Por Carlos Tórtora.-

Hay una anécdota que pinta muy bien el clima que se vive en la Casa Rosada. Horas antes de que Daniel Scioli asumiera como Ministro de Desarrollo Productivo en una concurrida ceremonia, Alberto Fernández maniobró para que dicho acto no fuera descollante. Este hecho muestra una nueva realidad. El presidente teme que, si Scioli tiene éxito, éste eclipse a su ya debilitada figura. El ex motonauta abrió el paraguas y aclaró que él pensaría en ser presidente si Alberto no busca su reelección. Con los números de las encuestas por el piso y la inflación que sigue altísima, el presidente ya no se atrevería a hablar de reelección. Y menos aún después de que Cristina impulsó el retorno de Scioli. La única bala que le queda al presidente es que Martín Guzmán consiga una baja sostenida de la inflación en los próximos 60 días, antes de que el kirchnerismo avance nuevamente pidiendo la cabeza del cuestionado ministro.

A varias puntas

Pero mientras el titular de Hacienda quema sus últimos cartuchos, Alberto parece encaminarse a practicar un complejo juego para evitar la licuación de su poder. Se lo llevó a Sergio Massa a la Cumbre de las Américas para frenar su descontento por la designación de Scioli y le cedió entonces la Dirección Nacional de Aduanas al massista Gustavo Michell. A partir de ahora, Alberto bien podría practicar un juego pendular entre Massa y Scioli, arbitrando en el enfrentamiento que, sin disimulos, protagonizan ambos. Pero algo que está empezando a pasar confirma los temores del albertismo: Scioli se aproxima velozmente a una alianza con Axel Kicillof, que podría pasar por su apoyo a la reelección de éste y viceversa. También hay un pacto de no agresión con La Cámpora, que ya se exterioriza en los recientes elogios de Andrés Larroque al nuevo ministro. Ante el giro que va haciendo el kirchnerismo, Massa se refugiaría por ahora en la figura de Alberto. La teoría política clásica señala que, en la última parte de su mandato y si no tienen reelección, los presidentes funcionan como un pato rengo. Alberto ya lo es pero puede caer mucho más abajo si Guzmán cae y el sucesor no sale de su agenda.

Por su parte, Cristina juega su propia partida de ajedrez: impulsa a Scioli pero no se descarta como candidata, mientras que lenta pero firmemente va quitándole oxígeno a Alberto. Es dudoso que a la vicepresidenta le convenga un colapso del presidente y, por ejemplo, un llamado anticipado a elecciones, porque ella creería que la economía se reactivará en el 2023.

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