Por Carlos Tórtora.-

Silvina Batakis, con el anuncio de las medidas de ajuste en sintonía con lo acordado con el FMI, está consiguiendo un efecto político que favorece su estabilidad. Para empezar. la oposición se llamó en líneas generales a silencio, ya que se trata de medidas de ajuste con las cuales JxC está básicamente de acuerdo. Por su parte, el kirchnerismo, que amenazó la semana pasada con jaquear a la ministra, ahora ha pasado a un relativo silencio y prueba de ello es que Cristina Kirchner dejó de criticar la marcha de la economía y volvió a su tema predilecto, la justicia. Atacar a Batakis en una situación tan frágil podría equivaler a serruchar la rama donde están sentados. Con la oposición y el kirchnerismo sin pegarle, Batakis consiguió una cuota de oxígeno que al menos le permite gestionar sin demasiado acoso político. Como contrapartida, Alberto Fernández apoyó automáticamente las críticas a la justicia de la vicepresidenta, sin importarle el efecto internacional que produce un presidente que afirma que la justicia de su país está deslegitimada.

Sólo importa Biden

El caso es que Batakis, pese al dólar de 300 pesos, parecería garantizarle a Alberto un mínimo de racionalidad económica para su reunión del próximo martes con Joe Biden. En manos del cristinismo está el facilitar que el presidente llegue a Washington con un frente interno relativamente aceptable. Sin embargo, a la expresidente no parece importarle demasiado la necesidad de paz que tiene el presidente. Las usinas que le responden comenzaron a difundir que está en marcha un plan para proscribirla mediante una condena en alguna de las causas por corrupción. La hipótesis es disparatada por una razón práctica y es que en el breve plazo de 11 meses que faltan para la inscripción de las candidaturas presidenciales es casi imposible que se dicte una sentencia que implique una condena firme para Cristina. La campaña de victimización entonces apuntaría a abrir el paraguas ante la inminencia del pedido de altas condenas a ella.

Ella sabe que ya no puede atacar más al presidente en la forma que lo hacía, porque corre el riesgo de tener que hacerse cargo de la presidencia. Es así que reemprende su guerra judicial sin importarle demasiado los costos que tenga que pagar por ello el oficialismo sumido en un tembladeral económico.

La semana que viene es clave para la evolución de la crisis política. Si Alberto consigue transitar por la alfombra de la Casa Blanca con relativa calma interna, será algo muy distinta a si el viaje se da en un contexto de descontrol.

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