Por Carlos Tórtora.-

Mauricio Macri comprobó esta semana que su estrategia de polarizar con Cristina Kirchner era la correcta para Cambiemos. Es que el peronismo antikirchnerista, a través de una trama tejida sobre todo por Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto, mostró su peligrosidad sancionando la ley que corrige el aumento tarifario y obligando a un veto presidencial que exhibe la debilidad del oficialismo. Macri reaccionó atacando a CFK y no a los autores de los acuerdos que llevaron a la derrota del oficialismo. Toda una muestra del creciente temor del gobierno hacia un peronismo moderado y racional que podría arrebatarle votos al PRO en un probable ballotage. En cambio el cristinismo, que no se molesta en hacer una autocrítica de su gestión, sería incapaz de crecer a expensas de Cambiemos. Esta semana, por primera vez en tres años, se instaló sólidamente la idea de que el macrismo no tiene ganado un casi seguro ballotage. Si Urtubey, Massa o De la Sota consiguieran llegar a esa instancia, los votantes kirchneristas deberían optar entre inclinarse por el otro peronismo o por Cambiemos. Una elección que no deja lugar a dudas. No ocurriría lo mismo a la inversa: si Cristina compitiera con Macri en segunda vuelta, es probable que muchos votantes del peronismo “racional” se inclinen por darle la reelección al actual presidente.

Las chances se abren así para el peronismo anti-K, sobre todo a partir de que en el oficialismo casi nadie cree que la suerte de Macri no arrastre al resto y en especial a la mayor colectora de votos, María Eugenia Vidal. El corrimiento de ésta como compañera de fórmula de Macri o como candidata a presidente si éste se derrumba no daría ningún resultado importante. Mientras criticaba los vicios de la vieja política, Macri practicó sin empacho uno de los mismos: todo el PRO gira alrededor su persona y no se admiten disidentes ni líneas internas que se diferencien de la conducción. Este cerrado personalismo hace que el destino electoral del macrismo esté atado a la suerte de su jefe y fundador.

Un juego complicado

Con la certeza de que el cristinismo seguirá amesetado en un 26% importante pero sin crecimiento a la vista, la competencia presidencial dentro del peronismo anti-K empieza a tomar color. Urtubey, sumamente presionado por la Casa Rosada y viniendo de una derrota electoral, está resuelto a demorar todo lo posible su lanzamiento presidencial. Su hermano Rodolfo votó en el Senado en contra del proyecto para limitar el tarifazo y él mismo dijo que “Macri tiene motivos para estar molesto con el peronismo”. La prudencia del salteño le abriría el terreno a José Manuel de la Sota, que está trabajando para su reaparición nacional junto a su ex aliado Sergio Massa. Éste también se considera como presidenciable y trata de escapar a las presiones de varios gobernadores y de Pichetto para que se aboque a competir por la gobernación bonaerense. Al tigrense no le hace gracia ir hacia una casi segura derrota contra Vidal (sería la segunda seguida) y preferiría quedar como vice de Urtubey y De la Sota. Pero los argumentos para recluirlo en Buenos Aires son fuertes: sería el único que, aun saliendo tercero, podría colocar en el ballotage una fórmula que tendría fuerte arrastre en el interior.

A todo esto, Luis Barrionuevo sigue sin poner en marcha su gestión como interventor del PJ nacional, ya que el reciente dictamen del Fiscal Electoral Jorge Di Lello avanzó en su contra y le dio un argumento más para esperar el fallo de la Cámara Nacional Electoral que decidirá si continúa o no en funciones.

La creciente complejidad de la interna peronista depende también del factor gremial, con un paro general al que sólo le falta fecha y una escalada de conflictos focales. La marcha federal realizada el viernes pasado por los movimientos piqueteros obviamente presionó a la CGT.

En la Casa Rosada mientras se imponen dos conclusiones: ceder ante las tensiones sociales sería suicida para un Macri que viene de una dura derrota en el Congreso y, segundo, se considera casi inevitable que haya una escalada de violencia social. El vocero papal en la Argentina y cabeza de la CTEP (no de los principales movimientos piqueteros) Juan Grabois, advirtió días atrás sobre la inminencia de una rebelión popular. Fue el mismo día en el que Macri anunció que las Fuerzas Armadas participarían de la seguridad interior. Este escenario sin duda que favorecería una vez más que el gobierno confronte con el kirchnerismo.

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