Por Rodolfo Patricio Florido.-

Hacen malabares dialécticos para disimular una decisión que ya está tomada. Kicillof siente que todo se le cae encima, especialmente luego de que se conociera que él había sido usurero, o sea, todo que en su discurso denosta pero que en la vida practicó (ver www.eliminandovariables.com). Sólo el escándalo con Aníbal Fernández por su presunta conducción del Tráfico de Drogas y su doble calidad de ser el Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, disimuló en algo el impresionante informe sobre el pasado usurero del joven dorado que la Presidente puso al control de la economía nacional y popular.

Ni siquiera pueden disimularlo (la devaluación que paso a paso se impone) por temor al archivo inmediato que se desencadenará cuando la medida se ejecute. Algunos, menos sutiles, como Alberto Samid, empresario cárnico y mediático de estrechísima relación con Daniel Scioli, pero empresario al fin, lo afirmó directamente cuando dijo… “es imperativo devaluar o cuando menos fijar distintos tipos de dólar para cada producto exportable, porque las economías regionales no aguantan más”.

Desesperadamente, el supuesto guardián de la moneda nacional, el titular del Banco Central, Vanoli, trata que el imperativo no se lleve por delante (en la etapa preelectoral) el intento de continuidad política que puede arrasar con las posibilidades de Daniel Scioli y, con él, hacer perder las fuentes laborales de los funcionarios que hace casi doce años disfrutan de un poder que creen eterno. Y, Scioli, de esto no habla, como tampoco habla de Aníbal Fernández. Fiel a su estilo de no responder nada con claridad, recurre a su particular dialéctica de responder con generalidades amorfas que le permitan tanto devaluar como no hacerlo. Scioli ha hecho de hacer la plancha un deporte olímpico. Si bien es cierto que hacer la plancha lo ha depositado en una expectante posibilidad electoral, no es menos cierto que tampoco lo lleva a ningún lado. Por ahora, mientras no haya olas, le alcanza.

Pero la realidad se impone y lo único que hoy está en discusión, y los ciudadanos tienen derecho a saberlo, es cuando y cuanto se va a devaluar. Porque la situación monetaria en su relación con el dólar es incluso peor que la de la crisis del 1 a 1. Lo cierto es que un dólar en Argentina ya vale menos que un peso (respecto a aquel del 1 a 1) y la relación cae a 0,93; con una agravante, toda la región ha devaluado sus monedas y nuestros dos “socios estratégicos”, China y Rusia, también.

Obviamente deben ser respondidas las dos preguntas ¿Cuándo y cuánto?

¿Cuándo? Excepto que Cristina quiera depositar a Scioli en el infierno post devaluatorio, será inmediatamente después de las elecciones de Octubre o dejarán esa misión al Presidente electo que; sea quien sea, no tendrá más alternativa que hacerlo. Podrá luego Cristina y el que será flamante diputado nacional por la minoría, Kicillof, señalar que no están de acuerdo con la devaluación. Pero esta decisión está tomada. Que el costo lo asuma el nuevo Ejecutivo y que la conmiseración y el dolor queden reservados a los rictus y pucheros de la saliente Presidente Cristina. En ese momento poco importara que la devaluación haya sido una bomba de tiempo con temporizador. De cualquier manera, ninguno tiene salida a esta situación de una economía enferma cuyos efectos son tapados con la cortisona que es la máquina inflacionaria de imprimir billetes y ahuyentar inversores.

¿Cuánto? Si la situación fuera remediada hoy, sería del orden del 35%, o sea similar al llamado dólar tarjeta que hoy se encuentra a $ 12,50 por dólar. Pero como no va a ser hoy, habrá que observar el funcionamiento de los próximos 5 meses. O sea, será mayor al 35%. Si se toma el valor referencial mundial llamado índice Big Mac, hoy, sería llevar el dólar a $ 13, 78 por dólar. Si por el contrario, se usa otra forma de medición tal cual es “Reservas dólares contra pesos Circulantes”, el llamado “dólar de convertibilidad” vale $ 15,24. En otras palabras, es inevitable la devaluación, el gobierno lo sabe y solo trata de dilatarla para no pagar el costo electoral de sus propios errores.

En consecuencia intentan sostener el “relato” a como dé lugar. Pero la decisión está tomada y no es siquiera voluntaria. La Argentina no es Venezuela en donde el dólar oficial (al que nadie puede acceder) vale 6,30 bolívares por dólar, mientras el dólar libre está a más de 400 bolívares o sea un diferencial de 6.500 por ciento. Venezuela no produce nada. Sólo petróleo. La Argentina, por el contrario, tiene una variada existencia industrial y agroindustrial que necesita la competitividad que se provee a través la conversión entre el dólar y el peso.

O sea, el modelo venezolano con una diferencia entre el dólar oficial y el blue del 6500% no es trasladable a la Argentina sin que nuestra matriz productiva estalle por los aires. Todos lo saben. De hecho, cuando se salió de la convertibilidad es porque ya no se podía producir a esa escala monetaria y hoy, esa escala monetaria es igual o incluso peor.

Ni que hablar del campo que cuando cobra sus ventas luego de las retenciones sobre el dólar oficial termina cobrando a razón de $ 5 por dólar. ¿O alguien se cree que los productores de pera dejan que se pudran en el árbol porque son perversos y estúpidos? ¿O que la lecha se tire? ¿O que la soja se guarde en silo bolsas esperando un cambio que compense el costo de insumos importados para una próxima siembra?

La economía puede tener diferentes tratamientos bajo distintos patrones ideológicos sobre sus enfermedades. Todo eso es discutible y opinable, bienvenida sea esa diversidad. Lo que no es discutible es el imperativo que surge de ser interdependiente en nuestro proceso de producción y los límites que establece la realidad interdependiente económica internacional. Benjamín Franklin fue claro cuando dijo… “Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”.

Share