Por Carlos Tórtora.-

La relación entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández no puede ser más dialéctica. Se basa en contrapuntos permanentes y no sigue una trayectoria lineal. El hecho de que ambos hayan aparecido juntos en dos actos recientes (el de la ex ESMA y en el estadio único de La Plata) podría indicar que hay un acercamiento. Sin embargo, la crítica frontal de ella a los funcionarios que supuestamente no se comprometen sonó a cuestionamiento indirecto al presidente. Lo cierto es que ambos se necesitan. La desaparición de ella de los actos oficiales y su silencio -dos recursos que usa cada vez más- debilitan al presidente, que necesita la presencia de quien lo eligió para el cargo. A su vez, Cristina depende de AF para llevar adelante su ofensiva judicial. La ley que modifica la ley orgánica del ministerio público, estableciendo mayoría absoluta y no dos tercios de los votos para elegir al Procurador General, está pendiente de aprobación en Diputados. Asimismo, la propuesta de la “comisión Beraldi” de sancionar una ley que fije límites a la discrecionalidad de la Corte Suprema está tomando forma en el despacho de Vilma Ibarra. Mientras tanto, el presidente dispara contra la Corte con frecuencia y esto agradaría a la vicepresidenta. En La Plata se buscó entonces dar una muestra de unidad del Frente de Todos con la presencia del presidente, la vice, Sergio Massa, Axel Kicillof y Máximo Kirchner.

Categóricamente, no los une el amor sino el espanto. Los pronósticos más serios hablan de una mejoría apenas sensible de los indicadores económicos para los próximos meses y la posibilidad cierta de que el gobierno deba ir a las urnas con una economía todavía empantanada.

Para CFK, es una experiencia novedosa y disgustante ser parte de un gobierno que no da respuestas económicas. Ella teme no sólo por los juicios sino por la posibilidad de que su imagen caiga en las encuestas. De ahí que su discurso siempre suene disconforme y crítico.

Una trampa

Con su último discurso instando a un cambio de gabinete, CFK le tendió una trampa a AF. Si éste produce más cambios en el gabinete, quedará en claro que lo hizo a instancias de ella. Y si no lo hace, parecerá que la enfrenta y toma distancia. Ninguna de las dos opciones es agradable para el primer mandatario.

Es probable que el opte por aceptar las críticas de ella y empiece a hacer cambios dentro de unos días. Obviamente, Máximo Kirchner y su madre esperan que entre los nuevos ministros predominen los hombres de La Cámpora, lo que podría calmar los nervios de ella. Lo que está probado es que él no tiene en sus planes tomar distancia de ella y a lo sumo llega a enfriar la relación como parte del juego dialéctico que los une cada vez más.

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