Por Guillermo Cherashny.-

El estado de desintegración del Frente de Todos es alarmante, con un presidente aislado en su círculo íntimo integrado por Vilma Ibarra, Santiago Cafiero y la reciente egresada Gabriela Cerruti y un tanto alejado Martín Guzmán, el ministro de economía, que es muy criticado en toda la coalición y que, pese a ser uno de los pocos racionales del gobierno, ni el entorno presidencial confía en él por pertenecer al cada vez más solitario sector prooccidental del gobierno. Si bien su negociación con el Fondo es bastante buena, porque mas no se podría obtener, no tiene un plan económico que logre bajar la inflación, aunque sus detractores del cristinismo proponen medidas para estrellarse contra la pared; por eso se mantiene en su cargo. En tanto, los únicos sensatos de la coalición, como Sergio Massa, Jorge Argüello y Emanuel Álvarez Agis, los gobernadores, intendentes y la CGT carecen de poder para orientar un rumbo correcto. Los albertistas y cristinistas están en una carrera para convertirse en quién es más crítico de los Estados Unidos por no ayudar lo suficiente con el Fondo o por intentos de «desestabilizar» a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, por avalar al demonio moderno, como consideran a Luis Almagro, el secretario general de la OEA y el instrumento americano para cuestionar a las dictaduras ya nombradas y darle aire a la CELAC, el organismo inexistente que Alberto Fernández preside hace un mes. Aparentemente los lazos entre el denominado e invisible albertismo y el Instituto Patria estarían cortados salvo por la intermediación de Gabriela Cerruti y Horacio Verbitsky, que parecen los protagonistas del film «Bajo dos banderas», interpretado por Ronald Colman y Claudette Colbert, que están fracasando en su cometido.

El escenario de esta contienda no sólo se da en cuestionar a los Estados Unidos sino en el monto del incremento de las tarifas de los servicios públicos, ya que los delegados de Cristina quieren un aumento ridículo que mantiene el déficit fiscal en el 2,4% del PBI solamente en la cuestión energética, cuando el compromiso con el Fondo es de bajarlo al 2,5% en todos los rubros al año. Es decir, Guzmán quiere cumplir con el acuerdo y el cristinismo quiere muchísimo más déficit, que a estas alturas es infinanciable y, por tanto, es oponerse al FMI, en tanto el presidente no decide en qué sector encuadrarse y le echa la culpa a Trump, Macri y David Lipton.

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