Por Carlos Tórtora.-

Ayer las tres principales coaliciones políticas pasaron a sufrir nuevos problemas, vista la complejidad de los resultados. Para empezar, de acá hasta el día clave de las PASO nacionales, el 9 de agosto, hay un solo acto electoral que puede influir en el resultado de aquellas: el ballotage porteño. Éste será distinto a todos los anteriores, por una sencilla razón: la UCR y la Coalición Cívica apoyan a Martín Lousteau contra Horacio Rodríguez Larreta, pero 21 días después deberán competir en las PASO nacionales como socios del PRO y luego hacer campaña para Macri. En una hipótesis extrema, el Frente para la Victoria apoyaría masivamente a Lousteau, porque una derrota del PRO en su bastión central derrumbaría la candidatura presidencial de Macri. Si los radicales y Coalición Cívica se suman a esa aventura, la tensión interna en CAMBIEMOS puede llegar a niveles muy altos. Para empezar, Elisa Carrió, Ernesto Sanz y sus respectivos equipos no aparecieron ayer en los festejos del PRO de ECO, todo un signo de prudencia. Aun cuando parece muy improbable que el PRO pierda la segunda vuelta, si Lousteau sumara buena parte de los votos K y de la izquierda, podría superar los 40 puntos. El resultado sería que el PRO obtendría un triunfo menos brillante, que le restaría empuje a Macri para su despliegue nacional. De ocurrir esto, es probable que la cúpula del PRO le termine reprochando a Sanz y Carrió haber trabajado para sabotear -indirectamente- la candidatura de Macri. No es un secreto que tanto Carrió como el titiritero de la UCR, Enrique “Coti” Nosiglia, apuestan a verlo a Lousteau como jefe de gobierno. Ayer en Córdoba, la discreta elección de la alianza entre el PRO y la UCR -Oscar Aguad quedó 15 puntos debajo de Juan Schiaretti, aunque ganó en la capital cordobesa- demuestra que el armado nacional de CAMBIEMOS tiene sus complicaciones. Así las cosas, está a la vista que las relaciones de Macri con Carrió y Sanz atraviesan por una zona de fuertes tensiones. Hasta las PASO, la crisis latente estaría contenida, porque los tres competirán para presidente. A partir del 9 de agosto, Sanz y Carrió deberían encolumnarse detrás de Macri y empezaría una discusión muy difícil. ¿Está dispuesto el jefe del PRO a cederles espacios en el gobierno nacional a sus aliados si llega a presidente?

No es un secreto que Macri opina que los gobiernos de coalición están destinados al fracaso y que su perfil se vincula más bien con el estilo empresario, autoritario y ejecutivo. Por su parte, los radicales, sin duda alguna, apuntan a recaudar bancas legislativas nacionales y provinciales, más intendentes y algunos gobernadores. Con esta cosecha, se prepararían para inclinar en el Congreso la balanza en un sentido u otro.

Para el kirchnerismo, ayer fue un día difícil, porque Daniel Scioli y Carlos Zannini debieron magnificar el triunfo del FpV en La Rioja con Julio Martínez, para disimular que, una vez más, en Córdoba la performance K, en este caso con Eduardo Accastello, fue pobre y ni llegó al 19%. A esto hay que sumarle que en Capital el kirchnerismo pasó de ser segunda fuerza a tercera, que el peronista no k Carlos Verna se impuso en las internas pampeanas y que, como era obvio, el oficialismo del radical Ricardo Colombi ganó en Corrientes. En síntesis, que el objetivo de ganar la presidencia en la primera vuelta del 25 de octubre depende cada vez más de conseguir una abrumadora diferencia en Buenos Aires en las PASO, que desnivele en forma contundente las chances de CAMBIEMOS. Para esto, el cristinismo depende cada vez más de los barones del conurbano, que piensan en Scioli como en un instrumento para liberarse de la amenaza que hoy les preocupa: el proyecto de La Cámpora de copar el PJ bonaerense así como están copando, de cualquier modo, los juzgados y fiscalías federales. Ayer CFK se dedicó en Twitter a elogiar al pueblo griego y en lo local sólo actuó para felicitar a Schiaretti, una señal de que José Manuel de la Sota no habría cortado su diálogo con su comprovinciano Zannini, que ayer también llamó a Schiaretti para felicitarlo.

Peripecias de Massa

El tercero en discordia, Sergio Massa, ayer debió hacer malabares para mostrar que esta vigente porque se le cayó la expectativa de un triunfo de su aliado en La Rioja, el radical Julio Martínez. Massa fue a Corrientes a festejar con sus aliados radicales de Encuentro por Corrientes para luego saltar a Córdoba y mostrarse victorioso por el triunfo de su aliado y competidor De La Sota.

Para evitar una polarización entre Scioli y Macri que se insinúa en el horizonte, Massa cuenta con que el PRO pierda el ballotage porteño o por lo menos gane ajustadamente.

El tigrense está llegando a un punto de coincidencia objetiva con el cristinismo. En el tramo que va desde hoy a las PASO, CFK necesita que Massa y De La Sota recuperen oxígeno y le resten votos al macrismo.

En este punto, Cristina y Scioli están unidos no por el amor sino por el espanto. Si Macri llega en las PASO al 30% y Scioli no alcanza el 45 -lo que hoy parece muy difícil- el FpV debería afrontar una segunda vuelta en la cual el peso cuantitativo de las clases medias de las grandes ciudades convergería contra el kirchnerismo.

Es probable que esta reaparición de la inseguridad en la residencia de Olivos desarrolle aún más la desesperación presidencial por copar los juzgados y fiscalías federales y seguir fortaleciendo su escudo para la impunidad de doce años de corrupción. Ahora le toca mover en este campo a Ricardo Lorenzetti, que se reunirá mañana con los presidentes de las cámaras federales. Puede ser que la Corte y los camaristas se envalentonen por los flojos resultados que ayer cosechó el oficialismo. De ser así, podría empezar una contraofensiva judicial contra la ley de subrogancias y las designaciones masivas de jueces y fiscales que firmó Cristina, así como la reforma procesal penal que le transferirá a la Procuradora Gils Carbó el control del Poder Judicial.

Es decir que hay condiciones objetivas que alimentan un recrudecimiento de la guerra entre la Casa Rosada y la justicia. Para Cristina y su entorno ya no se trata sólo de perder el poder, sino de la perspectiva concreta de perder también la libertad.

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