Por Guillermo Cherashny.-

Cualquier analista internacional que llegó a la Argentina para la asunción del quinto gobierno peronista quizás no comprenda la amplitud que tiene el peronismo en su política exterior. En efecto, vino a la jura Jorge Rodríguez, vicepresidente de Maduro, Rafael Correa y el estatus de refugiado a Evo Morales, el depuesto presidente de Bolivia, podría pensar que volvió el chavismo a la política exterior argentina y, si bien es cierto que el cristinismo tiene un papel preponderante en el nuevo gobierno, está claro que gobierna una coalición peronista más ligada al mundo occidental, como Sergio Massa, Daniel Scioli y el canciller Felipe Solá, quien el mismo día que se aceptó como refugiado a Evo Morales anticipó que el gobierno no volverá atrás con la calificación del hezbollah como organización terrorista, cuestión que se le anticipó a Michael Kozak, el Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, y Daniel Scioli ya viajó a Brasil para reunirse con el general Hamilton Mourão, el vicepresidente de ese país, que ya había asistido a la jura de Alberto Fernández, y el presidente Jair Bolsonaro elogió al presidente argentino y lo invitó a Brasilia para cuando quiera.

Estos últimos episodios demuestran que las presencias de Correa y Morales son meras anécdotas y que la República Argentina en política exterior mantendrá estrechas relaciones con los Estados Unidos, Brasil, y seguirán muy buenas con el Estado de Israel. Pero esta situación no quita que para el gobierno, por pertenecer al Grupo de Puebla, es natural recibir a los ex presidentes progresistas o populistas como quieran llamarlos, pero la realpolitik es que el gobierno de Alberto Fernández se moverá con los gobiernos democráticos de América Latina aunque sean ubicados en la derecha.

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