Por Carlos Tórtora.-

El operativo de control de daños que realizan exhaustivamente los operadores sciolistas en el territorio bonaerense, donde se definirá el ballotage, no da para sustos. La lógica de la política territorial es implacable: muchos de los intendentes kirchneristas que sobrevivieron al tsunami del #25-O están literalmente de brazos cruzados, piensan que su negocio ya está hecho y que, si María Eugenia Vidal se deja rodear por peronistas como Cristian Ritondo, no hay por qué resistirse al avance de Mauricio Macri hacia la Casa Rosada. Después de todo, pinta mejor una Vidal moderada que lo que hubiera sido un Aníbal Fernández con pretensiones de patrón de estancia. Así las cosas, es de esperar que el 22 de noviembre los aparatos locales en muchos casos no movilicen a sus votantes y lo abandonen a Daniel Scioli a su suerte. Claro que también, en contraposición, hay otros intendentes K que piensan distinto y sostienen que, luego de quedarse con 70 intendencias en la noche del domingo, a la dirigencia del PRO se le despertó el apetito y que van ahora por todo. O sea que en cuatro años podrían terminar de desalojar a los alcaldes K que subsisten, sobre todo si Macri avala todo desde la Casa Rosada. Este debate no precisamente ideológico está tamizado con otro factor. En La Ñata ya no impera la tradicional calma de Scioli y éste recrimina sin contemplaciones a Gabriel Mariotto y otra media docena de operadores que le aseguraron que le conseguirían 100.000 votos de refuerzo cada uno. Ni siquiera su mano derecha, Alberto Pérez, se salva de los reproches.

Mientras ve cómo se le escurren entre los dedos no pocos intendentes, Scioli apela a la convocatoria para sumar a su eventual gabinete a José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann, José Luis Gioja y Juan Manuel Urtubey y ayer se reunió en el restaurante Osaka de Puerto Madero con Fernando Espinoza y varios alcaldes más del PJ para sondear si se jugarán el todo por el todo para el #22N

El tigrense y Macri

Pero el problema es el capital del 21% de los votos acumulados por un Sergio Massa que ya está dando muestras de querer acordar con Macri sobre la cabeza de Scioli y las ruinas del cristinismo para convertirse pronto en el nuevo jefe del peronismo. A tal punto llegaría la decisión de Massa que ayer en una reunión habría hablado de que CFK “debe terminar presa”. Algo que todos interpretaron como una maniobra para apropiarse más fácilmente de las estructuras políticas del kirchnerismo, que quedarían de este modo huérfanas.

La embestida de Massa con las condiciones que le impondría a Macri y su postura de gran elector del ballotage pueden producir el efecto de una sobreactuación. Por ejemplo, pretende la presidencia de la Cámara de Diputados. En el sciolismo se esperanzan con que en la cúpula de la UCR y, sobre todo por parte de Elisa Carrió, surjan algunas réplicas ácidas dirigidas al tigrense y que las negociaciones de éste con Macri se compliquen. Como en una pesadilla, Scioli y los suyos están ahora pendientes de los errores que pueda cometer Macri. Es decir, los roles se invirtieron y la iniciativa la tiene el jefe de gobierno, que piensa hacer la mini campaña del ballotage con mucha calma, sin contestar agresiones y dejando que la crisis que se está desatando en el peronismo haga su propio trabajo. Pero la orden en CAMBIEMOS es suspender toda discusión por la composición del gabinete nacional y del ya seguro gabinete provincial. En esta tónica, Vidal suspendería el anuncio de su gabinete hasta después del 22, para concentrarse en la campaña nacional. Sin embargo, sí definió quiénes son sus dos principales colaboradores: el Vicepresidente Primero de la Legislatura, Cristian Ritondo, y el dirigente del PRO Federico Salvá. Por su larga trayectoria en el PJ, Ritondo parece destinado a cumplir un rol central, siendo que la gobernadora es ajena al peronismo. Ritondo fue el organizador de la inauguración del monumento a Juan Domingo Perón con la presencia de Macri, lo que le habría permitido a éste ensanchar su base electoral en el preciso momento en el cual Scioli empezaba a perder votos peronistas e independientes por su incondicionalidad al relato K.

En síntesis, en el macrismo predomina una extrema prudencia para evitar que cualquier debate sobre los futuros cargos distraiga del esfuerzo electoral.

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