Por Carlos Tórtora.-

Las graves inundaciones en Buenos Aires -que pudieron evitarse con un plan de obras que el kirchnerismo jamás puso en marcha- se están concentrando justamente en las dos secciones electorales más disputadas de la provincia: la Primera y la Segunda. Ocurre que, sobre todo en la Primera Sección, el massismo concentra casi todo su potencial y CAMBIEMOS avanzó significativamente en las PASO, mientras que el Frente por la Victoria lucha por no perder terreno.

El desastre natural también juega otro rol en la política nacional: puso en evidencia la tensión entre Scioli y CFK, que le habría hecho saber su disgusto por su viaje a Italia en plena inundación, precipitando su desairado retorno. El líder naranja apenas pudo empezar a festejar su triunfo del domingo cuando comprobó que el cristinismo cierra filas en torno a Aníbal Fernández, todo bajo los auspicios de Carlos Zannini.

Scioli se enfrenta ahora a una larga batalla en dos frentes. Por un lado, debe arreglárselas para llegar al 45% el 25 de octubre porque, como lo demuestran las mismas inundaciones, el malestar de los bonaerenses podría jugarle una mala pasada y condenarlo al ballotage. Pero al mismo tiempo deberá reprogramar su estrategia para el caso de ganar, porque como es impensable un corte de boleta masivo, seguramente Aníbal F. sería electo gobernador. Entonces el ex motonauta pasaría a ser el primer presidente argentino que asuma sin controlar su propio distrito, al margen de que, como apuntó Eduardo Duhalde, ¿cuántos diputados tiene Scioli? Lo mismo vale para los senadores y desde ya que los gobernadores K, que en el NOA y en el NEA acaban de obtener excelentes resultados, podría formar una liga con Aníbal y tratar de doblegar a un presidente debilitado por su propio partido. También Kirchner asumió en el 2003 en malas condiciones y con el duhaldismo controlando Buenos Aires y aliado a los principales gobernadores. Pero Kirchner, a diferencia de Scioli, tenía a su favor una economía en plena expansión y conducía un movimiento ideológico de gran potencial, que sumó rápidamente desde los grupos piqueteros hasta parte del establishment. Algunos de los entretelones de las PASO dejan en claro que el sciolismo está lejos de controlar la situación. Aníbal F, en su difícil pulseada contra Julián Domínguez, quince días antes de las PASO habría contratado a varios operadores massistas para que controlaran la fiscalización de su boleta en La Matanza, pagándoles 2.200.000 pesos. En Lanús, otro dirigente renovador, Gabriel Di Massi, también le habría sumado cientos de fiscales al jefe de gabinete, que por allí habría dejado otro medio millón.

Sin duda que Scioli preferiría que el gobernador fuera Felipe Solá, lo cual es casi imposible. La realidad es que Aníbal F está asumiendo el control de la campaña en Buenos Aires portando la billetera sin límites que le provee Oscar Parrilli y desplazando a los operadores naranja. Así se da la curiosa situación de que, a medida que avanza hacia su meta, Scioli sufre cada vez mayores embates.

Nuevo rompecabezas opositor

A todo esto, y con la expectativa de que las inundaciones le resten votos al kirchnerismo, ya existen no una sino varias mesas de negociaciones entre el macrismo y el massismo. Los dirigentes que allí conversan parten del siguiente razonamiento: con el actual régimen legal electoral, es imposible que haya un acuerdo entre Macri y Massa para la primera vuelta. Pero sí sería posible pactar acuerdos para ganar municipios. Esto es, allí donde Cambiemos o UNA están cerca de desalojar a los intendentes K, estas alianzas podrían sumar sus votos. Por ejemplo, en Tres de Febrero, el eterno Hugo Curto tambalea y el que le pisa los talones es el macrista Mario Valenzuela. Entonces se acordaría que el massismo retire a su candidato, Martín Jofre, un hombre de Graciela Camaño. De este modo, los votos de Cambiemos y Una se sumarían. En compensación, el macrismo podría dar un paso al costado y apoyar a Jesús Cariglino para que renueve en Malvinas Argentinas, donde está jaqueado por el candidato K Leonardo Nardini, que obtuvo 1500 votos más que él. Un pacto similar se estaría trabajando en Hurlingham para que el macrismo acepte apoyar al massista Luis Acuña, que puede ser desalojado por el kirchnerismo. Estos rápidos reacomodamientos que pueden darse vienen con crisis incluidas. Massa le había encargado al diputado nacional y secretario general de los petroleros privados Alberto Roberti, esposo de Mónica López, que organizara la fiscalización de la Tercera Sección Electoral. El caso es que Roberti no habría gastado un peso y que los fiscales de Massa fueron pocos y mal pagos. Hasta en su pago chico, Avellaneda, Roberti y López fracasaron estruendosamente. Esto provocó un estallido de Felipe Solá y otros renovadores. Roberti optó por pelearse con el propio Massa y, cuando el lunes se enteró de que éste tenía intenciones de conversar con Macri, usó Twitter para lanzar una amenaza directa: “Tenés que ser generoso pero no con la mía. Esto va a terminar mal, flaco”, le disparó a su candidato a presidente.

En síntesis, donde haya una negociación electoralmente rentable es probable que macristas y massistas acuerden.

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