Por Carlos Tórtora.-

Cuando Alberto Fernández fue ungido precandidato a presidente por Cristina Kirchner, la impresión generalizada era que actuaría por delegación de ella y que sus votos serían prestados también por la misma persona. Tres meses después, la foto de hoy es bastante diferente. Alberto aparece con mayor intención de voto que CFK y concentra cada vez más poder político en sus manos.

Los números con los que ganaría en primera vuelta podrían colocarlo por encima del 54 por ciento obtenido por ella en el 2011. Hoy cayeron en el olvido los cálculos que se hacían sobre lo difícil que sería para el candidato peronista ganar un entonces casi inevitable ballotage. La impresión generalizada de que Alberto llegará al gobierno con muchos votos propios altera las ecuaciones políticas. Para empezar, se especulaba con que sería un presidente débil y necesitado del apoyo del kirchnerismo, lo cual hoy día no es exacto. Sin perder un minuto, Fernández incluyó en su futuro gobierno a los líderes de las diversas minorías que componen el peronismo, o sea Sergio Massa, Felipe Solá y Florencio Randazzo, con lo cual extendió su base de sustentación fuera del kirchnerismo. Esta inclinación a sumar figuras incluye también a Martín Redrado.

La minitransición

Para sustentar su rol de presidente con plenos poderes, Alberto se inclinaría por que el Ministro de Hacienda sea Matías Kulfas, un economista salido del Grupo Callao, que es su think thank.

A lo anterior se le suma que, a través de la coordinación que realiza Juan Manzur, el candidato del Frente de Todos tiene un pacto con la casi totalidad de los gobernadores.

Fuera de su alcance están la masa de los diputados y senadores kirchneristas, que responden a CFK mayoritariamente y el grueso de los intendentes del PJ en el conurbano, que apoyan a los Fernández pero mantienen cierta cuota de autonomía y que recelan tanto de los albertistas como de Axel Kicillof.

A pesar de estas sombras en la construcción de su trama de poder, lo hecho por Alberto F en tan sólo 90 días es considerable.

El próximo 27 le tocará enfrentarse con un desafío sumamente sensible. Tendrá que negociar con Mauricio Macri algún acuerdo de gobernabilidad que evite una situación incontrolable entre el 27 de octubre y el 10 de diciembre. Esto sin hacerse cargo de los gruesos errores del macrismo en la gestión de la deuda y la política financiera.

El fracaso de Macri en su imprevista reunión con el titular del FMI David Lipton suena a una advertencia también para el candidato peronista, que deberá andar con pies de plomo en la atmósfera de Washington, enrarecida nuevamente con la Argentina.

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