Por Jorge D. Boimvaser.-

En la mesa chica de Cristina -donde participa el chino Zannini y Scioli lo mira por TV, ya están elaborando estrategias para ver cómo zafan de la Justicia algunos de los tantos procesados por delitos varios. Los que no tienen fueros legislativos (¿por qué creés que Máximo deja la play station por un asiento en la Legislatura santacruceña?) y no conviene que sean procesados, figuran en una lista de preferidos a los que le entregan un salvavidas y un bote en el Titanic. Al resto, que los traguen las aguas.

Hasta ahora rescatamos un dato que nos lo dan como válido. Amado Boudou será el próximo embajador en México, país que no mantiene tratados de extradición con la Argentina.

El jueguito infantil de su novia mexicana le da un argumento casi estúpido para justificar “el raje” de Buenos Aires. En algún momento los jueces que lo tienen en sus expedientes harán la “Gran Urzo”, aquel juez que nombró Carlos Menem por amistad y cuando el riojano se fue a su casa, terminado el mandato, el magistrado lo encarceló por el asunto aquel del tráfico de armas.

Zannini no quiere heredar problemas de este tipo, y menos con un personaje al que aborrece como Boudou.

Dentro de no más de dos años lo desplaza, y Amado puede resistir cualquier condena siempre que no regrese al país. Zannini no tiene causas ni denuncias en la justicia, pero lo suyo fue ofrecer cargos secundarios en embajadas… y no gratis. Algo del asunto conoce.

Pero la sorpresa inesperada es que Lázaro Báez podría ir con “el chino” al D.F., como agregado comercial o uno de esos tantos cargos inútiles que existen en el organigrama de la diplomacia argentina.

Mientras la media de las naciones tiene modelos sencillos y algo austeros en sus representantes ante el mundo, la Argentina ha criado una cofradía de ñoquis que se sienten importantes y no sirven para nada, pero cobran del Estado y después tienen jubilaciones privilegiadas.

Obvio que estos comentarios van a ser repudiados por la comunidad de la Cancillería, pero hace 30 años, el jefe de la bancada de diputados radicales, César Jaroslavsky, le había propuesto a Raúl Alfonsín cerrar todas las embajadas argentinas y dejar en cada país sólo una oficina de contacto.

Un solo ejemplo. Ortiz de Rosas era embajador argentino en Francia, y tenía contratado un nubio egipcio tan sólo para que le planchara las camisas. El planchador utilizaba siete planchas diferentes según el lugar de la camisa a planchar… una boludez atómica, pero en la cofradía del cuerpo diplomático lo ven como una señal de lujo.

Lo de Lázaro Báez en México es también comprensible. Algún día el señor Casanello dejará de ser una tortuga (a partir del 10 de diciembre empieza a correr) y cuando tenga que ir por Lázaro Báez, se encontrará que el hombre está sirviendo a la Patria en México.

Ahora que ese juez ya sabe que no lo va a encontrar en diciembre, ¿por qué no hace lo que tiene que hacer ya, y no deja pasar el tiempo?

Vamos a dejar pasar unos días antes de volver al tema. Seguro la gente de Cancillería nos saltará con los colmillos afilados al cuello, porque ellos se consideran sagrados e intocables.

Espero que rebuznen, y después les respondo.

Por ahora vale decirles a los jueces que tienen causas contra Boudou y Báez que se apuren. Es… ahora o nunca.

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