Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández está a punto de dar un giro dramático a la negociación con el FMI.

El Fondo ya sabe que el Presidente estudia postergar un pago de 731 millones de dólares que vence el 28 de enero, si ese día continúan las diferencias entre el FMI y la Casa Rosada.

Desde una perspectiva técnica, sería una moratoria unilateral ejecutada por la Argentina. No existe el concepto de default, en relación a las deudas soberanas que no se pagan al Fondo.

Simultáneamente, el gobierno puso en marcha su aparato de movilización para llenar la Plaza de Mayo en apoyo de Alberto. En síntesis, el presidente no deja que lo corran por izquierda y se pone al frente de su línea dura. De este modo, quedaría neutralizado el kirchnerismo duro, que carecería de espacio para explayarse. Un interrogante que puede plantearse es qué pasaría si las necesidades de la negociación hacen que el presidente tenga que desandar sus pasos. La bandera de no ceder ya es una etiqueta difícil de quitar y cualquier marcha atrás significaría la reaparición del kirchnerismo duro.

Ella y su silencio

Este juego gira en torno a la postura que asuma CFK. Ella se lavó las manos diciendo en su última carta que ella no tiene la lapicera. El temor en la Casa Rosada es que haya una nueva carta endureciendo la postura de la vicepresidenta. En el actual estado de cosas, ella tiene poco margen para pronunciarse, salvo que Alberto se vuelque a una negociación más amistosa.

En síntesis, que al gobierno le resultaría cada vez más difícil bajarse de la línea dura.

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