Por Carlos Tórtora.-

Desde más de dos meses atrás, Alberto Fernández convulsionó al kirchnerismo al tomar distancia de Cristina Kirchner e insistir en que debe haber PASO, lo que entrelíneas quiere decir que piensa en candidatearse para su reelección.

La respuesta de la vicepresidenta no se hizo esperar: dejó que en el acto del 17 de noviembre en La Plata fluyera en las tribunas el clamor por su candidatura y en su discurso tuvo aires de presidenciable.

En el círculo áulico de La Cámpora se desliza que esta candidatura es, por el momento, una operación para concentrar poder. O sea, un mensaje al conjunto del peronismo para que se paralicen todos proyectos presidenciales que se están incubando, desde Juan Schiaretti hasta el mismo Axel Kicillof. Este último sostiene que su aspiración es reelegir pero no rechazaría la posibilidad de ser presidente. Es probable que la instalación de la candidatura de Cristina también esté dirigida a frenar los rumores sobre la postulación de Sergio Massa, cuyos éxitos en su actual gestión todavía están lejos de verse.

Volviendo al presidente, éste parecería creer que puede haber en el primer trimestre del año que viene un rebote económico que le devuelva al gobierno una cuota de apoyo popular. A partir de esta esperanza, la candidatura por el Frente de Todos volvería a ser interesante. Siguiendo con el probable razonamiento presidencial, podría ocurrir que la economía mejore pero que no ocurra lo mismo con la intención de voto de Cristina. En ese caso, el presidente se autoasignaría chances de disputar una primaria, sobre todo para el caso de que ella opte por ser candidata a senadora nacional por Buenos Aires, ante el riesgo de tener que cumplir una eventual condena en la causa Vialidad, ya que quedaría sin fueros el año que viene.

Sin Cristina candidata, Alberto se consideraría en carrera pese a lo escaso de sus actuales números.

En otra interpretación tampoco despreciable, el presidente simplemente agita el fantasma de su reelección para evitar convertirse en un cadáver político, lo que podría ocurrirle próximamente en los últimos meses de su mandato.

El diagnóstico

En este punto es donde intervienen los médicos y aparece el episodio del sangrado gástrico durante la última cumbre del G20 en Bali. No se trata de un diagnóstico grave pero sí de cuidado y, según algunas fuentes, podría llevarlo a reducir el ritmo de su actividad, ya reducido por otra parte por la concentración del poder en manos de Massa.

Más bien como suposición que como una versión confirmada, llegó a circular en los últimos días que tomaría una licencia por razones de salud, obligando a CFK a hacer lo que no quiere hacer, que es exhibirse como a cargo del Poder Ejecutivo.

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