Por Guillermo Cherashny.-

A más de dos años de ejercer el poder, el presidente Fernández está más solo que nunca al interior del Frente de Todos. En efecto, su círculo de poder se reduce a Santiago Cafiero, Vilma Ibarra y la recién llegada Gabriela Cerruti; y un poco más alejados, Juan Zabaleta y Gabriel Katopodis. Los otros aliados, como la CGT y los gobernadores, lo apoyan porque Cristina no los tiene en cuenta, salvo a Gerardo Zamora. Pero los sindicalistas, como los gobernadores, no son consultados para ninguna decisión; es más, Juan Manzur -su representante- es hostigado constantemente por el tándem Ibarra-Cerruti, lo que demuestra que el gobernador tucumano no tiene la uñas de guitarrero que todos pensaban que tenía, porque quien no puede neutralizar a la secretaria legal y técnica y a la vocera no sirve como jefe de gabinete y sólo permanece por presión de la vicepresidente, quien teme que vuelva a ese cargo «el nietito» Santiago Cafiero, que ejerce esas funciones part time.

El distanciamiento entre el presidente, Máximo y Cristina es total y es de carácter personal más que ideológico, aunque en ese plano también existe. Hace unos días, el presidente «indultó» a Wado de Pedro y a Luana Volnovich pero La Cámpora le vació un acto en La Plata y no se sumó a la convocatoria a manifestarse el 1° de marzo, cuando se inicie la asamblea legislativa.

Contrario a lo que se piense o se diga, el presidente es muy celoso de su función y así es que ninguneó a su aliado como fue Juan Manzur cuando vio su hiperactividad y sus contactos internacionales con el mundo occidental y después de la incontinencia verbal en Moscú elogiando a Putin, el jefe de gabinete quiso renunciar, porque él deseaba que se mejoren las relaciones con Estados Unidos y el presidente dijo que no tuvo ayuda de Joe Biden, el presidente americano, que no lo quiere recibir en una bilateral. Y se dice que esa causa motivó las declaraciones de AF de terminar con la dependencia de los Estados Unidos. Los celos con su jefe de gabinete y la chiquilinada de criticar a la potencia del norte porque su presidente no tiene tiempo por asuntos muy importantes demuestran sus errores, que ya son horrores. Nadie puede suponer que las peleas semanales de la portavoz del gobierno con los periodistas se hacen sin el visto bueno del presidente, porque cuando una pregunta molesta en las conferencias de prensa son un “sin comentarios” se arregla; pero no, Cerruti ataca al periodismo o contesta con ironías como recientemente a Silvia Mercado sobre los viajes a Rusia y China, donde se destacó por la incontinencia verbal. Sus intentos de autopercibirse como líder de la nueva izquierda latinoamericana no le gustan a la vicepresidente, que lo conoce muy bien y considera que es una impostura, ya que a los pocos días se rectifica y elogia a los Estados Unidos en una abierta contradicción. Cristina es abiertamente anti americana pero respeta el alineamiento internacional de Juan Manzur, que pertenece a la denominada ala “occidental” del Frente como Sergio Massa y Jorge Argüello lo que le gusta es, como dijimos, la impostura. Es muy difícil saber qué pasará con el gobierno en esta situación, porque la relación de AF con Máximo y Cristina está rota y no tiene arreglo; es más, en el kirchnerismo se cree que si AF sigue gobernando así hasta el 23 no hay ninguna chance de ganar y que su empecinamiento por la reelección es un pasaporte a la derrota, salvo con un cambio de gabinete y que se convierta en un “presidente de transición, difícil por ahora.”

Share