Por Carlos Tórtora.-

Es obvio que Mauricio Macri resulta hoy por hoy beneficiado en la recreación de su polarización política nacional con CFK. El gobierno ya concluyó su luna de miel con la sociedad pero, pese al ajuste, mantiene niveles de imagen positiva muy superiores al desgastado kirchnerismo. Sin embargo, en la lógica peronista, la movilización del miércoles a Comodoro Py contiene una serie de mensajes. El primero, que CFK no se habría molestado en hablar media hora sobre la actualidad nacional si no conservara intacta su ambición de ser la primera candidata a senadora nacional por Buenos Aires el año que viene. Cargo éste que, tratándose de una elección legislativa, es un trampolín para las presidenciales del 2019. En el esquema optimista del gobierno, la lucha interna peronista haría que haya hasta tres fórmulas de este signo: una liderada por Cristina, acompañada tal vez por Daniel Scioli como primer diputado nacional; otra encabezada por Florencio Randazzo y la tercera por Sergio Massa. Con semejante partición de votos peronistas, poco le costaría a una boleta encabezada por Elisa Carrió seguida de Jorge Macri imponerse y garantizarle a Macri que el PRO aparezca como victorioso a nivel nacional, dado el efecto que genera Buenos Aires.

Pero el reflotamiento de la polarización entre Cristina y Macri, de profundizarse, puede hacer que Randazzo retroceda en su candidatura a senador, tal vez negociando con aquélla. Paralelamente, cuesta pensar que Massa, que el año que viene cumplirá 44 años, se arriesgue a una derrota electoral que puede ser decisiva, compitiendo con CFK.

En definitiva, la que menos tiene que perder es ella -y lo sabe-. Si cayera, por ejemplo, contra Carrió, sería el final de una carrera política que de cualquier modo ya está cumplida. Pero si ganara, se pondría nuevamente a la par de Macri. Y si se confirma que éste no buscará su reelección frente a Cristina 2019, estarían en la interna del PRO Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti , Rogelio Frigerio o hasta Marcos Peña.

Raleado y con algunas deserciones importantes, el kirchnerismo es el único aparato nacional con que cuenta el peronismo. Y en Buenos Aires tiene una distribución bastante más abundante que el Frente Renovador. Por razones que no tienen una explicación clara, los intendentes K de Buenos Aires siguen administrando los fondos de los planes sociales, las cooperativas y otras ayudas del tesoro nacional, sin que hasta ahora Macri haya ordenado que se les retiren el manejo de estas cajas, que equivale a gerenciar poder.

Daría la impresión de que el presidente está convencido de las ventajas de mantener la polarización con su antecesora, aunque parece que en realidad está jugando con fuego, porque casi no hay economistas que apuesten a una rápida reactivación y menos aún a que fluyan las inversiones privadas. Es decir que el caldo de cultivo de los próximos meses en los sectores de bajos ingresos es favorable a la nostalgia por el régimen ido y su distribucionismo sin freno alguno.

Final previsible

En este contexto, ya con varias impugnaciones presentadas (entre ellas las de una lista duhaldista) lo más probable es que la jueza federal María Servini de Cubría termine por reeditar un clásico: suspender la interna para la elección de autoridades del PJ nacional convocada para el 8 de mayo próximo e intervenir el mismo. Esto, de ocurrir, también aumentaría la polarización entre Macri y CFK. Ambos parecen desear lo mismo: que no haya un PJ organizado y normalizado sino tres o cuatro grupos que se disputen su control, neutralizándolo. De ser así, aun alicaído, el cristinismo tendría mucho más campo para moverse electoralmente y sería todavía la primera fuerza del peronismo, a menos que Massa se lanzara a una batalla del todo por el todo. Su alternativa más audaz sería aliarse al PRO y ser su candidato a senador. Pero hay que ver si se lo permiten. Por otra parte, no se advierte por qué Macri, si la economía le juega en contra, preferiría abrirle camino a Massa, un político con futuro y poco gastado, antes que a una Cristina que sólo tendría una victoria a lo Pirro.

Por otra parte, no es cierto que los apellidos estigmatizados por el repudio de la sociedad no puedan volver democráticamente al poder. Keiko Fujimori acaba de ganar con el 39,8 por ciento de los votos la primera vuelta de la elección presidencial peruana y el 5 de junio puede ser electa presidente. Su padre, el ex presidente Alberto Fujimori, cumple pena de prisión por 25 años por delitos de lesa humanidad. El apellido Kirchner no carga con semejante estigma y la volubilidad del voto en la Argentina se ha vuelto asombrosa. Por lo que trasciende, CFK se imagina en el rol que tanto le gustaba a Eduardo Duhalde: el de ser el elector del presidente, o sea, su jefa política.

A pocos meses de un desastre como el transmitido por el kirchnerismo, estas especulaciones pueden parecer disparatadas. Pero tampoco nadie imaginaba que anteayer, en los tribunales federales, la plana mayor del cristinismo, con Eugenio Zaffaroni como jefe operativo, copara el edificio, dispusiera del patio central, organizara su acto en las escalinatas y maltratara a sus enemigos políticos sin que ninguna autoridad le haya puesto límites. O sea, una demostración de que “a la justicia la seguimos manejando nosotros”. Y un signo de debilidad del macrismo que habrá que analizar muy a fondo.

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