Por Carlos Tórtora.-

Daniel Scioli alcanzó estos días la cumbre de su identificación con su jefa suprema, que hasta lo aplaudió de pie en uno de sus últimos actos de campaña. Como broche de oro, hizo su primer viaje como candidato oficial del Frente para la Victoria al paraíso de los que no viven allí. Fue recibido como un presidente en funciones por Raúl Castro y con este gesto expresó algo que Cristina ansiaba: que se identificaría con la política exterior del kirchnerismo. Como se sabe, el gobernador bonaerense mostró a lo largo de toda su carrera sus simpatías con Washington y ahora, escudado en la inminente visita del Papa Francisco a La Habana y en la reapertura de la embajada de los EEUU, terminó convalidando a la última tiranía de América y anunciando que su provincia llevará adelante distintos intercambios con Cuba. El premio a tanta buena conducta fue el acto de ayer en Parque Norte, donde gobernadores, intendentes y dirigentes varios del PJ proclamaron su apoyo a la fórmula Scioli-Zannini.

Este cuadro haría pensar que entre la presidente y el candidato no sólo reina la paz sino que empezó a aparecer la confianza. Sin embargo, el trasfondo de la campaña electoral indica que CFK sigue obsesionada con la idea de construirle un corralito político a su probable sucesor. Un síntoma claro de que ella sospecha de una “traición” post 10 de diciembre es lo que está ocurriendo en la decisiva interna bonaerense. Alicia Kirchner, que como Ministro de Desarrollo Social controla el mayor aparato logístico del país para sustentar el clientelismo electoral, recibió instrucciones presidenciales de poner todos sus medios a disposición de la fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabbatella para gobernador y vice de Buenos Aires. Simultáneamente, varios operadores de la Casa Rosada se reunieron con intendentes de primera línea del conurbano para convencerlos de que se alejen del tándem compuesto por Julián Domínguez y Fernando Espinoza. El jefe comunal de Merlo Raúl Otahecé es uno de los conversados. Hasta hoy, el promedio de las encuestas indica que Aníbal F. tendría una ventaja ajustada de 5 puntos, lo que no le asegura nada. Señalan fuentes del gobierno que la verdadera razón por la cual el Ministro de Interior y Transporte Florencio Randazzo se negó a aceptar la oferta presidencial para ser candidato a gobernador fue que Cristina lo condicionaba a aceptar a Aníbal Fernández como compañero de fórmula.

Yendo contra su estilo poco comprometido, Scioli apostó fuerte a Domínguez y Espinoza y los lleva consigo a cuanto acto concurre. El ex motonauta lo haría convencido de que, para poder escapar al abrazo del oso de La Cámpora y Zannini, que controlarán los bloques de legisladores nacionales y provinciales, su única chance pasa por construir una red de intendentes que le respondan, con el respaldo de un gobernador de Buenos Aires que no sea un incondicional de Cristina, como sería Domínguez.

Jaque mate

La estrategia de CFK y su entorno tendría entonces varios objetivos. El primero, que Scioli gane la presidencia perdiendo a la vez en su jugada por la gobernación, a través de la victoria del jefe de gabinete. En segundo lugar, el cristinismo pretendería que Aníbal y Sabbatella barran con el armado que el sciolismo intenta dejar en los niveles altos y medios de la administración provincial. En este tema, entre otros grupos, trabajan el asesor del gobernador Gustavo Ferrari y su socio y aliado Francisco de Narváez, ambos ideólogos de un sciolismo despegado del cristinismo.

No hay duda de que Aníbal gobernador completaría el cerco sobre Scioli que hoy le construyen Zannini y Eduardo Wado de Pedro. De darse así los resultados de las urnas, Scioli pasaría a ser el primer presidente de la democracia argentina que asumiría sin controlar ningún distrito, así como tampoco sus bloques legislativos. Lo mismo vale con respecto al presidente del Banco Central, la Procuradora General de la Nación y el Director de la AFIP, entre otros.

El plan de la Casa Rosada avanza y prueba de ello es que, por ejemplo, el rector de la Universidad de Lomas de Zamora, Diego Molea, acaba de alejarse del massismo para arrimarse al despacho del jefe de gabinete. Molea está muy ligado al actual vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto.

Desde ahora y hasta el 25 de octubre -en Buenos Aires no hay segunda vuelta- CFK y Scioli estarían compitiendo a través de Fernández y Domínguez. Si este último terminara imponiéndose, sería una fuerte derrota para el cristinismo y sus aliados de izquierda. Las implicancias de esto podrían ser tan grandes que le permitirían a Scioli empezar a gobernar con mayor autonomía y hasta plantear diferencias con la actual política económica sabiendo que cuenta con un respaldo político significativo.

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