Por Juan Manuel Otero.-

“Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa…
¡Yira!… ¡Yira!…
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una mano,
ni una ayuda, ni un favor.”
“Yira yira” (Fragmento)
Tango, Enrique Santos Discepolo.

La reinserción argentina en la consideración de los países democráticos del mundo es una noticia digna de destacarse. Tal vez las medidas económicas y financieras permitan finalmente terminar con nuestra “eterna postración”.

Nada puedo opinar al respecto, mi ignorancia me lo impide, sólo deseo el mayor de los éxitos a nuestras autoridades, será -supongo- en beneficio de todos los argentinos.

Pero no puedo callar mi absoluta incomprensión de ciertas actitudes de quienes rigen nuestro destino.

Una de ellas es la continua comedia de llevar “engañados” a los altos magistrados del mundo que nos visitan, a rendir homenaje a los perversos terroristas asesinos traidores a la Patria. Como un triste vodevil se agolpan frente al Río de la Plata y con fingida emoción proceden a tirar flores al agua, encabezados por nuestros funcionarios. Son las mismas altas autoridades que, una vez retornados a sus países, no trepidan en continuar su feroz lucha contra el terrorismo… Y acá se prestan a homenajearlos…

Tampoco soporto la hipócrita disposición que obliga a mencionar en las comunicaciones oficiales a los falsos 30.000 desaparecidos y la “dictadura Cívico Militar”, menos aún el hecho de que eficientes funcionarios hayan sido desplazados por dudar de la mercenaria cifra.

Y si de mentiras e hipocresía estamos hablando no podemos olvidar las “desclasificaciones” de documentos que han hecho distintas potencias respecto de lo sucedido en nuestra Patria a partir del 24/03/76…. Documentos que reciben, eufóricas, nuestras autoridades. Hasta el mismísimo Vaticano nos ha revoleado esos archivos. Pero todos callan respecto a lo sucedido a partir de 1960 y la sangrienta actuación de los terroristas traidores a la Patria.

El Presidente Macri recibe los archivos en un silencio absoluto, jamás se le ocurrió preguntar, por ejemplo: “Don Obama, ¿No tiene ningún archivo del ‘60 al ’76?” Parece que nuestros funcionarios vivieron tres lustros bajo un felpudo.

Otro baldón de la larga lista de nuestras “Vergüenzas” lo constituye la suspensión y el escarnio sufrido por una maestra riojana quien, en su clase de Formación Ciudadana, pretendió recordar a «las víctimas caídas en manos de la guerrilla» en Formosa. La inmediata denuncia de los padres de un alumno sirvió para su injusto castigo.

Ninguna autoridad se solidarizó con Fernanda Megías, una argentina valiente que honra la docencia. Felizmente ninguna “orga” de los Derechos Humanos para los Terroristas pidió que se le diera a beber la cicuta.

Es mucho lo que he escrito sobre nuestros presos políticos y su triste situación. Encarcelados en crueles mazmorras ancianos de más de 80 y 90 años, violando toda norma jurídica, privados de atención médica razonable, muertos en vida cuyo pecado fue defender nuestra República cumpliendo órdenes de su Comandante en Jefe, el General Juan Perón. En aquellos años la ciudadanía y muchos políticos de renombre (hoy llamados a cobarde silencio) clamaban a coro la intervención de las FFAA; derrotada la guerrilla apátrida, entregado el poder en elecciones libres, la misma ciudadanía mira para otro lado olvidando aquellos años.

El cinismo, la cobardía y la amnesia suelen ir tomados del brazo.

Y dejo para el final dos hechos de un mismo y purpúreo origen: Por un lado el silencio papal ante esta flagrante violación a los derechos humanos. Su indiferencia resulta repugnante al recordar los afectos brindados a una criminal como Milagro Sala y el cariño hacia su frecuente visita, doña Hebe. Evidentemente, la militancia tiene sus propias reglas que los ciudadanos de a pie no llegamos a comprender.

Y finalmente causa repulsa, comprobar que el nuevo Vicario Castrense dedica su tiempo a reunirse con Avruj, Carlotto y demás enemigos de nuestras Fuerzas Armadas y no dispone ni siquiera de treinta segundos para consolar a nuestros presos políticos, pese a que el prólogo de la Constitución Apostólica Spirituali Militum Curae afirma: “La asistencia espiritual de los militares es algo que la Iglesia ha querido cuidar siempre con extraordinaria solicitud…”

No nos sorprendamos si este cura emprende un viaje a Jujuy para visitar a Milagro Sala, las líneas están bajadas en tal sentido…

“Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una mano,
ni una ayuda, ni un favor.”

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