Por Guillermo Cherashny.-

A casi 150 días del nuevo gobierno, está claro que el gobierno no puede terminar con la estanflación heredada y además, el variopinto gabinete económico está dividido en 5, 6 ó más personas que tienen grandes diferencias sobre cómo atacar la inflación y cómo volver a crecer y que son inocultables y sin coordinación, como lo demuestra el último aumento de la nafta, que tiene un solo objetivo: recaudar impuestos, ya que el gobierno baja el gasto pero por la recesión se le caen los ingresos peor que aumentan por la inflación, por lo cual los aumentos a la nafta y a los cigarrillos tienden a suplir lo que se pierde por el IVA consumo y, si bien para afuera el presidente habla una reducción drástica de la inflación y el crecimiento de la economía para el segundo semestre, por ahora sólo son expresiones de deseos.

Por eso el gobierno acusa a la oposición -principalmente a Sergio Massa- de querer sacar ventajas electorales. Pero en realidad es una traición del inconsciente del duranbarbismo que ya empezó la campaña electoral acusando de kirchnerismo a todo aquel que no comparta las políticas del gobierno. Y como esa política le dio muy buenos resultados para ganar la presidencia, no hay motivo alguno para cambiar, ya que una parte del electorado que votó a Cambiemos no está de acuerdo con el presente pero, ante una vuelta del cristinismo, prefiere quedarse como está. Y, si bien es imposible una vuelta del kirchnerismo en las elecciones de 2017, especialmente en la provincia de Buenos Aires, donde el PRO se juega la vida con la gestión de María Eugenia Vidal y el mejor argumento electoral del macrismo es seguir agitando el fantasma K y dividir a los sectores peronistas y acusarlos a todos de ser funcionales a la ex presidente, con la vieja consigna utilizada por otros gobiernos en elecciones de mitad de término, donde se puede ganar, aunque no siempre con la opción de “nosotros o el caos”.

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