Por Luis Américo Illuminati.-

“Dudo que los hombres mejores se hayan dedicado alguna vez a la política; se dedican a los cerdos, a los niños pequeños y a otras cosas por el estilo”. Gilbert K. Chesterton

Un amabilísimo lector de este portal que leyó mi nota titulada: “Destruyan la Argentina“, donde yo había dicho: “Tengo 71 años y me liberé de votar; gracias a Dios, ya no pertenezco más a la especie “homo sufragatus…”, dice que un ciudadano, aunque tenga 80 años, tiene que ir a votar si queremos sacar la escoria que gobierna. Y otro respetabilísimo lector me dice que el cristiano no debe sustraerse a votar donde el sistema lo exige y me recomienda una reflexión junto al libro “Política Cristiana”, del Padre Guillaume Devillers, ediciones Río Reconquista. Con todo el respeto que merecen las opiniones de los dos lectores, abonaré mi posición personal un poco más sobre la figura de “el hombre que vota” (homo sufragatius), sin que por ello quiera pretender se me imite; es mi personal punto de vista y se puede compartir o no.

En primer lugar, aclaro que soy cristiano, no fanático, ni progresista ni teillardiano (Teología de la Liberación), no soy católico progre ni retro, ni güelfo ni gibelino, por así decirlo. Respeto todas las ideas y opiniones que pueda albergar el sacerdote Guillaume Devillers -no he leído su libro- si ellas sirven para salir de la actual crisis de fe que atraviesa la Iglesia Católica sin caer en exageraciones ni reduccionismos religiosos (inmanentismos). Lo único que sé acerca de la persona del sacerdote Devillers es que pertenece a la “Fraternidad Sacerdotal San Pío X”, institución fundada en 1970 por Monseñor Marcel Lefebvre.

De modo que, más allá de las posiciones preconciliares o postconciliares, en temas religiosos controversiales, en general soy de seguir el pensamiento del Padre Leonardo Castellani (1897-1981), sacerdote católico nacido en Reconquista, Provincia de Santa Fe. En esta espinosa cuestión, Castellani diría que el cristiano o el no cristiano no debería sustraerse de ir a votar -sea joven o viejo- cuando las condiciones estén aseguradas para que, entre los repetidos animales de la calesita electoral, haya algún candidato que prometa poner orden, paz, respeto incondicional a los derechos del prójimo, premio al mérito y al sacrificio y castigos proporcionales a la falta o al delito y cambio de la lenidad de la justicia por la probidad, con el firme compromiso de renunciar si en seis meses no cumple lo prometido.

Si no hay tal compromiso o garantía constitucional, en ningún lado está escrito que uno debe ir a votar para que la Calesita y el Circo continúen con la misma música, la misma orquesta y los mismos payasos, que en lugar de hacer reír al público le causan espanto. Yo he leído del Padre Castellani sus libros “Su Majestad Dulcinea”. Una verdadera profecía para la Argentina de los tiempos finales -que ya han comenzado- -y “El nuevo gobierno de Sancho”. En este último, Sancho Panza es el nuevo gobernador de la ínsula Agatháurica -contraria a Barataria-; interroga al Hombre que dice la Verdad, que es uno de los tres mellizos condenados a muerte y que Sancho luego de interrogarlo y escuchar su descargo lo absuelve.

“Metiendo Sancho la mano en su bolsa, sacó un largo papel con una innumerable lista, en la cual, poniendo la mirada, interrogó al condenado:

– ¡Hombre Que Dice la Verdad!

– ¡Presente!

– ¡Atención a la siguiente indagatoria! ¿Qué es fraude?

– Elecciones aseguradas.

– ¿Qué son elecciones aseguradas?

-Felicidad de la democracia.

– ¿Qué es democracia?

– ¿Cuál de las tres?

– ¿Hay tres?

– Hay tres distintas y una sola verdadera.

– La de aquí, digo yo.

– La de aquí [y que rige en la Argentina] se define así: el reinado de los mercaderes por medio del lucro, soborno y fraude.

– ¿Y cuál es el partido que no hace fraude?

-El que no puede.

– ¿Y qué es un Partido?

– Partido, Excelencia, es la liga de los que quieren vivir sin trabajar, comer sin producir, ocupar empleos sin estar preparados y gozar honores sin merecerlos.

– ¡Caramba! -dijo Sancho-. ¿Eso es Partido?

-Eso es Partido. También el suyo.

– ¿Y qué es plataforma política de un Partido?

– Nosotros somos los buenos, nosotros ni más ni menos, los otros son unos potros, comparados con nosotros.

– ¡Caramba! -exclamó Sancho, alzando la vista a los cortesanos que estaban encarnados como berenjenas-. Este hombre es peligroso.

– ¿Ha visto, Excelencia? -dijo Pedro Recio triunfante-. ¿No le dije?

-De todos modos, vamos adelante, que todo hay que oírlo en esta vida. Hombre Que Dice La Verdad Cruda, ¿qué es sufragio universal?

-La manivela de hacer opinar al pueblo de lo que no entiende para no darle mano en lo que entiende.

– ¿Qué es liberalismo?

-Es un Pilatos entre Judas y Caifás y los fariseos.

– ¿Y qué es el pueblo?

-Un hato de carneros que trabaja, calla y paga.

– ¿Qué es laicismo?

– Un masón que quiere dárselas de Papa.

