Por Carlos Tórtora.-

Es habitual en política que, junto con el cumplimiento de la primera parte de un mandato de gobierno, se agote la etapa de romance entre éste y la sociedad. En el caso del macrismo, este fenómeno se precipitó en medio de la campaña electoral. El gran derrotado de hoy será el kirchnerismo, pero no tanto porque CFK quede detrás de Esteban Bullrich sino porque el peronismo, en pleno estado de asamblea y sin liderazgos alternativos consolidados, tomó la decisión de jubilar a quien marcó su destino durante una década, desde que fue electa presidente en el 2007 hasta ahora. Al diluirse ahora toda posibilidad razonable de que Cristina retorne al poder, las tensiones sociales y políticas acumuladas se volcarán ahora sobre el gobierno, sin atenuantes ni justificaciones sobre la herencia recibida. El caso Maldonado es desde ya un buen ejemplo. Desde las declaraciones fuera de lugar de la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich hasta los exabruptos de Elisa Carrió en los últimos días, pasando por las extrañas circunstancias que rodean la aparición del cadáver, el lugar de la misma y la existencia de numerosas inconsistencias en la investigación, se acumulan hechos que dejan mal parado al gobierno. Por lo menos en el manejo de la crisis su puntaje es aplazado. Como era previsible, la discusión entre los peritos sobre puntos fundamentales, como el tiempo que el cadáver estuvo en el agua, abre un espectro de posibilidades diversas. A tono con la polarización que hoy empieza a agonizar, durante toda la semana, entre las oficinas de Macri y de CFK hubo un verdadero fuego cruzado de acusaciones paranoicas. Ambos grupos se acusaron de haber manipulado la aparición del cuerpo con intenciones electorales. Lo cierto es que el gobierno entró en emergencia con la aparición del cadáver y el dictamen forense estableciendo que murió ahogado sólo responde mínimamente a los interrogantes.

A la memoria viene inmediatamente el recuerdo de lo ocurrido en el caso Nisman y cómo se fue pasando de pericias iniciales que descartaban la hipótesis de homicidio hasta las últimas de Gendarmería que, al revés, lo afirman.

Con semejante carga de interrogantes y una presión hasta internacional más que importante, el caso Maldonado apenas empieza y deja al macrismo sin margen para cometer errores en un campo, el de la seguridad, donde puede exhibir escasos resultados concretos.

El giro

Pero lo más significativo de esta semana es que, junto con la aparición del cuerpo de Maldonado, el fin de la polarización se hizo sentir en la Cámara de Diputados, donde la mayor parte de los legisladores peronistas decidieron que ya no podían insistir con la defensa corporativa de Julio De Vido y colocaron a éste a centímetros del desafuero pedido por el Juez Federal Claudio Bonadío. Así las cosas, el hombre que fue el nexo con los grandes operadores de negocios de Macri, su primo Angelo Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo, quedaría detenido en los próximos días. A la inversa del ex Secretario de Transporte Ricardo Jaime, un recaudador solitario muy amigo de Néstor Kirchner y detestado por su viuda por ser su compañero de la vida nocturna, De Vido es el eje mismo de la trama de negocios que unió al macrismo con el cristinismo mientras protagonizaban un enfrentamiento político regulado.

El caso es que, con Cristina en el tobogán y el peronismo negando toda responsabilidad sobre la década K, De Vido, aun antes de ir preso, ya estaría amenazando con hablar. La situación es clara y la propia ex presidente se descargó con los periodistas dos semanas atrás: “si tanto investigan a Báez -dijo- ¿por qué no lo hacen también con Calcaterra, que era su socio?”

En su mejor momento electoral, el macrismo se arriesga a que, por ejemplo, un De Vido fuera de control revele entretelones del caso Odebrecht en la Argentina, que está fragmentado en una serie de causas, que a medida que trascienden nuevos testimonios empiezan a confluir. Las coimas por el Soterramiento, los giros a cuentas en Suiza de Arribas, las coimas a Jaime, los Panamá Papers y la utilización del estudio Mossack Fonseca para pagar sobornos en todo el continente.

Hasta el momento, Héctor Magnetto ha sido un sustento fundamental para mantener en la moderación a la opinión pública. ¿Seguirá todo igual?

En este rompecabezas falta saber, entre otras cosas, por qué Bonadío, Julián Ercolini y una media docena de jueces federales más están avanzando en los casos centrales de la corrupción K sin prisa ni pausa. El derrumbe del cristinismo explica mucho. No sólo Elisa Carrió podría empezar a señalar a los magistrados por su supuesta negligencia en investigar la década K. Ante la percepción de que los miembros peronistas del Consejo de la Magistratura también están girando, la justicia federal se defiende ahora corporativamente y la detención de De Vido es su emblema.

Esta suma de factores pone al país cerca de mirarse en el espejo brasileño.

En el medio del tembladeral que apenas se inicia, el PRO esta noche tendrá mayor legitimidad política que en el 2015, pero habrá perdido definitivamente los últimos pretextos para explotar la excusa de la pesada herencia recibida.

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