Por José Luis Milia.-

Si bien uno es ministro de la CABA y el otro es un secretario del Ministerio de Justicia, tanto Claudio Avruj como Darío Lopérfido pertenecen al mismo rejuntado político. No me interesa saber quién es más, jerárquicamente, sino quién tiene el visto bueno del patrón, ya que, de acuerdo a lo que dicen, uno de los dos, ante gente poco avisada, estaría mintiendo.

Es probable que a lo largo de los próximos días Mauricio Macri haga suya -quizá en sus charlas con Balcarce- la frase de Néstor Kirchner con la que éste creía justificar muchas de las perversas barrabasadas que cometía: “…la izquierda te da fueros…” El panorama se presta a ello; en pocos días más se reunirá con el Papa a quien la mera mención de este tema aterra y, además, tiene a las “orgas” de Derechos Humanos S.A. pateándole la cabeza. Entonces, Claudio Avruj cumple, al igual que Timerman con Cristina, la misión de poner paños fríos, algo así como: “aunque esté en este lugar, yo soy del palo…”

Que exista una desmesurada diferencia entre la vergüenza del memorándum iraní que se defecaba en ochenta argentinos asesinados y la defensa de una mentira numérica nada tiene que ver. En política hemos visto demasiada mierda como para hacernos, hoy, problemas e ilusionarnos con que los albañales no se volverán a repetir.

De cualquier manera hay cosas de las que no se vuelve. Cuando Claudio Avruj habla de que 30.000 es un “número emblemático” y acepta, ¿en nombre del gobierno?, la falacia, ¿qué es lo que quiere decir?, en verdad nada más, pero tampoco nada menos, que lo siguiente: sepan argentinos que aunque los 30.000 sean una mentira, a nosotros nos conviene.

Tampoco se vuelve de la estupidez cuando Avruj dice que: “saber que tenemos una deuda en la sociedad argentina, una herida a cerrar, y que tenemos que trabajar hacia adelante. Estamos hablando de la muerte, desaparición y lo que fue la tragedia del terrorismo de Estado, que nos dejó enormes secuelas…”, porque Claudio Avruj al decir esto y olvidar descaradamente a las víctimas de la subversión que sí existieron, se convierte en funcional a los que manejaron la venganza y repite el mismo relato de la década robada: “La Argentina era una idílica comarca pero un día de marzo los militares se despertaron con ganas de matar…”

Si de deudas se trata, él sabe bien que la nación ha pagado, y con creces, miles de millones de pesos en concepto de esa presunta deuda y sabe también, como hombre inteligente que es, que esos dineros no siempre terminaron en las manos correctas de los deudos dolientes, sino más bien en las de aquellos que fieles a su estirpe de buitres han medrado con el dolor ajeno.

Más allá de la orden que Claudio Avruj haya recibido, sus erráticas actitudes como secretario de DDHH sólo contribuye a que siga irresuelto un problema que no los dejará gobernar y que escondido bajo la alfombra seguirá sin tener solución, porque no se puede seguir, año tras año, mintiendo cuando se había prometido no mentir nunca más.

Claudio Avruj es hoy una incógnita, su discurso es exactamente igual, incluso al negar las víctimas del terrorismo, al que urdieron Cristina y Néstor para hacerse perdonar -mientras acogotaban jubilados al amparo de la 1.050 de Martínez de Hoz- que ni un hábeas corpus firmaron ni palabra alguna dijeron durante la vigencia del proceso por los desaparecidos; pero tampoco pensemos que es un infiltrado, quizás la historia le ha reservado el guarango papel de un Rivera Indarte redivivo que, con su incompleto parque de la memoria, diga, al igual que las “Tablas de Sangre”, una gran parte de la mentira.

Share