Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández juega seguramente su partido más riesgoso, porque pretende mantener vivas sus pretensiones reeleccionistas al mismo tiempo que conducir con éxito la renegociación con el FMI. Los hechos le marcan al jefe de estado realidades insoslayables. Por ejemplo, que Cristina Kirchner y Axel Kicillof no están dispuestos a ser concesivos con el ajuste fiscal que propondría el FMI. La vicepresidenta fue explícita y dijo en su última carta que condenaba cualquier ajuste y aclaró que ella no tenía la lapicera, así que firmar el acuerdo por la deuda no era su problema. El presidente tomó debida nota de que a la hora de firmar el acuerdo con el FMI estará solo aun dentro del Frente de Todos. Para que su candidatura presidencial sobreviva, AF necesita un acuerdo que cuente con apoyo en las filas peronistas, esto es, gobernadores, CGT e intendentes, y éste es un punto extremadamente difícil de lograr. De inclinarse por aceptar un cierto ajuste, sus esperanzas en el peronismo se desmoronarían y el kirchnerismo duro le daría la espalda, aunque no al precio de voltearlo. Es prácticamente imposible que el presidente consiga que sus compañeros acepten compartir responsabilidades por eventuales concesiones al Fondo. Kirchneristas y peronistas hacen causa común apostando del modo más fácil: diferenciarse de Alberto dejándolo solo en la responsabilidad de acordar.

Con esta panorámica, sin duda la opción más sencilla para el presidente sería la única que no puede tomar. Esto es, negarse al ajuste, no acordar y entrar en default. En este caso, entraría en juego la gobernabilidad y las esperanzas de reelección serian ilusorias.

Un camino casi intransitable

Así las cosas, el presidente parece condenado a circular por un difícil sendero que consiste en tratar de que haya concesiones por parte del FMI y también del lado del kirchnerismo.

No por nada Martín Guzmán no mostró números en su reunión con los gobernadores. La verdadera negociación no pasa por lo que ocurra ante las cámaras sino en cónclaves muy reducidos.

En su discurso público, el presidente sigue atado a aquello de que el ajuste es imposible pero no diría lo mismo el ministro de economía en sus reuniones de trabajo. Los tiempos para el sinceramiento son cortos porque el 22 de marzo es la fecha tope. En este punto hay que considerar la pregunta acerca de cuánto le importa a Cristina que la reelección de Alberto entre en una crisis final por la falta de apoyo interno a la negociación. Que el presidente salga malherido de esta batalla no sería algo que desvele a la vicepresidenta, que tendría esperanzas presidenciales en Kicillof, cuyo desempeño en la gobernación dista bastante de ser brillante. ¿Terminará pagando Alberto con su futuro político el precio por firmar un acuerdo rechazado por el kirchnerismo?

Tal como están las cosas, el rechazo a las presiones del Fondo es la única bandera de movilización popular con que cuenta el kirchnerismo. Otros temas, como la guerra contra la justicia son por lejos menos populares.

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