Por Carlos Tórtora.-

En cuestión de horas se sucedieron las coincidencias. La justicia ordenó la detención de Luis D’Elía, símbolo del piqueterismo K, por la toma de la comisaría 24 de La Boca en el 2004. Al mismo tiempo, tanto Jaime Durán Barba como Patricia Bullrich denunciaban que, si triunfa Cristina Kirchner en octubre próximo, en la Argentina habrá cuerpos paramilitares como existen en Venezuela. Estas señales que emite el gobierno vienen a cuento de una situación que cada día aparece más real: la ofensiva judicial contra la ex presidente no parece gravitar en lo más mínimo en la evaluación política que la sociedad hace de ella. En otras palabras, que no se registra un deterioro significativo de su imagen y las causas pueden ser varias. En primer lugar, la alta politización de la justicia federal hace que sus procesos sean vistos como parte del juego político nacional. Pero esto no ocurre sólo con Cristina. Los macristas deberían recordar que Mauricio Macri fue acosado en la causa de las escuchas ilegales sin que su imagen se modificara en lo más mínimo por la persecución judicial. Sin duda que esta indiferencia social por los procesos por corrupción también tiene que ver con el creciente escepticismo y la crisis moral generalizada.

Lo cierto es que la principal herramienta para golpear electoralmente a CFK, la corrupción, está fracasando a ojos vista.

Sin alternativas

La situación es delicada para Cambiemos porque el eje de su campaña consistiría en movilizar una cruzada para evitar el retorno del cristinismo al poder. Y si la demonización de Cristina fracasa, la cruzada podría perder sentido. En un país donde las elecciones se referencian generalmente por el funcionamiento de la economía, el marismo estaría ensayando una convocatoria al voto ético contra un cristinismo cada vez más pragmático. Ni que hablar lo que está ocurriendo en el peronismo, donde después de la reunión entre Eduardo Duhalde y Cristina quedó en claro que ya no hay sector que se niegue al diálogo con ella.

La dirigencia peronista sólo se emociona con los números de las encuestas y en este punto es obvia la vulnerabilidad de Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey. Roberto Lavagna muestra mejores números pero la continuidad de su candidatura también depende de lo que haga ella. En este terreno, el gobierno también está perdiendo otra batalla mediática porque el peronismo se muestra muy dividido, como le conviene al oficialismo, pero en cambio prácticamente no hay enfrentamientos y todos dialogan con todos.

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