Por Carlos Tórtora.-

Como viene ocurriendo desde que asumió la presidencia Mauricio Macri, el PRO, pese a ser el partido gobernante, está condicionado hasta en su triunfo por lo que ocurre en el peronismo. Explicaciones hay: si se suman los votos obtenidos en Buenos Aires por CFK (un 35%) más el 5% de Florencio Randazzo y la mayor parte de los votantes de Sergio Massa que son peronistas, el justicialismo sigue superando en su conjunto el 50% y en muchas provincias esta suma da resultados similares. De cara a la carrera presidencial que empezará después de que se cuenten los votos en octubre próximo, cualquier trama que desemboque en la unidad del PJ puede ser fatal para la reelección presidencial.

Fuentes del entorno de Mauricio Macri señalan que éste respiró aliviado al comprobar que Massa quedaba muy por debajo de los números esperados. El jefe del PRO desconfía cada vez más del tigrense y no lo quiere tener de rival en una presidencial. Pero menos aún le agradan la profundidad de los vínculos existentes entre aquél y María Eugenia Vidal, que hicieron que unos cuantos dirigentes del Frente Renovador estén ocupando altos cargos en el gobierno bonaerense.

Pero Macri fue más allá: les habría ordenado a varios de sus ministros que desplacen de sus cargos a una serie de massistas que están designados en el gobierno nacional.

Relacionado con esto, otra de las alegrías de Macri también tiene que ver con el peronismo. María Eugenia Vidal quedó en alguna medida golpeada por el empate técnico entre Esteban Bullrich y CFK. La gobernadora había prometido captar una parte del voto peronista y la observación del mapa electoral demuestra que CAMBIEMOS se nutrió casi totalmente de sectores ajenos al PJ. No es un secreto, por otra parte, que Macri le teme a las ambiciones de la gobernadora y a sus cifras de popularidad.

Pero es dentro del peronismo donde empezaron a levantarse olas. Ni bien quedó claro que, aunque por pocos votos, CFK habría ganado en Buenos Aires, dos voces se escucharon para tomar distancia de ella. El primero fue Miguel Ángel Pichetto, jefe de la bancada justicialista del Senado, y el otro el salteño Juan Manuel Urtubey, uno de los salieron ganando en las PASO. Ambos desestimaron que el futuro del peronismo pase por Cristina y relativizaron la proyección de su resultado en Buenos Aires.

En realidad, serían varios los gobernadores del PJ, empezando naturalmente por Juan Carlos Schiaretti, que están más que preocupados por el retorno cristinista. Es que, especulan, si ella fuera la candidata presidencial del PJ en el 2019, en no pocas provincias, Córdoba para empezar, la clase media se volcaría masivamente hacia el macrismo. Donde esto ocurra, los gobernadores peronistas podrían perder sus sillones. Para asegurarse la reelección, a éstos se les abren dos caminos: dar el salto hacia el PRO o, lo más coherente, conseguir que CFK dé un paso al costado y que el peronismo desafíe a Macri con una figura nueva y poco vulnerable.

En cambio, la situación en el segundo y tercer cordón bonaerense es la inversa. De mantenerse en sus actuales cifras, CFK podría facilitarle la reelección a la mayor parte de los intendentes del PJ. Así es que ella emerge en doble rol: es un salvavidas para el aparato de los barones del conurbano y a la vez un ancla para muchos gobernadores.

Con rumbo de colisión

De este cuadro es que empieza a despuntar el riesgo de fractura formal en el PJ, ya que el bando de los que están convencidos de que CFK los conduce a la pérdida de sus provincias necesita crear un candidato alternativo. En cambio, para el núcleo duro del PJ bonaerense (con el eje compuesto por Fernando Espinoza y Verónica Magario) la ex presidente es su apuesta obligada.

En el tembladeral peronista muchos miran por ejemplo a Hugo Moyano, que estaría más cerca de apoyar al anticristinismo. Y como suele ocurrir históricamente en estos casos, la trinchera a conquistar por ambos bandos es el PJ, en situación jurídica irregular, ya que sus autoridades funcionan con mandatos prorrogados. Cristina siempre despreció al sello partidario al revés de su difunto marido, que se preocupó por ejercer la presidencia al menos durante un tiempo y hasta solía reunirse en las oficinas del Consejo Nacional. Sin embargo, el grupo que controle el PJ a partir del año que viene tendrá importantes ventajas para dar la batalla presidencial del 2019 y, si el cristinismo se desinteresa del tema, corre serios riesgos.

Share