Por Carlos Tórtora.-

Luego de varias semanas de tensiones, la definición de los números en diputados a favor y en contra del acuerdo con el FMI sigue sumida en la oscuridad. Cristina Kirchner -y Máximo- vienen haciendo un recuento de poder interno que les dio al menos un resultado positivo: la crisis con la Casa Rosada no provocó la deserción de un solo dirigente kirchnerista. Así como el kirchnerismo duro, con pocos aliados, se debe a su núcleo duro, Alberto funciona al revés: su poder está en las alianzas y carece de estructuras propias. Los gobernadores, aunque sin decirlo en público, aprueban masivamente el acuerdo con el Fondo, y la CGT, sólo con su silencio, está dando un apoyo significativo. Pero donde más creció el presidente es en la opinión pública independiente y en el apoyo del establishment. Dos factores que son decisivos para el operativo reelección, que marcha silenciosamente.

Este balance de fuerzas hace que ambos sectores estén empatados. Una vez más, Alberto está en condiciones de mantenerse en pie y, simultáneamente, Cristina no aparece debilitada.

El paso crítico

La situación se complicaría si finalmente el gobierno debe acudir al apoyo de Juntos por el Cambio para la votación del acuerdo. La tesis kirchnerista es que la oposición apoyará, porque de este modo, con el acuerdo, al gobierno se le hará muy difícil ganar las próximas elecciones.

En términos de poder interno, para Alberto esta situación tendría un enorme costo político, tan alto que puede significarle salir de la carrera electoral. ¿Está dispuesto a ser el normalizador de la economía al costo de perder las elecciones?

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