Por Paul Battistón.-

¿Qué me miras con esa cara de virgen violada? Le dice Ricardo Darín en su papel de Marcos a Juan, interpretado por Gastón Pauls, después de haber intentado la traición sometiendo a su socio y a él mismo a un falso asalto llevado adelante por un pusilánime contratado, el turco.

¿Qué te pasa? ¿No sabes a qué me dedico? ¿Qué esperabas? Tres preguntas más encolumnadas al hilo tras la cuestión de la virgen violada. Las cuatro puestas a raya en su avance por una única respuesta de solo sujeto, “un milagro”.

Y ahí, la situación irresoluble, el no hay vuelta atrás, el fracaso del libreto. La imposibilidad de remontar con palabras ese otro sujeto, la traición. Necesaria de ser superada para continuar con la historia.

Sólo la sonrisa socarrona de Darín reemplaza las letras, llena la vista del espectador con líneas de libreto nunca escritas pero que, de haberlo estado, casi con certeza hubieran sido una flojera.

Es difícil imaginar la escena sin Darín; pareciera que el texto incluye en una redacción invisible su gesticulación de farsante redactado en algún código ausente.

Afirman que no era el elegido en un principio. Casi que no cabe imaginar a otro en su lugar. Ese otro hubiera implicado el desafío de desatar la traición con letras de justificación o arrepentimiento. La sonrisa de Darín la desata sin justificaciones ni arrepentimientos conservando la hijoputez del farsante hasta el final, algo absolutamente necesario para que la historia tenga el efecto que tuvo.

Supo decir Melingo (amigo de Darín), Ricardo es así tal cual como se lo ve en Nueve reinas. Vamos a interpretarlo en beneficio de Darín como el hecho de poder “decirte” un capítulo con una sucesión de gestos y miradas.

La resolución de la crisis no fue tan elegante; en este caso no hubo en el camino un interlocutor capaz de saltear la traición o traiciones con elegancia que reemplace libreto. Hubo libreto, mucho y malo, lo que por suerte dejó la cuestión expuesta.

Estafador y estafador estafado necesitaron de acting por escrito y de actores secundarios para saltar la cuestión.

Lo de saltarla, es en tono literal. La cuestión quedó latente apenas ahí atrás del salto. Después de todo, es un gobierno sin asumir completamente, la necesidad de soportar una fachada así lo requiere.

Los habituales cambios y replanteos tras una derrota electoral dejaron de manifiesto lo que el derrape y la irracionalidad ya habían comenzado a exponer, la existencia de una fachada y tras ella el verdadero gobierno. Pero algo más también quedó expuesto tras la crisis post derrota, el ejercicio de las circunstancias fue proveyendo a esa fachada de sensación de directriz.

La cuestión de la virgen violada y los tres sucesivos cuestionamientos encajan a la perfección entre la fachada y ese poder a esta altura escondido a la vista de todos.

¿Qué esperabas Alberto? ¿Un milagro?

Y si así fuera ¿te alcanzaría con uno solo?

Posiblemente, además del milagro que te convirtiera realmente en presidente, necesitarías otro para que el peronismo de Perón (lo que te quedaría) deje de hacer peronismo o, lo que es lo mismo, deje de asfixiar la economía con su política modelo 1945.

El libreto del gobierno llegó a la misma encrucijada irresoluble donde el intento de agregar letra llevó a una flojera, en este caso particular, una flojera de esa hipocresía que es componente importantísimo de la farsa gobernante.

No hubo sonrisa socarrona capaz de actuar sin texto, no aparecieron formas de componer lazos entre estafador y estafador estafado más que el de recordarle para qué estaba ahí.

La exposición del grotesco vendido dos años antes como unidad peronista no dejó lugar para seguir sobreactuándolo. Sin actores de calidad, sólo quedó el camino de la profundización, el de resucitar a los muertos más podridos.

Cuando el derrumbe era inminente después de que Alberto se percatara del falso asalto, a la reina sólo le quedó el ¿qué esperabas?

Nadie vio en Alberto la expresión de virgen violada, no es difícil imaginarla. Sin posibilidad de que la traición fuera absolutamente privada de fugas, no quedó la posibilidad de subsanar algo con cambios cosméticos. Fueron necesarios cambios sinceros, capaces de reforzar y conservar la hijoputez del consorcio gobernante en el avance del libreto. De lo contrario, la película no podrá ser lo que Cristina pretende.

¿La apuesta? a full. Toda la carne al asador.

El más turbio, quizás no por casualidad refugiado en la oscuridad del carbón de Río Turbio, es en sí mismo un yacimiento de hijoputez.

Cuando Aníbal fue designado interventor de los Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, buena parte del periodismo y la oposición puso el grito en el cielo, “el peor regreso”. Pero el hecho de estar al frente del carbón en la era atómica, comandando el hidrocarburo más primitivo durante el surgimiento de los Tesla y con su escritorio a 2.500 km de Dios, lo puso rápidamente a resguardo con un resignado olvido. Su reciente desembarco verborrágico debería habernos alertado de su nuevo advenimiento.

Y qué mejor para reafirmar el rumbo hacia el happy end y al mismo tiempo recordarle al estafador estafado el verdadero objetivo, que incluir como conducción del gabinete de condición turbia a aceituna Manzur (su calva amerita lo de aceituna, no es por otro motivo).

La etapa Frederic de ideologización progre quedó a un costado, los tiempos y los resultados (falta de los mismos) ameritan la remake de la etapa dura, quizás muchos choquen con objetos sólidos de diferentes tamaños. Habrá que ver qué surge de la combinación de un Terminator ministro de seguridad capaz de crear escenarios y de un Rambo en su lugar paralelo en la provincia, aún con las botas de pisotear escenas y escenarios puestos.

Como decía Marcos apenas iniciado el libreto, antes de traicionar a su cómplice traidor, “este país se va al carajo”.

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