Por Malú Kikuchi.-

La anécdota es chiquita y sin embargo pinta con colores fuertes la profunda grieta que nos dejaron doce años y medio de ambos gobiernos kirchneristas.

La noticia en principio es sólo una conmovedora nota de color. Fue ampliamente difundida por los medios el miércoles 11. Empezó bien, terminó muy mal.

El 11 de diciembre 2015, un día después de la asunción del nuevo gobierno, en La Rosada se recibió una carta dirigida a Macri, con $ 100 dentro, “para ayudar al nuevo gobierno”.

La enviaba Alfredo Farías, casado con Mónica Silva, desde “Cuatro Esquinas”, provincia de Santa Fe. Decía “con un poquito cada uno, juntamos mucho”. Aclaraba “no lo voté”.

Alfredo y Mónica venden al costado de la ruta provincial 18, en la intersección con la 25, en un puesto llamado “Oski” (por el hijo de ambos”, tortas fritas, pastelitos y bolas de fraile.

A mediados de enero (2016), Alfredo recibió un llamado de Macri agradeciéndole carta y dinero y prometiéndole que cuando fuera a Santa Fe, lo visitaría. Creyó que era una broma.

Este miércoles 11/5, rumbo a Rosario, Macri cumplió su promesa. Ante el asombro incrédulo del matrimonio, el presidente se bajó del auto y compartió con ellos mate y tortas fritas.

Macri, sentado en un banquito al borde de la ruta, escuchó que trabajaban todos los días, “con frío, calor o lluvia”. El acto presidencial, altamente político, fue una sorpresa total. No sólo para los Farías.

Hasta acá, todo bien, casi un cuento de hadas con final feliz. Por la tarde, ya en la puerta de la casa de los Farías, convocados para una nota periodística, la situación cambió para mal.

Un vecino del matrimonio, a las 19,45 hs., en Avellaneda y White, Bario Acíndar de Rosario, en un brutal ataque de furia, la emprendió a golpes de puño y patadas contra Alfredo y Mónica se ligó un golpe en el tórax .

Dieron vuelta las cámaras. Llovieron los insultos, “por ser lamebotas del presidente”. “Chorro, ladrón, hijo de una tal por cual y más”. El agresor es un conocido kirchnerista.

Fue denunciado ante la policía, pero Alfredo pidió que no se lo detuviera. Ojalá el sentido común de Farías sea contagioso; nos hace falta si queremos volver a ser una nación en serio.

Doce años y medio de Néstor y Cristina, fogoneando el odio, el resentimiento y la violencia que estos acarrean, hacia los que pensaban distinto, nos han degradado.

La teoría del enemigo que no piensa como “como se debe” ha hecho de los argentinos seres intolerantes, carentes de respeto por el otro, haciendo la convivencia casi imposible.

Esta historia chiquita nos muestra un país muy enfermo, desesperadamente necesitado de sanación. Sanar para aprender a convivir, para volver a ser todos argentinos.

Individuos orgullosos de pertenecer a la misma nación, con pluralidad de pensamientos que nos enriquezcan mutuamente. Es un arduo, difícil trabajo.

Cerrar la grieta, bajarnos del odio, la intolerancia y la falta de respeto por el otro, es más complicado que domar la inflación y generar empleo digno. Y más urgente.

Imprescindible.

Share