Por Carlos Tórtora.-

El gobierno cambió ayer su táctica para enfrentar la confluencia de la movilización de protesta contra la reforma previsional y el accionar del kirchnerismo en la cámara baja, apelando a recursos totalmente distintos a los usados el jueves pasado cuando la sesión de Diputados terminó levantándose. Entonces, el oficialismo apostó a realizar una exhibición de fuerza que disuadiera a los grupos que dirigían la concentración popular mediante la utilización de una fuerza militarizada como es la Gendarmería, cuyo umbral de violencia está muy por encima del empleado por las fuerzas policiales. El error de Patricia Bullrich, extraño para alguien que fue durante muchos años activista de izquierda, fue no advertir que el costo político era inaceptable, porque la Gendarmería ganó la batalla campal pero el Gobierno perdió la batalla mediática. La opinión pública, como ocurre generalmente, se inclinó por el sector que aparecía más débil y castigado y el macrismo quedó etiquetado como represor, a lo que contribuyó indirectamente el oportunismo de Elisa Carrió al reclamar que se levantara la sesión.

Pero ayer la conducción de la operación oficial parece haber pasado a la órbita de Jaime Durán Barba, porque el oficialismo montó un eficaz show destinado a conseguir un efecto televisivo.

El despliegue de la Policía de la Ciudad fue durante más de dos horas eminentemente defensivo, como para que las cámaras pudieran mostrar claramente que los grupos de activistas profesionales eran los que tenían la iniciativa en sus manos. Al encontrarse con una violencia policial bastante moderada, los extremistas fueron animándose y frente a las cámaras aparecieron las escopetas tumberas, con lo cual quedó en evidencia que se trataba de grupos armados y entrenados y que los manifestantes pacíficos estaban mucho más atrás y no participaban. Para lograr su objetivo político, los extremistas necesitan simular que su violencia es compartida por la masa que es pacífica y ayer no lo consiguieron al quedar aislados.

Un broche de oro

La segunda parte de la operación oficial fue aún más exitosa. Sobre las 16.30 horas, la policía procedió a desalojar la Plaza de los Dos Congresos pero no persiguió ni dispersó al núcleo de alrededor de 1000 activistas que capitalizaban casi toda la violencia. Éstos se reagruparon cómodamente a los pocos minutos en 9 de Julio y Avenida de Mayo y allí fue donde el trabajo de los equipos de TN se lució. Minuciosamente, las cámaras mostraron cómo los extremistas actuaban disciplinadamente rompiendo veredas para hacerse de proyectiles y construyendo barricadas para resistir a la policía. A esta altura ya no había manifestantes sindicales ni sociales y estaba claro que se trataba de activistas profesionales de ultraizquierda. Con deliberada lentitud, la policía se acercó a la 9 de Julio y dejó que las cámaras mostraran sin apuro los movimientos de los violentos. Esta transmisión dejó desenfocados a los diputados del Frente para la Victoria, que repetían incansablemente que en la plaza se estaba reprimiendo salvajemente al pueblo. Un relato que no coincidía con la realidad, porque la mayor parte de los gremios y las organizaciones ya se habían retirado y los que seguían peleando eran sólo activistas profesionales de no más de 25 años promedio, sin que se viera a esta altura un solo jubilado. La explotación de TN del ataque a Julio Bazán por parte de activistas fue todo un capítulo extra de este eficiente despliegue.

Con esta técnica de explotar televisivamente la actuación de los grupos violentos, Macri devaluó la importante manifestación pacífica contra la reforma y consiguió que mediáticamente los protagonistas fueran los extremistas. A esto se le sumó la oportuna denuncia de intento de golpe hecha por Elisa Carrió. Es lógico, entonces, que la clase media se sintiera más cerca ayer de la necesidad de orden, representada por el gobierno, y que la cuestión de fondo, la protesta social contra la reforma, pasara a segundo plano.

En definitiva, una inteligente construcción político-mediática que desde ya el Gobierno le debe en buena medida al oficio de los equipos del multimedios de Héctor Magnetto. Ayer, el macrismo volvió a sus raíces y aceptó que las batallas políticas se ganan o se pierden en la televisión, aunque los cacerolazos de última hora le recordaron, a su vez, que una parte importante de la clase media está rompiendo lanzas con Macri.

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