Por María Celsa Rodríguez.-

Los políticos son un reflejo de la sociedad que tenemos, exponen una carencia de ideas y parecen todos dispuestos a copiarse entre sí, donde la estética excita al desgano a quienes solo somos espectadores, porque las campañas políticas ya no estimulan ningún interés en escucharla ni verlas, al conocer todas las estrategias de captación de la atención del elector, para ganar su voto.

Hoy cada partido eligió a ciertos personajes a encabezar las listas, incitando a la vedetización de un espectáculo en que cada uno actúa el personaje en su papel critico al gobierno, mientras un argumento de «súper héroes» parece interpretar la solución a los problemas que llevan décadas -pero que antes-, mientras estuvieron en la función publica, no lo vieron o no supieron arreglarlo.

Su papel en la campaña es intentar ganar, ingresar al poder para operar desde adentro del gobierno y accionar, debilitar, burocratizar u obstaculizar las políticas públicas. Aunque su objetivo fundamental esta mas escondido y es el interés personal que lo mueve a ganar las elecciones al intentar eclipsar a los otros candidatos.

Para ello, utilizan la imagen con símbolos y eslogan, y se centran en llamar la atención con gestos, colores y atuendos. Evitan preguntas, y responden lo que les parece.

Si es un candidato oficialista, va a defender al gobierno, utilizará el aparato de la publicidad oficial para visibilizarse con mas claridad, y contará con el apoyo y acompañamiento de las autoridades del gobierno, en todo momento.

Si es opositor al gobierno, lo atacará constantemente. Pero si ve que es acertada una medida porque la sociedad, los medios de comunicación y las redes sociales lo aplauden, la apoyará como una estrategia hipócrita que lo favorece.

Bien lo dijo Friedrich A Hayek «siempre habrá alguien que cuestione las ideas dominantes entre sus contemporáneos y someta otras nuevas a la prueba de la discusión y de la crítica».

Tratará de debilitar a sus contrincantes con sus ataques verbales pero responderá de frente a las criticas que reciba para demostrar fortaleza.

La imagen no debe saturar al electorado, sino resulta contra producen. Y las promesas no deben existir, porque ya no sirven, ya nadie las cree, lo que valen son las propuestas, las ideas, saber que hacer en un momento de crisis, e intentar cambiar aquello que esta mal y que ha sido un fracaso.

De igual modo, usarán el golpe bajo y la agresión constante hacia los otros candidatos, aunque esto expone sobre el tablero, un juego sucio que perjudica al que lo hace.

Cada uno tiene tiene su porcentaje de electores que lo sigue y que los acompañan, sin importar en algunos casos quienes están señalados por corruptos y quienes tienen causas judiciales abiertas. Al elector parece esto importarle muy poco, le da igual y eso confunde a quienes queremos un país mejor.

Porque estamos en un tiempo que buscamos respuestas, que queremos ideas nuevas, que pedimos calidad de vida, que solicitamos ética y conciencia emprendedora de parte de nuestros políticos, algo que no vemos, algo que escasea y hasta ahora, todo es una «puesta en escena», con los mismos personajes, en un nuevo rol electoral.

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