Por Sebastián Dumont.-

En 29 años no se recuerdan muchos actos para recordar el triunfo de Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires que le permitió al peronismo iniciar años de gobierno en el principal distrito del país, hasta que llegó María Eugenia Vidal. Es sabida que esta fue la excusa que utilizaron un grupo de intendentes y gobernadores, distanciados cada vez del gobierno nacional y provincial, para plantear la necesidad de armar la “segunda renovación”. Así como en otros momentos se intentó imponer el tercer movimiento histórico desde el radicalismo que ese triunfo de Cafiero frenó, luego Kirchner planteó la transversalidad y ahora, desde el llano, quieren armar la segunda renovación. Tendrán que pulir varios detalles y, sobre todo, encontrar un nuevo Cafiero que seduzca al electorado. Por ahora, el peronista mejor mirado está afuera de este esquema. Es Sergio Massa.

Hace tiempo desde este medio se planteó la la información que un grupo de jefes comunales del conurbano con poco rodaje en sus distritos aún, armaba la idea de una opción propia que pudiera llevar a alguno de ellos como candidato el año que viene. La idea es medir cuanto tienen de verdad en el territorio y luego, hacia 2019 negociar qué lugar les toque en un frente electoral. Y de máxima, poner el próximo candidato a gobernador del PJ. Ese punto es el que decantó las primeras internas entre pares. Que volvieron a notarse en el homenaje a Don Antonio, aquel que el propio Perón recomendaba seguirlo de cerca. No justamente por sus buenos atributos que, sin dudas, los tenía.

Martín Insaurralde y Gabriel Katopodis armaron este acto con otros intendentes y gobernadores. Pero se les escaparon algunos detalles. Es difícil hablar de renovación y subir al palco a Gildo Insfrán, el multielecto gobernador de la provincia de Formosa. O más cerca, a Alberto Descalzo, intendente de Ituzaingó desde 1995. También estuvo Daniel Scioli quien, de seguir así, se podría convertir en el mal menor el año que viene ante la anemia de candidatos seductores. Además, Florencio Randazzo sigue sin aparecer.

La principal dificultad que tiene este armado es el candidato. Aunque falta mucho, los intendentes pueden reunirse muchas veces pero les cuesta mucho traspasar las fronteras del conocimiento en sus distritos. Alguna ventaja tiene en ello Insaurralde, pero no por su labor política, sino por haberse casado con la modelo Jésica Cirio. Igual no le alanza todavía para nuclear a todos detrás de él. Como siempre, parece que el factor ordenador de la política será el mismo de siempre, las encuestas.

El palco y su conformación evidenció el clima de las relaciones entre los intendentes “dialoguistas”. ¿Habrá sido casual la ubicación bien marginal de Gustavo Menéndez y Leonardo Nardini? Está claro que no quieren ser parte del grupo Esmeralda.

Las miradas de muchos de ellos se posan sobre Tigre. Guste o no, de quienes se consideran parte del peronismo saben que Massa es quien mejor mide. El tema es el propio Massa, quien no se lo ve muy dispuesto a ingresar en ese barro de confusión que es el rearmado de los restos del Frente para la Victoria. Él, como pocos, sabe que si le va bien el año que viene en las elecciones de medio tiempo, la renovación del peronismo se alineará detrás de él. Y con mucho menos costo político.

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