Por Silvio Pedro Pizarro.-

Hemos sido informados de una reunión inusual en el ambiente eclesiástico, político y social realizada en el Vaticano entre el Papa Francisco y Hebe de Bonafini, madre de plaza de Mayo. Fue a solas en Santa Marta y su duración se acercó a las tres horas.

Esta entrevista pública, aunque de carácter privado, fue objeto de variados comentarios en el país y en el extranjero dado que careció de motivos de importancia internacional que la justificara, teniendo en cuenta la investidura que reviste como Jefe de Estado Bergoglio y el hecho de que ambos interlocutores eran argentinos.

Las partes pueden guardar secreto acerca de los temas tratados en tan prolongada sesión o bien darlos a conocer conjuntamente o por separado, conforme a lo acordado.

En este caso, uno de los participantes se expidió unilateralmente al término del encuentro, Hebe de Bonafini, manifestando que había expresado fuertes críticas al gobierno del presidente Mauricio Macri, por los despidos, por los jóvenes sin trabajo, por la persecución de la policía a los niños y por el cierre de fábricas.

Dijo textualmente: “Nos abrazamos un largo rato y se sentó a mi lado. Le dije que tenía una misión muy difícil, que nuestra patria necesitaba de su palabra, que en cinco meses este gobierno destruyó lo que hicimos en doce años, que hay mucha violencia institucional pero que hay también de la otra”. Aseguró haber pedido al Papa que visite pronto a su país, “porque lo necesitamos”.

Denunció una “persecución judicial” contra la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner a la cual, sostuvo, “la quieren meter presa” y por eso “le abren un juicio, y otro, y otro”, pero “no encuentran nada” Y de la jerarquía de la Iglesia que es muy conservadora. “Le dije que los obispos eran muy conservadores y que los sacerdotes son una maravilla, los que trabajan”

No es del caso analizar los dichos y las acusaciones formuladas por la señora Bonafini, que dejamos a la consideración de los lectores.

Lo que opinamos objetivamente con un fuerte grado de certeza, es que la entrevista fue netamente de carácter político, salvo que se produzca una negativa descalificadora de la contraparte.

Lo que resulta indudable es que la señora Bonafini se ha desubicado y ha confundido totalmente las funciones que cumple el Sumo Pontífice al solicitarle intervención en los problemas políticos del país.

Ella dice que se arrepintió de las ofensas y acusaciones que le hizo repetidamente en términos obscenos y ofensivos y que Francisco la perdonó, pero resulta evidente que esa no fue la causa que la llevó a esa entrevista, toda vez que al menos avisado no se le escapa que la manera indicada de obtener ese perdón hubiera consistido e arrodillarse frente al Papa sacerdote en un confesionario de la Catedral a la vista de propios y extraños, luego cumplir con la penitencia impuesta por sus pecados y retirarse con la cabeza baja.

En cuanto al Papa, estricto cumplidor del protocolo, como lo demostró en su momento, al evitar una felicitación al nuevo presidente de su país, debe asumir la responsabilidad de aclarar las versiones públicas de su imprudente entrevistada, autorizando o desautorizando las mismas, pues lo ha colocado en una posición de suma gravedad con respecto a las sagradas funciones que lleva a cabo en un ministerio de naturaleza universal y en su carácter de Jefe de Estado en el orden internacional.

Share