Por María Celsa Rodríguez.-

Cuando Nahir Galarza confesó el crimen de su novio horas después de haberle disparado dos veces con el arma reglamentaria de su padre, -un oficial de la Policía de Entre Ríos-, había cumplido con el mandato que las feministas-feminazis dejan en sus grafittis, y cuyos cantos gritan en las manifestaciones públicas.

Hoy la familia y hasta el periodismo esta tratando de reducir los agravantes para que le den una condena menor, colocando a la asesina como una víctima, y haciéndonos creer que había violencia de género, cuando los amigos del novio cuentan que el joven era maltratado por Nahir.

En Mendoza, el rugby Genaro Fortunato fue muerto por su novia que lo atropelló con su auto, luego de una discusión.

Para la teoría de género las mujeres son unas pobres víctimas del patriarcado, entonces la «¡Muerte al macho!» el «¡Mata a tú novio!» -frases repetidas en el último encuentro de mujeres en el Chaco- conducen a estás jóvenes a matar a sangre fría a sus novios.

En estos dos casos -a título de ejemplos-, podemos argumentar que aquí la relación de poder se fortalece desde el lado femenino, el hembrismo: de la posesión y la violencia: «Eres mío y de nadie más».

La violencia hacia el hombre esta menos visibilizada, pero existe. Los golpes, insultos, desvalorizaciones, humillaciones, acosos constantes, es parte del maltrato que reciben los hombres. Con la misma vara que medimos la «violencia de genero», podemos decir ¿que la violencia hacia el hombre es una violencia hacia el género masculino? El género no diferencia los grados de violencia. La violencia y la muerte se dan en ambos géneros. Repito: la violencia y la muerte NO tienen géneros. Y aquí se expone claramente una condición de poder de la mujer sobre el hombre: disponer de su vida.

Estos enunciados performativos de «matar al macho», son dichos con una intención específica de alcanzar un objetivo. Las palabras tienen un poder de convertirse en acciones que tiende a transformar la realidad, y el propósito de estos grupos o comunidades feministas-feminazis cuyos mensajes y grafitis sirven para cumplir actos contra el género masculino. La corriente de pensamiento que invocan es que cuando un hombre diga algo que haga que una mujer se sienta ofendida, hay un motivo justificable para que ella responda con violencia, lo mate o encuentre la causa para matarlo y que luego sea una atenuante para su condena.

La cuestión de la violencia contra la mujer se fue manoseando con el tiempo, al punto tal de generar un odio al hombre y convertir las relaciones naturales entre los sexos, en un enfrentamiento de dos enemigos. Así el «enunciado ilocutivo» de «muerte al macho que es la intención que lleva esa frase en el contexto de los conflictos de género, pasamos al «enunciado perlocutivos» que es la conducta que en este caso ha causado la frase. El supuesto victimario se ha convertido en la víctima fatal y ahora desde los medios y las redes a la asesina la quieren convertir en la víctima de su víctima. Un juego perverso creado por la misma corriente que trata de poner a los géneros en contra.

El feminismo radical ha llegado al extremo de querer matar a todos los hombres. En el ‘hashtag’ #killallmen, han demostrado como ciertos grupos de mujeres desvían su lucha por la igualdad de derecho hacia un odio irracional y universal hacia los hombres.

Las adolescentes y jóvenes están siendo adoctrinadas en esta corriente y no nos sorprendamos si casos como estos se hacen más frecuentes. Mientras tanto los medios apelan a la emotividad del caso, para ir instalando en la sociedad una imagen edulcorada de la asesina.

Hemos alimentado socialmente a este monstruo, es hora de tomar conciencia de ponerle un freno.

Quizás sirva su condena como un caso ejemplificador.

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