Por Carlos Tórtora.-

Si en el gobierno había un acuerdo para dar por superada la crisis por la foto del cumpleaños de Fabiola en Olivos, el discurso de Cristina Kirchner en Avellaneda alimentó nuevamente el escándalo. Que una vicepresidente exhorte a su jefe el presidente a poner orden forma parte del extraño sistema de poder del kirchnerismo. Ella, lejos de fortalecerlo, lo dejó a Alberto expuesto como incapaz de conducir su entorno y/o su vida privada. O sea, en plena campaña electoral, CFK eligió tomar distancia del tema apareciendo como crítica de los desatinos presidenciales. ¿Conspira Cristina contra los intereses del Frente de Todos o piensa que los votantes en realidad la siguen a ella? De ser cierto esto último, el castigo a Alberto podría seguir. En todo caso, si algo queda en claro es que ella sigue esmerilando la escasa cuota de poder del presidente.

Otro punto a destacar es que, a casi una semana de la publicación de la foto, el gobierno ni siquiera intentó tapar el escándalo poniendo en el centro del ring cualquier otro tema. No quiso o simplemente no pudo entretener a la opinión pública con otro tema. Obviamente, la Casa Rosada no manipula a la opinión pública debido a su incapacidad para hacerlo y de ningún modo por razones éticas.

A esto hay que agregarle que la ofensiva para que se investigue judicialmente la fiesta clandestina la lleva más el periodismo que la oposición. Tanto Diego Santilli como María Eugenia Vidal se aferran a los lineamientos de una campaña light, no quieren que los acusen de destituyentes y confían en que la gravedad de la situación económica haga que las diferencias se achiquen.

Cómo sigue la crisis

En menos de un mes, salvo que el resultado de las PASO sea un gran éxito, habrá con seguridad un pase de facturas en el Frente de Todos. Como están las cosas hoy y si sigue el Olivosgate, el kirchnerismo podría enrostrarle al presidente y al “desorden” a cualquier resultado insatisfactorio. No es arriesgado predecir que la vicepresidente no sería solidaria si las urnas no le sonríen. La realidad es que, a menos que gane en forma contundente, el gobierno deberá arreglárselas para replantear la campaña para el 14 de noviembre. La crisis de la investidura presidencial, si se profundiza, haría cada vez más complicado reordenar la campaña electoral, sobre todo a partir de algo que es obvio: la campaña está nacionalizada y los candidatos tienen un rol secundario.

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