Por Carlos Tórtora.-

Por varios motivos, la opinión de la Jueza Federal María Servini de Cubría sobre la reforma electoral que impulsa el gobierno, y en particular sobre la boleta electrónica, tiene un peso superlativo. Los motivos de esto son varios. El primero es que en el Juzgado Federal N° 1 -a su cargo- están registrados la casi totalidad de los partidos políticos nacionales, lo que hace más viable que cualquier presentación judicial contra la boleta electrónica pueda prosperar allí. En segundo lugar, desde el fallecimiento del juez federal de La Plata, Servini quedó a cargo también de esa jurisdicción, que no sólo es la mayor sino que es donde al PRO le interesa que la boleta electrónica barra con los viejos aparatos partidarios. Tercero, Servini es una astuta equilibrista que mantiene vínculos históricos con los representantes de la dirigencia política tradicional. Esto desde Jorge Landau hasta la cúpula radical pasando por Juan Manuel Urtubey y José Luis Gioja.

La superjueza acaba de pronunciarse a favor del gradualismo en la ampliación de la boleta electrónica, mencionando circunstancias de hecho como que en muchos colegios del Gran Buenos Aires donde se vota usualmente ni siquiera hay electricidad (esto para no hablar del interior) y las dificultades prácticas son enormes.

Conociendo la forma en la cual los jueces suelen enviar sus metamensajes para no tomar partido directamente, la advertencia de Servini bien podría leerse en los siguientes términos: aun cuando el oficialismo consiga aprobar en el Congreso la boleta electrónica, ya existen a su juicio suficientes objeciones como para que se interpongan amparos u otro tipo de medidas. Esto podría hacer caer la boleta electrónica en pleno inicio de la campaña electoral, causándole un perjuicio mayor al gobierno.

En una enorme simplificación, los voceros de la Casa Rosada sostienen que el sistema es un éxito probado porque ya se aplicó impecablemente en 8000 mesas de la Capital, olvidando que esta ciudad es la más atípica del país. Cuenta con un nivel cultural medio alto, su infraestructura es adecuada y su equipamiento tecnológico también.

Nuevo juego

Servini acaba de consolidar su control sobre el ex juzgado de Blanco designando prosecretario a Carlos Pascualino en lugar de Luis Armellini, que respondía a Jorge Landau. Las preguntas que surgen ante este nuevo escenario son varias. La Cámara Nacional Electoral podría correr en auxilio del gobierno apoyando la aplicación total de la boleta electrónica y demostrando que ellos -y no Servini- son los que tienen la última palabra . Pero de sus tres miembros, dos de ellos, Santiago Corcuera y Carlos Dallavía, están muy cerca de la UCR, que mira con recelo la eventual desaparición del viejo sistema de la boleta de papel.

En síntesis: ¿Puede arriesgarse Macri al papelón que significaría la caída de la boleta electrónica en pleno proceso electoral? Hay una experiencia cercana. El año pasado, contra viento y marea, CFK logró imponer por ley la elección popular de los miembros del Consejo de la Magistratura pero primero un fallo de Servini y luego la Corte Suprema dejaron al cristinismo impotente y desairado. Lisa y llanamente, el macrismo no puede arriesgarse a esto sin pagar serios costos.

¿Puede el gobierno confiar en que una Corte Suprema presidida por Ricardo Lorenzetti encarrile la situación contra la opinión de Servini? Para que esto ocurra deberían alinearse la Cámara Electoral y la Corte. Pero correrían el riesgo de que existan dificultades reales en la instrumentación del sistema y que Servini los deje mal parados a ellos y al gobierno.

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