Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández abrió la semana afirmando que se pone al frente de la campaña electoral y que tiene sus propios candidatos para diputados. Dos afirmaciones que parecen surgidas a propósito de la creencia generalizada -en el propio oficialismo- de que tanto el micrófono como la lapicera electoral estarán a cargo de la vicepresidenta. Probablemente, el presidente intenta angustiosamente recuperar protagonismo en medio de un deterioro sostenido de su perfil. Él percibiría que debe, como sea, hacer demostraciones de poder. Este episodio se da en medio de una situación crítica en la política exterior. La ola de manifestaciones reclamando libertad en Cuba sólo arrancaron de AF un comentario insólito, que no tenía conocimiento de la magnitud del problema. Frente a la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos, que condenaron la brutal represión en la isla, la complicidad por omisión del gobierno argentino puede llegar a tener un alto costo. El caso es que CFK ha cerrado filas con Raúl Castro y Díaz Canel y, si la crisis sigue, Felipe Solá se vería obligado a embanderarse cada vez más con los gobiernos de Venezuela y Bolivia. La radicalización de la política exterior se consolida así, dificultando seriamente las chances de recuperar voto moderado para las PASO. También suenan como una desesperada defensa los dichos del presidente sosteniendo que de ningún modo permitirá que Santiago Cafiero sea presionado para dejar la Jefatura de Gabinete y ser cabeza de la lista de diputados por Buenos Aires. En la Casa Rosada temen cada vez más que la incesante promoción de la figura de Martín Insaurralde por parte del cristinismo no apunte a su candidatura a diputado sino a su desembarco en el gabinete nacional. Al menos por el momento, la ofensiva del kirchnerismo duro contra el ala económica del gobierno, ha cesado. Martín Guzmán hoy negocia ganar tiempo en las tratativas con el FMI mientras trata de bajar la inflación a 2 puntos y no parece que la vicepresidenta vaya a impedírselo. Pero no ocurre lo mismo en el ámbito político, donde ella se estaría preparando para un resultado electoral muy ajustado o directamente un empate que no le permita al oficialismo conseguir mayoría propia en la Cámara de Diputados. De darse esto, el oficialismo quedaría debilitado con el agravante de contar con un presidente de escaso poder. En este contexto, el cristinismo quiere tener más presencia en el gabinete nacional y le apunta al premio mayor, la Jefatura de Gabinete.

Antes de las PASO

Una señal de que Cristina no tendría un buen pronóstico electoral es su creciente ansiedad por cerrar cuanto antes las causas judiciales que lo permitan. Es sintomático que la Cámara de Casación cambiara la sala que tratará el pedido de nulidad que hará Cristina para que el juicio del Memorándum con Irán nunca se haga. Lo hará la Sala I, como quieren los imputados desde la época en que pedía esa misma sala el ex canciller Héctor Timerman, ya fallecido.

Los jueces de esa Sala son los mismos que anularon el juicio del dólar futuro contra Cristina antes de empezarlo. Lo mismo que Cristina pide ahora con el encubrimiento a la AMIA, que es el caso del Pacto con Irán. Los abogados de la ex presidente trabajan a full para que la causa del Memorándum se caiga antes de las PASO. El temor es obvio: un débil resultado electoral haría renacer en Comodoro Py el entusiasmo por luchar contra la corrupción.

Share