri, un animal político de aquellos, iría por su revancha. Sin embargo, decidió no hacerlo. La pregunta que cabe formular se cae de madura: ¿por qué tomó una decisión que provocó un fuerte impacto en el tablero de la política nacional?

A continuación transcribo el texto dado a conocer por el ex presidente en el que explica los motivos de su renuncia a pelear por la presidencia. Dijo Macri (fuente: Infobae, 26/3/023):

“Comparto con todos ustedes la certeza actual de que la Argentina está en un estado difícil de reconocer. Estamos a la deriva, sin conducción, aislados del mundo, solos. La angustia que produce esta situación se ubica en el medio del pecho. Es ahí donde millones de argentinos sienten el miedo de quedarse sin trabajo. El miedo de necesitar ayuda para la salud y no conseguirla, a que la jubilación no alcance, a que nos roben, a que nuestros hijos se vayan del país. Ese es el temor a que todo empeore aún más y se convierta el futuro en una amenaza en vez de una esperanza. Pero tengo la convicción de que este tiempo oscuro ya empezó a terminar. Lo siento en el corazón y confío en la decisión de los argentinos de dejarlo atrás para siempre. Sé que millones de personas tienen el deseo de que volvamos a trabajar juntos en la dirección que comenzamos allá por 2015. Una dirección que tristemente se interrumpió en 2019.

¿Pero cómo llegamos a estar así? Son muchas las razones pero quiero plantear una que venimos repitiendo hace décadas. Hace casi 80 años una parte importante de la sociedad argentina eligió creer en personajes que supuestamente los llevarían a una vida mejor. Muchos argentinos de buena fe depositaron sus esperanzas en ellos, y les dieron la responsabilidad de producir los cambios que se necesitaban pero este tipo de liderazgos terminó siendo muy dañino para el país. Le dio un poder desproporcionado a personas tan falibles como cualquiera. Este liderazgo paternalistas desalentó a los argentinos a asumir su propia responsabilidad, su propia responsabilidad en los cambios que querían para sus vidas y esa subordinación nos trajo hasta acá, a un país con mas de la mitad de los argentinos pobres, con la economía arrasada, acechados cada vez mas por el narcotráfico.

Nunca creí en ese modelo porque se fundamenta en el caudillismo, en el capitalismo de amigos, en la forma autoritaria de gobernar. Yo creo en los individuos, en ustedes trabajando en conjunto. Me escucharon hablar mil veces de la importancia de los equipos, de la sana competencia entre los mejores. Hace unos meses los argentinos fuimos enormemente felices gracias al triunfo de la Selección Argentina en Qatar. La selección apostó a un liderazgo de equipo, apostó a la suma de individuos detrás de un objetivo aún teniendo en la cancha al mejor jugador de toda la historia de la humanidad. Pero el resto no esperó que fuera el que lograra la victoria. Cada uno de los jugadores asume por completo el desafío. Todos brillaron, todos sufrieron, todos lucharon al final y todos ganaron. No ganó el líder, ganó el equipo, y así ganamos todos los argentinos. Este éxito fue producto de una responsabilidad compartida y yo creo en esa forma de gobernar. Así gobernamos entre el 2015 y el 2019. No hubo personalismos, hubo un verdadero trabajo en equipo entre el gobierno y los ciudadanos.

Ahora tenemos que estar muy atentos porque en situaciones difíciles enseguida salimos a buscar una personalidad mesiánica que nos de seguridad. Juntos por el Cambio ha logrado superar esa falsa ilusión del individuo salvador. Lo hemos hecho siempre manteniendo la unidad en los momentos complejos que hemos transitado. Lo estamos demostrando con la gran cantidad de dirigentes nuevos, competitivos y diferentes que tenemos hoy. Estamos convencidos de que ese es el equipo que la Argentina necesita para comenzar. Por esto quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección Hay que agrandar el espacio político del cambio que iniciamos y tenemos que inspirar a los demás con nuestras acciones. Voy a seguir defendiendo la libertad, la democracia, los valores que compartimos como siempre lo he hecho. Y lo haré siempre al lado de ustedes con la seguridad de que los argentinos hemos madurado y no nos vamos a dejar pisotear más por el populismo. Confío mucho en el aprendizaje de estos años. Confío en que van a elegir a quien mejor nos represente y que esa persona va a contar con el apoyo de todos. Nunca más vamos a tener una marioneta como presidente.