– ¿Qué es Estado?

-Burocracia erigida en Dios.

– ¿Qué es la burocracia?

-Puestos, acomodos y canonjías y sinecuras.

– ¿Qué son puestos y canonjías y sinecuras?

– Comederos para la tribu.

– ¿Qué es escuela neutra gratuita y obligatoria?

– Escuela inmoral, deformadora y ramplona.

– ¿Qué es libertad de prensa?

-Piedra libre al embustero.

– ¿Qué es libertad de opinión?

– Chillar los ineptos hasta acallar al sabio.

– ¡Sapristi! -exclamó Sancho-. ¿Y qué son finanzas?

– El arte de sutilizar el dinero de muchos, para pocos.

– ¿Qué es economía dirigida?

-Inglaterra.

– ¿Qué son los argentinos?

– Un pueblo que es preciso que Cristo sea Dios para no avergonzarse de ellos.

– ¡Alto! -gritó aquí el Penitenciario Mayor haciéndose adelante con un gran tremolar de vestiduras-. ¡He aquí! ¡He aquí lo que es este hombre! ¡Deslenguado y sacrílego! ¡Maurrasiano! ¡Acción Francesa! ¡Ideologías exóticas condenadas por la iglesia! ¡Reo de muerte! ¡No hay apelación que valga!

Entonces habló Sancho Panza nuevo Gobernador de la Ínsula Agatháurica.

– “Este hombre queda absuelto de culpa y cargo y desde hoy pasa a ser mi principal consejero”.

Un Sancho criollo

“El nuevo gobierno de Sancho” (1942), de Leonardo Castellani se configura como una de las más originales reescrituras del Quijote de Cervantes presentes en la literatura argentina. Texto “incómodo” desde donde se lo mire, ha sido tal vez más leído que estudiado en profundidad. Incómodo, en primer lugar, para los argentinos, ya que gran parte de los males denunciados no parecen haberse modificado significativamente en la Argentina desde la década de los cuarenta hasta la fecha. Incómodo para los detractores de Castellani, quienes, pese al monolítico silencio impuesto sobre su extensa obra literaria y periodística, no lograron impedir que este libro se siguiera reeditando periódicamente. Incómodo para ciertos figurones intelectuales (definidos como “mercaderes del pensamiento manufacturado”) porque el Sancho criollo de esta sátira deja al desnudo su hipocresía y su doble moral, interesada más en los beneficios de sus plumas alquiladas que en la libertad del conocimiento y el saber verdadero. Incómodo para “la intelligentsia” argentina que prefirió anteponer la «incorrección política» de Castellani al valor estético de su producción intelectual. Incómodo para amplios sectores de la Iglesia Católica, porque crítica sin empacho las beaterías ingenuas, la mala formación de los sacerdotes, la soberbia y la cobardía de las jerarquías eclesiásticas y el fariseísmo de un cristianismo vacío. Como ha señalado Diego Bentivegna (2010: 12-13), la palabra de Castellani es una palabra que excede los marcos institucionales desde los que se enuncia (los de la Iglesia, los de la tradición liberal, los de la literatura y los de la crítica), y entra en crisis con dichos espacios, motivo por el cual es reiteradamente expulsada de ellos. El nuevo gobierno de Sancho, publicado por primera vez en 1942 y amplificado en 1944 y 1965, retoma el episodio cervantino de la ínsula Barataria, pero trasladando la acción a una imaginaria ínsula Agatháurica o Agathaura, muy parecida a la Argentina, espacio en el que ya no caben don Quijote como consejero del devenido gobernador ni tampoco la ficción burlesca ideada por los duques. El texto de Castellani consiste en las crónicas que narran las sucesivas audiencias de un Sancho Panza acriollado, que debe impartir justicia en los casos que se le presentan, protagonizados por personajes arquetípicos de la cultura argentina, en especial del ámbito porteño. Así, desfilan el Maestro, el Periodista, el Letrista de Tango, el Profesor de Poesía, el Estudiante de Tucumán, el Filósofo, el Venido de Europa, la Muchacha Moderna, el Taita Oficial de la Historia, Fray Pacífico y los Nuevos Tirteafueras, entre otros. En medio de las reescrituras de El nuevo gobierno de Sancho, Castellani publica en 1957 un artículo titulado «Lo paródico», término que define como «la imitación de lo Serio» y describe a la Argentina de esos años como «un país paródico», al cual define a través de ejemplos que recuerdan gran parte de los personajes de su reelaboración cervantina: El «figurón», parodia del hombre prócer; el «pedagogo», parodia del maestro; el cura relumbroso y meterete, parodia del sacerdote docto; el demagogo, parodia del tribuno; el sabihondo, parodia del modesto estudioso. Para comprender hasta qué punto su obra intelectual obedeció a un deseo explícito de colaborar, aun desde diagnósticos en ocasiones discutibles, con el remedio que él consideraba más beneficioso y eficaz, habría que remitirse a la biografía de este jesuita argentino, escritor y periodista, cuya expulsión de la Compañía de Jesús en 1949 significó una tragedia personal y un conflicto permanente con las jerarquías eclesiásticas” (Cfr. “El nuevo gobierno de Sancho de Leonardo Castellani a la luz del modelo cervantino”; de María Mercedes Rodríguez Temperley, Anales Cervantinos, 2017, 010, Vol. XLIX, PP 241-269).

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