Por Jorge Raventos.-

Cuando, dentro de un mes, se inaugure el año parlamentario, el gobierno verá sensiblemente reducidos los grados de libertad con que ha venido tomando decisiones. Los decretos de necesidad y urgencia, que hoy pueden justificarse por el receso legislativo, perderán ese sustento de legitimidad, tendrán que atravesar el control del Congreso y evitar su rechazo; habrá que promover leyes y tejer los acuerdos para que sean aprobadas.

La Casa Rosada sabe que le quedan cuatro semanas para que empiece ese segundo tiempo y las reglas de juego se modifiquen; sabe que debe emplearlas para acelerar medidas indispensables y para ir desarrollando las convergencias que necesitará de allí en más.

No se trata sólo de forjar consensos que ayuden a pasar leyes, sino de apuntalar la construcción de una red de diálogo y convivencia sobre el que se puedan apoyar la gobernabilidad y la construcción de un sistema de poder democrático, abierto y eficaz.

Oídos receptivos

En la última semana el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, intercambió gestos de confianza con un importante de gobernadores peronistas que dos días antes se habían reunido para negociar en común con el gobierno central, encabritados por la mejora en la coparticipación impositiva que el presidente reconoció por decreto a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Frigerio empezó por convenir (vía inmediatos mensajes de texto) una reunión con ellos y ya alrededor de una mesa en Balcarce 24, les admitió que, aunque es correcto darle a la Capital los fondos que acompañan el prometido traspaso de la Policía Federal, había sido un error hacerlo con un formato que perjudicaba a las provincias por su incidencia en otros recursos. Prometió corregir los errores, dar soluciones rápidas, contantes y sonantes y sostener obras públicas paralizadas desde hace meses por atrasos en los pagos del Ejecutivo anterior.

El gobierno de Mauricio Macri emplea sin complejos la autocrítica y el ajuste de algunas de sus decisiones (“Somos humanos y nos equivocamos”). Es un modo muy ilustrativo de diferenciarse del gobierno anterior, que, a la inversa, prefería atrincherarse en sus posturas y “duplicar la apuesta” (y el grado de los conflictos).

Los gobernadores comprobaron que en Balcarce 50 hay oídos receptivos. “Somos socios en la tarea de gobernar”, les dijo Frigerio. Y es cierto: el gobierno nacional necesita que los gobernadores le aporten apoyo de sus senadores en la Cámara Alta y los gobernadores, que al estado central se fortalezca, haga lo que debe hacer para mejorar los ingresos y el financiamiento del país, reparta adecuadamente los recursos y las habilite a acceder al crédito internacional. La gobernabilidad es, en rigor, un sistema de cogobernabilidad del que todos participan, independientemente de las fuerzas políticas a las que responden.

Socios en la gobernabilidad

El diálogo va más allá de su motivo puntual. Frigerio y los gobernadores se prometieron acordar inclusive sobre las formas de los desacuerdos. Hay una lectura que trasciende la coyuntura. El gobierno procura, sin ejercer un intervencionismo ostensible, que en el peronismo decante una tendencia fuerte dispuesta a la cogobernabilidad. No está buscando una “pata peronista” para la coalición Cambiemos: sabe que la física de la política hace del peronismo el eje principal de una oposición al gobierno y espera que esa oposición no sea un polo antisistema y predispuesto al desorden y el aislamiento, sino un socio de la cogobernabilidad por interés propio.

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey ha sido -desde las filas de lo que fuera el kirchnerismo- el primero y el más audaz en sostener una oposición constructiva al gobierno. Ya no está solo, han surgido otras voces elocuentes en el elenco de los gobernadores y también en el más amplio de la dirigencia peronista tradicional.

La reforma política

En la misma semana en que los gobernadores peronistas se reunían en la Casa de Gobierno con Frigerio y con el Jefe de Gabinete Marcos Peña, en otro ámbito del ministerio de Interior el secretario de Asuntos Políticos, Adrián Pérez, congregaba a dirigentes de los partidos políticos para acordar sobre la introducción de la llamada boleta única electrónica en los próximos comicios (2017). El gobierno también propone un acuerdo con las provincias para acotar al máximo la dispersión de fechas electorales (las provincias tienen autonomía para fijarlas en cada distrito).

A la reunión, en la que también estuvo presente Frigerio, concurrieron representantes de dieciséis fuerzas con personería electoral, desde la UCR, el Pro y el Justicialismo hasta el Partido Obrero y el Partido Comunista. Hubo un primer acuerdo sobre la boleta única electrónica, otros temas quedaron agendados para próximos encuentros. Todo parece indicar que se avanza con suficiente apoyo hacia la reforma política.

Campo, empresas, cambio y gradualismo

Las reuniones en la Casa Rosada abarcaron a otros sectores, de importancia estratégica. El gobierno dialogó con la Mesa de Enlace de las entidades agropecuarias, que el kirchnerismo había decidido inscribir en su nómina de enemigos.

