Por Carlos Tórtora.-

La discusión ya está instalada en la Casa Rosada, aunque puertas adentro. En el entorno de Alberto Fernández hay quienes sostienen, con el apoyo de unos cuantos infectólogos, que sólo se puede salir del actual cierre intermitente por 9 días con una clara disminución de los contagios. De no darse esto, dicen, habría que continuar con una semana más de cierre total, desdiciéndose el gobierno de lo que anunciara el jueves pasado. Frente a esta postura, se alzan los que afirman, con encuestas en la mano, que de ningún modo se puede prorrogar el cierre, porque el malhumor social se puede desbordar. La decisión final pasará por los números sobre cantidad de contagios entre hoy y el viernes.

Esta situación indica a las claras no sólo la gravedad del momento sino que Alberto necesita sí o sí un éxito en la lucha contra la pandemia. La llegada de 6 millones de vacunas sería un paliativo pero estaría lejos de incidir decisivamente en la curva de contagios.

Una denuncia clave

El presidente estaba soportando la agudización de la pandemia con el beneficio de que la oposición no se mostraba activa. Pero Patricia Bullrich cambió el escenario denunciando al presidente y a Ginés González García por haberles planteado a los directivos de Pfizer la designación de un socio argentino como condición para la compra de 14 millones de dosis de vacunas. Como es obvio, este socio representaría un porcentaje de ganancias que sería el retorno de la operación. Hugo Sigman sería el elegido. Todo esto antes de que este empresario le vendiera 12 millones de dosis de AstraZeneca al gobierno, no entregándolas todavía y cobrando 60 millones de dólares.

Pfizer desmintió que se hayan pedido sobornos pero no aclaró que no se le había pedido un intermediario local. El presidente anunció una querella contra Bullrich.

La denuncia cae como una bomba en el sensible mundo de las empresas y probablemente haga que los laboratorios que le vendan vacunas a la Argentina empiecen a tomar precauciones para no quedar enredados en el medio de denuncias por corrupción. Por esto mismo se podría acentuar la dependencia argentina de las negociaciones estado-estado, o sea de Rusia, de China y pronto de Cuba, con la vacuna Soberana II que, al igual que las primeras dos, es una operación de CFK.

La explicación de AF de que Pfizer no nos vendió porque la administración Biden acaparó su producción no es suficiente, ya que unos cuantos países latinoamericanos sí recibieron entregas de este laboratorio.

De cualquier modo, el escándalo tiene la suficiente entidad como para oscurecer el proceso de la compra de vacunas en momentos en los que el gobierno está agotando la agenda de laboratorios que producen vacunas contra el Covid 19. En otras palabras, que sería cada vez más complicado conseguir rápidamente vacunas.

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