Quiero terminar este mensaje siendo agradecido. Gracias por la madurez de avanzar en la dirección correcta sabiendo que era un camino difícil. Gracias por la veces que salieron espontáneamente a las calles para defender pacíficamente lo que creían, gracias por la determinación que compartimos en esas marchas del ‘sí, se puede’, gracias por el valor de expresar su apoyo cuando mas fácil callarse que mostrarse y gracias por el cariño que me muestran en todo el país y el respeto que tienen por mi familia (…)”.

El texto consta de dos partes. En la primera el ex presidente hace un diagnóstico de la situación actual por la que atraviesa la sociedad. Considera que el gran culpable de nuestra decadencia es el populismo y señala como punto de inflexión histórica la asunción de Perón como presidente en 1946. Perón fue, en efecto, un caudillo mesiánico, megalómano. Fue el mejor exponente de lo que José Luis Romero denominó “democracia inorgánica”. Pero Perón lejos estuvo de inaugurar dicho régimen político. La democracia inorgánica nació de la mano de la Revolución de Mayo, en aquel lejano 25 de mayo de 1810. A partir de aquel histórico momento las provincias que fueron surgiendo cayeron en manos de caudillos que impusieron su poder a sangre y fuego. El caso más emblemático fue el de Facundo Quiroga. Cómo habrá sido su influencia que Sarmiento le dedicó un libro que es un clásico de nuestra literatura.

Macri afirma estar en la vereda de enfrente de este tipo de democracia. Se muestra partidario de la democracia liberal, de la democracia consagrada por la constitución de 1853. Sin embargo, siempre se comportó como un caudillo o, si se prefiere, como un patrón de estancia. Tanto en Boca Juniors, como en la CABA y la Casa Rosada, fue un autócrata con buenos modales. También afirma que aborrece el capitalismo de amigos. Justo él, cuyo apellido es sinónimo, precisamente, de capitalismo de amigos. No hay que olvidar que su padre, el calabrés Franco Macri, hizo su fortuna negociando con el gobierno de turno durante varias décadas. Tampoco hay que olvidar su aceitado sistema de espionaje ilegal, del que fueron víctimas varias personas, entre ellas un allegado a su propia familia.

Macri reivindica su presidencia. Si fue tan exitosa ¿por qué no logró ser reelecto? Los dos últimos años fueron un verdadero calvario. Desde que tomó la decisión de pedir plata al FMI perdió el control de su gobierno. Todas las variables económicas se desplomaron. La inflación y la pobreza comenzaron a crecer alocadamente, al igual que el malhumor social y el dólar. Semejante descalabro provocó su derrota en el ballotage, aunque, cabe reconocer, por escasísimo margen.

Luego de poner como ejemplo a la selección dirigida por Scaloni, anuncia su decisión de no competir por la presidencia. Afirma que hay que abrir el espacio, trabajar en equipo para sacar al país de la ciénaga en la que está sumergido. Realmente cuesta creerle a Macri. Cuesta hacerlo porque, como afirmé precedentemente, estamos en presencia de un animal político, de una persona que ama competir, que no tolera perder, que es soberbio y altanero, que se cree superior a los demás.

Sólo hay, por ende, una sola razón que explica semejante decisión: los números no le dan. Así de simple. Así de contundente. Elisa Carrió, que lo conoce muy bien, acaba de afirmarlo. Macri se bajó de la pelea por la presidencia porque se dio cuenta de que si lo hacía estaba condenado a hacer un papelón histórico. Antes de sufrir semejante humillación prefirió quedarse en su casa. No hizo más que imitar a otro animal político, el ex presidente Menem, que antes de sufrir una derrota estrepitosa en el ballotage de 2003, prefirió no presentarse.

Otra pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿y ahora? Ahora, seguramente recrudecerá la lucha entre Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y el radicalismo. Es probable que el grueso de los seguidores de Macri se incline por Bullrich, quien desde el principio no hace más que enarbolar la bandera del antagonismo. Sin Macri en el centro del ring el FdT se quedó sin el enemigo perfecto. Deberá reemplazarlo por otro enemigo, y la mejor candidata es, qué duda cabe, Patricia Bullrich. Pero el oficialismo tiene un problema mucho más serio que la renuncia de Macri. Me refiero a la ausencia de un candidato capaz de competir seriamente por la presidencia. La única candidata es, obviamente, Cristina. Pero la vicepresidente anunció recientemente que no competirá. Sólo quedan, por ende, el presidente y el ministro de Economía, ambos con imágenes negativas altísimas. Como puede observarse el FdT está aparentemente en un callejón sin salida. ¿Y Javier Milei? No hará de aquí en adelante otra cosa que rogar por el empeoramiento de la economía ya que esa tragedia le permite crecer en las encuestas. Mientras tanto, la sociedad está en otra cosa (inflación, inseguridad, narcotráfico, etc.).

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