Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«La educación es un arma de construcción masiva», Marjane Satrapi.

El jueves fue presentado un deslumbrante trabajo de Alieto Guadagni, «La Educación Argentina en el Siglo XXI», que describe con maestría el peor drama que nos afecta y que marcará a fuego el futuro, salvo que tomemos, ya mismo, el toro por las astas. No he oído a los candidatos hablar del tema; consecuentemente, no sé qué pretenden hacer al respecto pero, hasta que todos los slogans y las políticas populistas sean desterrados de la mente de padres, profesores y maestros, cualquier decisión que adopten para corregir el rumbo de desastre será rechazado por una sociedad que, como bien señaló Guillermo Jaim Etcheverry, no está insatisfecha al respecto.

Porque éste, el populismo, está en el origen de todos nuestros males, y en los de muchos países, en especial en América Latina, y se ha transformado en el verdadero verdugo social de nuestros pueblos; como comunidad, repudiamos fuertemente las violaciones a la Constitución y a las leyes, pero nada hacemos por impedirlas y, menos aún, para evitarlas. Las elecciones celebradas en estos meses demuestran cuán profundo ha calado ese mal entre nosotros, a punto tal de obligar al más fuerte candidato de la oposición a efectuar un giro en su discurso, que luego le resultó difícil aclarar.

Es que, a pesar de la experiencia que hemos acumulado al respecto, la mayoría sigue pensando que un Estado elefanteásico es la panacea universal, y que cuanto más fuerte sea su participación en la economía y en nuestras vidas cotidianas mejor nos irá; así, la estatización de la porción mayoritaria de YPF, la absurdamente deficitaria y corrupta administración estatal de la privada Aerolíneas Argentinas o la arbitraria destrucción -y la confiscación de fondos que fue su consecuencia- del sistema privado de jubilaciones reciben un marcado apoyo de la opinión pública. Me parece que ni la renovada utilización de la petrolera para suplir la escasa posibilidad del Estado de endeudarse en los mercados voluntarios de crédito y transferir su resultado a la Tesorería, ni el desastre producido por la conducción no profesional de la línea de bandera, ni el saqueo de los fondos previsionales de la ANSES, han influido en esa vocación estatista y suicida.

Para ratificarlo, basta con observar la falta de una reacción colectiva frente al ilegal uso de Fútbol para Todos para hacer publicidad del Gobierno a un costo sideral, al inusitado aumento de los combustibles desde que se concretara la expropiación de YPF, a la cancelación de innumerables vuelos durante las vacaciones de invierno o al verdadero disparate de conceder de salarios a los presos -$ 600 millones por año, cuando en los países avanzados deben pagar por la comida- que, como es sabido, ya superan los montos de las jubilaciones mínimas, que cobra el 80% de los pasivos, y son abonados con fondos que pertenecen a éstos, a los cuales se les niega el pago del 82% móvil mientras se apelan ad infinitum las sentencias que los favorecen.

El ya demostrado fracaso de la aplicación permanente de medidas populistas por parte del Gobierno, no ha resultado óbice para que la aprobación de la gestión más corrupta que recuerde nuestra historia mantenga un piso firme del 30%. Se puede explicar por la profusión de planes sociales, por cierto cada vez más míseros, que se distribuyen para garantizar ese apoyo electoral pero, como dice Guadagni, todos debiéramos tomar conciencia de que estamos condenando a las capas inferiores de la sociedad, por generaciones, a la pobreza estructural, por la falta de una educación de calidad que permita salir de ella en un mundo que, cada vez más, vincula instrucción con salario.

Al contemplar los spots de campaña de Daniel Scioli y, en especial, los que hacen hincapié en la educación y en la salud, cuando es sabido que han literalmente colapsado desde que asumiera el gobierno en la Provincia de Buenos Aires, tanto como se han incrementado su increíble e injustificable riqueza personal y la inseguridad y el tráfico de estupefacientes, resulta aún más penoso que el sector más sumergido en esas problemáticas -el segundo y el tercer cordones del Conurbano- sea todavía una cantera inagotable de votos para el oficialismo. Macri, en cambio, puede exhibir importantes mejoras en esas materias, y la prueba es la enorme cantidad de habitantes del primer cordón que trabajan, se curan, estudian y hasta se divierten en la Ciudad Autónoma, y esa comparación asegurará su triunfo.

Ayer entró en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial, que modifica fuertemente las relaciones personales y familiares. Analizando dichos cambios recordé un párrafo de la última y sobrecogedora novela de Michel Houellebecq, «Sumisión», que describe a Francia en 2021: «El individualismo liberal podía llegar a triunfar si se contentaba disolviendo las estructuras intermedias que eran las patrias, las corporaciones y las castas pero, si atacaba a esa estructura última que era la familia y, por lo tanto, a la demografía, firmaría su fracaso final; entonces llegaría, lógicamente, el tiempo del islam».

Dentro de una semana, los argentinos volveremos a las urnas para votar en las PASO de todos los partidos; las inmensas boletas no sólo contendrán el nombre de los candidatos a los mayores cargos de cada administración sino que, además, incluirán a quienes aspiran a ser consagrados representantes ante el «Parla-sur», que comenzará a funcionar en 2020 pero cuyos integrantes comenzarán a percibir los impertinentes emolumentos -US$ 7.000 mensuales, más viáticos- a partir de su elección, amén de recibir la extraña protección de fueros en todos los países que conforman el vacío y fracasado Mercosur. También en este punto llama la atención la falta de reacción de la ciudadanía, que debiera estar exigiendo a todas las formaciones políticas que esos candidatos renuncien, a priori y como ya lo hizo Mariana Zuvic, a esos inexplicables y costosos privilegios que sólo sirven para proteger a los delincuentes.

En octubre volveremos a las urnas y, una vez más, el destino de la Argentina estará exclusivamente en nuestras manos. Espero que, al menos en esa oportunidad, ejerzamos el derecho y el deber de elegir en forma responsable y dejemos de votar a quienes dedican su tiempo a ejercer el populismo para expoliar al país y engrandecer su fortuna, porque nos va la vida en el empeño.

Share