El gobierno apuesta a una alianza estratégica con “el campo”, consciente de que la cadena de valor agroalimentaria constituye el sector más competitivo de la producción nacional, está en condiciones de extenderse tanto horizontal como verticalmente y seguirá constituyendo la principal fuente de divisas para el país. En función de esa convicción y pese al desequilibrio fiscal heredado, entre las primeras medidas que anunció el Presidente estuvo la eliminación de retenciones (disminución, en el caso de la soja), beneficio que se sumó a los efectos de la eliminación del cepo cambiario y le devolvió al agro rentabilidad y competitividad. La Casa Rosada espera que el campo aprecie debidamente la diferencia entre un gobierno hostil y uno comprensivo y que, en beneficio propio, incremente la inversión y la productividad, exporte más y liquide regularmente sus exportaciones.

También estuvieron en Balcarce 50, invitados por el gobierno, los empresarios más poderosos de la Argentina, que se reúnen en la Asociación Empresaria Argentina (AEA). El propio Presidente pasó a saludarlos, pero no permaneció en la reunión, que quedó a cargo del jefe de Gabinete Peña y del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay.

Ni el campo ni los grandes empresarios están conformes con el valor en torno al que actualmente oscila el dólar (observado por un Banco Central que incrementa reservas). Unos y otros preferirían una devaluación mayor del peso. Los jefes de AEA también esperaban (en parte, en virtud de los diagnósticos preelectorales de algunos técnicos del Pro) que el gobierno aplicara una estrategia de shock para ajustar la economía, reducir la inflación y reordenar el desquicio de los precios relativos. Macri se inclinó por un gradualismo matizado: mantendrá algunos subsidios (los de ayuda directa o el transporte, por caso), elimina otros, sea parcialmente (energía), o totalmente. También crea otros (petróleo). El gobierno se ha inclinado por políticas a medida, que buscan fortalecer y curar la economía, con un ojo puesto en provocar el menor dolor posible y en custodiar las condiciones de la gobernabilidad.

Los ñoquis indigestos

En un punto los miramientos disminuyen: el gobierno está convencido de que debe aligerar el gasto público, si no de “grasa” (referencia ambigua) de Prat Gay, sí del hidrato de carbono provisto por legiones de ñoquis, tan convencidos de serlo que, para quejarse de los ceses de contratos que decidió el gobierno, festejaron el 29 y ¡la mayoría de las presuntas víctimas no asistió!

Los ñoquis son otra cosa: producto de una concepción del Estado como caja facciosa y aguantadero de clientela política. El gobierno resolvió ser estricto (eso no le impidió revisar más de 4.000 casos en los que anuló las desvinculaciones), convencido de que esa actitud le hace bien a los recursos públicos y no le reporta costos políticos. En realidad ­testimonian algunas encuestas- la opinión pública espera en este asunto mano más dura aún.

Con tanto esfuerzo de diálogo por parte del gobierno, se destaca un casillero vacío: la dirigencia sindical todavía no sido convocada como el sector agrario, los grandes empresarios, los gobernadores o los partidos.

Quizás el gobierno no vea, del otro lado, un interlocutor suficientemente homogéneo (aunque hay conversaciones constantes entre los dirigentes gremiales, los grupos no unifican personería); tal vez prevalece la cautela en un período que se desliza ya hacia las negociaciones paritarias. Probablemente el gobierno prefiera reservar sus cartas para una mano posterior y espere que en primera instancia el peso de las negociaciones y el esfuerzo de moderar demandas los sobrelleve la parte empresaria.

El ciclo de las paritarias se extiende hasta el fin del primer semestre: es seguramente el fixture de un campeonato de conflictos que, si desbordan, borronearán el proyecto de cogobernabilidad que trabaja el gobierno.

Entre los buitres y el Vaticano

Otro diálogo crucial que se avecina es la negociación con los holdouts, en el marco de la intermediación de Dan Pollack, impulsada por el juez Griesa. También en este punto ha prevalecido en el gobierno el gradualismo. Unos meses atrás, desde el actual oficialismo se sugería que las tratativas debían iniciarse y concluirse rápidamente y a como diese lugar. Desde el gobierno las cosas se miran más minuciosamente. Hoy, aunque la voluntad de llegar a un acuerdo sigue firme, se ha incorporado la condición de reclamar a los acreedores una rebaja importante en los intereses y punitorios que reclaman. Por eso es probable que las conversaciones se prolonguen un poco. Los holdouts, con un fallo firme a su favor, en principio “van por todo”. El gobierno de Macri, a diferencia del anterior, cuenta con una actitud de simpatía de Washington y un consenso de expectativa favorable en el mundo de los inversores y en los organismos internacionales de crédito. Son cartas que fortalecen la posición en la mesa negociadora.

Para el final, un encuentro de enorme importancia: a mediados de febrero el Presidente viajará a Roma pasa reunirse con el Papa Francisco. Aunque no es cierto que de parte del Pontífice hubiera prevención hacia Macri (en todo caso, alguna ojeriza con ciertos asesores), la ausencia de un gesto notorio de cordialidad o de un encuentro cara a cara alentaba las interpretaciones (en particular las peor intencionadas). La presencia en la embajada argentina ante la Santa Sede de un distinguido diplomático como Rogelio Pfirter ha facilitado lo que, en rigor, no era complicado. Además de sus méritos profesionales, Pfirter tiene un puente afectivo tendido con Francisco: fue alumno de Bergoglio en su bachillerato, en el colegio santafesino de la Inmaculada Concepción. Macri podrá llegar a la movida etapa que se abrirá en marzo con la bendición papal.

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