Por Luis Alejandro Rizzi.-

Parecería que Mauricio Macri entendió que la única forma de cambiar a la Argentina es la de “ir por todo”. Claro, esa expresión puede asustar, ya que en verdad le pertenece a Kristina, pero es probable que ella nunca imaginara que quien “iría por todo” no iba a ser ella, sino nada más ni nada menos que el propio Mauricio. Son esas travesuras de la historia que, como diría el propio Marx, hacen que la historia se repita, pero la primera vez como “farsa” y la segunda como desafío.

Pues bien, Macri ha presentado su desafío no sólo a toda la dirigencia política y kirchnerista (ésta, más bien, es una secta facciosa, resentida y korrupta, por eso la separo del resto de la dirigencia), sino también al resto de las dirigencias. El desafío está dirigido también a los propios aliados y al famoso “círculo rojo”.

El blanqueo de capitales, prolijamente diseñado según la información que se dejó trascender, la solución al problema previsional heredado de varios gobiernos, pero en especial de los gobiernos “k”, la reforma impositiva, los recursos de las provincias, incluida la de Buenos Aires, “la gran cuestión”, el veto a la llamada ley de “(des)protección del empleo” son los hechos políticos que, promovidos desde el Poder Ejecutivo, significan que el gobierno comprendió que tiene la obligación moral de “ir por todo”.

Maquiavelo, un verdadero moralista, enseñó que el poder impone fines y medios; ésa es la ética de la política y parece que Mauricio Macri lo ha entendido.

Puede ser que hasta que se decidió por los aumentos de precios para la provisión de varios bienes públicos, luz, gas, agua, y parcialmente en el transporte, se haya devanado sus sesos buscando alternativas menos duras, incluso recogiendo algunas sugerencias, en algunos casos con una buena dosis de demagogia por parte de sus circunstanciales aliados, pero comprendió, como decíamos en una nota anterior, que todo parto es necesariamente doloroso para luego poder compartir la esperanza que genera toda nueva vida.

Macri no tenía ni tiene más remedio que “ir por todo”. ¿De qué le podrían servir las alianzas meramente tácticas que le ofrecía el Frente Renovador, con un Sergio Masa que se va enredando en su tragedia de haber sido “K” y ahora protagonizando una suerte de “farsa” jugando a neoperonista re-converso? En su caso se da lo de Marx: su pasado K es su tragedia y su presente, su farsa, como lo fue su voto para convalidar la ley de (des)protección del empleo. Como aquel cuento, Massa se mostró en su total desnudez… difícil de vestir.

Sus amigos radicales siguen creyendo que el comité es la política o que la política es el comité. Gerardo Morales, el gobernador de Jujuy, parecería ser una excepción que se explica por haber tenido que enfrentar a las huestes de Milagro Sala, verdadero, peligroso y amenazante milagro de birlibirloque de la korrupción.

A partir de su “ir por todo”, Mauricio Macri deberá construir una nueva Alianza política para gobernar, con todos aquellos dispuestos a comprender que ya no hay resto para discursos al pedo, sino que de una buena vez hay que ir a las cosas, como lo expuso Ortega en su “carta a un joven argentino que estudia filosofía”.

Como lo decía Ortega en esa misma carta, el “ir por todo” lo entiendo como dejar de lado ese “apresurado afán por reformar el universo, la sociedad, el estado, la Universidad, todo lo de afuera, sin previa reforma y construcción de la intimidad… La política, la reforma de ese vago armazón formal que llaman Estado son, en todo caso, consecuencias de otras actividades previas verdaderamente creadoras” y concluía: “Toda reforma pública es estúpida si no trae consigo el triunfo de un tipo de hombre más valioso, preexistente a la reforma…” Reitero: así entiendo este “ir por todo” de Mauricio Macri.

Ese ir por todo también implica saber que lo definitivo no existe. Ni en la vida ni en la política existe lo definitivo, la vida consiste “en una serie de circunstancias que se van sucediendo y negando la una a la otra…”

“Ir por todo” debe significar que toda realidad contiene una posible perfección, por cierto inalcanzable, pero lo que debe perdurar es el esfuerzo del espíritu de perfeccionamiento que nos propone Macri.

Estaremos dispuestos esta vez para “ir por todo…”

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