Por Carlos Tórtora.-

El homicidio en Quilmes de Lucas Iván Cancino enervó la percepción de la inseguridad justo en el momento en el que la gestión de Sergio Berni a cargo de la Secretaría de Seguridad de Buenos Aires hace agua. El polémico funcionario cuenta a favor con su estrecha relación con Cristina Kirchner, pero rema contra la corriente en la interna bonaerense, donde un grupo de intendentes, liderados por Martín Insaurralde, sigue avanzando sobre los cargos provinciales. El control de la policía es un botín altamente codiciado por los jefes comunales por múltiples motivos. Se trata de una de las cajas más importantes de la provincia pero además un resorte de poder político fundamental. Berni está hoy jaqueado por denuncias sobre la contratación de una red de trolls para su promoción política y se encuentra a la defensiva tratando de negociar su traslado a un cargo en el gobierno nacional. Si los intendentes logran imponer al alcalde de Ezeiza Alejandro Granados -o a cualquier otro del grupo- como sucesor de Berni, Axel Kicillof se debilitaría aún más, ya que perdería todo control sobre la seguridad. La pregunta que muchos se hacen es hasta qué punto Cristina dejará que siga debilitándose Kicillof, que fuera su preferido hasta el 12 de septiembre.

Un tropezón grave

La crisis en la seguridad bonaerense viene a coincidir con el imperdonable exceso de Aníbal Fernández al enviar un tuit con veladas amenazas a las hijas del dibujante Nik. Este exceso del ministro tendría un efecto electoral muy fácil de visualizar y el hecho de que él no se diera cuenta de la magnitud de su error antes de cometerlo habla de un estado de descontrol. El episodio revalorizó en el gobierno el tono mesurado y equilibrado del Jefe de Gabinete Juan Manzur. En las actuales circunstancias, buena parte de la suerte que correrá la gestión de Aníbal depende de quién sea el sucesor de Berni. La interrelación entre la seguridad nacional y la provincial es vital para cualquier política que se intente. Mientras tanto, en el gabinete nacional hay quienes festejarían el tropezón de Aníbal. Uno de ellos sería el Ministro de Agricultura Julián Domínguez, que tiene un viejo conflicto con el titular de seguridad y ahora es un aliado importante de Manzur.

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