Por Luis Alejandro Rizzi.-

Ortega decía que las generaciones se sucedían cada quince años y en la Argentina parecería que está apareciendo una nueva generación de gente nacida entre 1965 y 1975, gente que hoy cuenta entre 50/52 y 40 años y de la que Mauricio Macri y Sergio Massa serían sus exponentes extremos.

Esta generación es ajena a ese pasado escabroso que ocurrió entre 1930 y 1980 y en cierto modo convivieron con regímenes políticos republicanos y democráticos, si bien con bastantes imperfecciones y desvíos, pero por lo menos se mantuvieron las formalidades, se mantuvieron los tres poderes de la Nación, se cumplió con los sucesivos calendarios electorales y se respetaron sus resultados.

Es bastante si comparamos con lo ocurrido entre 1930 y 1976.

Mauricio Macri y Sergio Massa tienen otra mirada sobre la realidad, son dirigentes que están demostrando que tienen ideas sobre los que es el mundo, la vida y las relaciones humanas.

En torno a ellos se aprecia la existencia de un núcleo dirigencial que sabe pensar y sobre todo que hace culto del diálogo y el viaje que harán en conjunto a Davos es una muestra cabal que una nueva generación con otro repertorio de ideas se está haciendo cargo de la conducción del país.

Un rasgo que nos distingue de épocas anteriores es que se tomó conciencia que la conducción de una nación depende tanto de quienes ocupan cargos de gobierno, como de los que conforman la oposición y juzgan importante el ejercicio de la crítica.

Esa suerte de amalgama política es la raíz de esa virtud republicana que es la previsibilidad y que ha estado ausente de la Argentina desde el golpe militar de 1930.

Mauricio Macri ha dado muestras, ya lo había hecho durante su gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que sabe escuchar y que valora las críticas a su gestión y Sergio Massa está delineando esa diferencia que existe entre «colaborar alrededor de las patéticas míserabilidades» de las que hablaba don Hipólito Yrigoyen y la de aportar consenso y sana crítica a las necesidades de la Nación.

Es obvio que Sergio Massa especula, en el sano sentido de esa palabra, con su futuro político y sus posibilidades de postularse con éxito a la presidencia de la Nación, pero también es cierto que contribuye a generar una nueva cultura política, alejada del populismo barato y cruel.

Está quedando atrás otra generación que contrariamente a lo que decía Ortega perduró mucho más de quince años y de esa generación, bochornosa para «todas y todos» es un exponente muy claro la dinastía «k» , que incluye no sólo a la familia Kirchner, sino a ese conjunto de personas que se encargó de hurgar, fomentar y lucrar en su propio beneficio con los peores vicios de la sociedad.

Los Aníbal, los «coqui» , la cámpora, los Rossi, los de Vido, los Moreno y tantos otros que durante estos doce años agobiaron a la Nación son la expresión de esas generaciones que se sucedieron con un mismo repertorio de ideas desde 1930 hasta 1983.

Esas generaciones, que quizás constituyeron una única generación que perduró durante más de 40 años fueron las que dirigieron este largo proceso de atraso y retroceso de un país que hasta 1920 o un poco más ocupaba los primeros puestos por su PBI,comparando con loa países más adelantados.

En vez de aprovechar ese proceso fantástico de crecimiento, para consolidarlo, mejorar la distribución del ingreso de modo perdurable y apostar a la ciencia e investigación, optó por gastar y distribuir el ahorro de años para generar una falsa imagen de bienestar desmentida por las villas que se han establecido en Buenos Aires y las principales ciudades del país, por lo niveles de pobreza e indigencia existentes y por la descapitalización de un país medida en obras que no se hicieron y bienes y servicios públicos de pésima calidad.

Esta nueva generación se verá acosada por los resabios y morbosidades de esa anterior sobre las que se construyeron los vicios que hoy día acosan a la sociedad.

El hecho de la fuga de tres reos puso de manifiesto que el estado, nacional y provincial, están carcomidos por la corrupción, por la ineficiencia y por el desgano, puso de manifiesto que la enorme burocracia existente es inservible no sólo ya para saber cómo está compuesta la sociedad, sino para medir variables básicas sin las cuales es imposible pensar en políticas de estado.

Esta nueva generación tiene obligaciones y responsabilidades que en otro contexto serían normales, en nuestra Argentina lucen como excepcionales y extraordinarias y también deberá ser excepcional y extraordinaria nuestra paciencia, ya que la magia y los milagros forman parte de la fantasía de la gente o de sus creencias religiosas.

Debemos acostumbrarnos a ver las cosas en la perspectiva del tiempo para que la esperanza nos ayude a esperar.

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