Por Carlos Tórtora.-

La sanción de la ley antidespidos por una mayoría opositora y el veto presidencial a la misma empiezan a marcar una línea divisoria en la política nacional. Hasta ahora, el PRO polarizó con el kirchnerismo y trató de dejar en un terreno neutral al peronismo no K. Ahora en el Congreso quedó en evidencia que no hay una ruptura interna profunda en el seno del justicialismo y que el cristinismo puede ser aliado de Sergio Massa, de José Luis Gioja y Daniel Scioli o de Juan Manuel Urtubey. Por primera vez desde que asumió Mauricio Macri la presidencia, el macrismo aparece en potencia como electoralmente vulnerable, en la medida en que se demoren las promesas de baja de la inflación, aumento del empleo e inversiones genuinas. Desde ya que el veto carece de trascendencia en la política interna pero puede ser perjudicial para el gobierno en el frente externo. Para los mercados internacionales, un presidente latinoamericano que no es acompañado por el Congreso ni por la Corte Suprema es un presidente débil. O sea que lo mejor sería entonces esperar a ver si Macri consigue mayoría legislativa propia el año que viene. Este estándard viene a cuento de que, desde el retorno de la democracia en el 83, Macri sería el primer presidente que en el alineamiento de los tres poderes está 1 a 2. Raúl Alfonsín contaba con mayoría en Diputados pero en el Senado mandaba el peronismo y la Corte le respondía. Menem logró alinear a los otros dos poderes. Duhalde sólo se consolidó en el Congreso, porque la Corte era la de Menem y volteó, por ejemplo, el corralito con el célebre fallo San Luis. Néstor Kirchner, más concentrador de poder que el riojano, siempre tuvo mayoría en ambas cámaras y una de las primeras cosas que hizo como presidente fue tomar el micrófono para recamarle al Congreso que iniciara el juicio político a la Corte, que era de linaje menemista. Cristina heredó este esquema hiperpresidencialista de su marido y lo fue perfeccionando. Así llegamos a Macri, que sólo puede aquilatar mayorías en ambas cámaras mediante alianzas y que se enfrenta a un serio problema que se llama Ricardo Lorenzetti. Nadie en el Poder Judicial piensa que los ataques de Elisa Carrió al presidente de la Corte, incluyendo su pedido de juicio político, no expresen en algunas medida los deseos de Olivos. La preocupación en el oficialismo es que el jurista de Rafaela está fortaleciéndose políticamente y cuenta con el respaldo de AEA y de Héctor Magnetto. Una parte importante del establishment local sospecha que Macri tiene intenciones de presionar a los principales grupos económicos para que sean más solidarios con el plan económico. Lorenzetti surge, entonces, como una especie de balance de poder en una Corte que él regentea con Juan Carlos Maqueda, ya que la tercera sobreviviente, Elena Highton de Nolasco, está en baja, descalificada por haber nombrado a su hija Elenita Nolasco como titular de la Secretaría Judicial de Relaciones de Consumo del Tribunal, una secretaría ideada por la propia Highton. Pero lo más grave es que su hija fue nombrada hace dos años en el mayor de los secretos como secretaria letrada, pero recién el 9 de diciembre pasado fue ascendida a Secretaria de Consumo, con rango de camarista.

En febrero pasado, Macri -luego de avanzar con un proyecto de designación en comisión de ambos juristas- resolvió evitar un conflicto y envió al Senado los pliegos de Horacio Rosatti y Carlos Fernando Rosenkrantz para cubrir las dos vacantes existentes en la Corte. En una Cámara donde el kirchnerismo tiene mayoría, el tratamiento del tema se viene postergando sistemáticamente. El bloque radical de senadores tampoco parece tener apuro, porque en las crecientes complicaciones institucionales del PRO, parece encontrar el resquicio para otro proyecto. Esto es, que junto con los pliegos en cuestión se negocie una ley para ampliar la Corte a 7 miembros o a 9, de los cuales al menos 2 serían radicales (Ricardo Gil Lavedra es el primer candidato de este partido). La hoy callada UCR tiene su propio proyecto de poder y no por nada sus principales figuras no aparecen aplaudiendo la política económica oficial. Para disimular este enfriamiento, algunos de sus asesores le aconsejan a Macri que convoque a Ernesto Sanz como Secretario General de la Presidencia en lugar de Fernando de Andreis. Esto va contra la inclinación de Macri a manejarse con un equipo de la nueva política y, además, nadie puede asegurar que Sanz acepte el cargo.

Mientras tanto, Lorenzetti gana tiempo y se afianza. Según sostienen él y Maqueda, cuando finalmente ingresen nuevos miembros a la Corte, no correspondería que la presidencia de la Corte sea ejercida por un ministro que no tiene experiencia en la misma. Lo que equivale a decir que la conducción del alto tribunal debería quedar en cabeza de algunos de sus tres actuales miembros.

Como corresponde a un ingeniero empresario rodeado de gente proveniente de la actividad privada, Macri no soporta las complejas elucubraciones sobre las internas judiciales y carece de operadores judiciales de gran peso en Tribunales, esto aunque Eduardo Angelici venga haciendo grandes progresos en los últimos tiempos.

Con pocas alternativas

Así las cosas, el macrismo detenta el gobierno desde una postura de debilidad institucional al no contar con la adhesión de los otros dos poderes. Esta particular situación hace que en la mesa chica presidencial haya un replanteo sobre la forma de ejercer el poder. Con cierta lógica, allí empieza a insistirse en que la autoridad presidencial debe reforzarse y que es conveniente que Macri se muestre más y con definiciones cada vez más fuertes. La mayor intensidad con que está apareciendo en público el jefe de gabinete Marcos Peña sería un anticipo de esto.

Hay otros dos factores que también empujan a Macri a plantarse como un presidente fuerte. El primero es que las distintas centrales obreras marchan hacia un paro general contra el crecimiento del desempleo y la inflación. El segundo es que el Papa Francisco está resuelto a no apoyar en modo alguno la actual política económica y que al gobierno le esperan distintos sinsabores por parte de los obispos locales.

En Buenos Aires, donde está el 40 por ciento de los votos del país, los intendentes peronistas están cada vez más inquietos: si Macri le abre camino a Carrió para ser la primera candidata a senadora nacional por esta provincia el año que viene, se formará de inmediato un frente prácticamente antiperonista y ellos se verán obligados a entrar en conflicto permanente con la gestión de María Eugenia Vidal.

Las pocas encuestas que circulan muestran que Macri y Vidal han sobrevivido con poco costo al severo ajuste y que hay una fuerte corriente ciudadana dispuesta a darle tiempo al gobierno. Sin embargo, ni el más oficialista de los encuestadores se atreve a afirmar que no reaparecerá en los próximos meses la conocida volubilidad política de los argentinos.

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